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CARMEN BARREIRO
Viernes, 9 de abril 2010, 04:52
Infecciones, errores de medicación, reacciones alérgicas, identificaciones incorrectas, caídas... Osakidetza extremará el control para reducir los daños ocasionados a los pacientes como consecuencia de la asistencia sanitaria recibida. La red pública vasca registra un total de 170.000 fallos de este tipo cada año -que se denominan en el argot sanitario 'eventos adversos-, de los que se calcula que uno de cada tres son «evitables». Una de las medidas que la consejería dirigida por Rafael Bengoa va a poner en marcha para «rebajar un 20% los perjuicios causados a los usuarios» es la instalación de dispositivos de seguridad clínica en todos los quirófanos y maternidades.
El sistema, implantado en el Hospital Santiago de Vitoria desde hace un año y medio a modo de experiencia piloto, utiliza una tecnología de radiofrecuencia que permite la transmisión de todos los datos del paciente a una serie de pantallas instaladas en la sala de operaciones para evitar posibles errores en el proceso quirúrgico. La información está almacenada en una pulsera que los sanitarios colocan al enfermo antes de la intervención. «La aplicación permite al personal sanitario que participa en la operación -cirujanos, enfermeras y anestesistas- identificar al paciente, conocer los datos de su historial médico y la zona que se tiene que operar», explica el gerente del centro vitoriano, Jesús Muñoz.
El método Kirus -patentado por Ibermática- también alerta sobre cualquier anomalía y posibilita la elaboración de «informes médicos exhaustivos» al registrar todas las observaciones clínicas, comentarios e incidencias ocurridas durante el proceso quirúrgico a través de un sistema de reconocimiento de voz. En la actualidad, seis de cada diez operaciones realizadas en el Hospital Santiago ya utilizan la tecnología de identificación por radiofrecuencia. «Las más frecuentes son las intervenciones de cataratas, hernias de la pared abdominal, varices de extremidades inferiores, protastectomía y cirugía de cadera», precisa Muñoz.
El proceso es muy sencillo. Los sanitarios colocan la pulsera al paciente en la unidad de hospitalización. Una vez dentro del quirófano, el sistema -denominado RFID- lee el chip y «vuelca toda la información del usuario» en tres pantallas táctiles. Una por cada especialista que interviene en la operación; cirujano, enfermería y anestesista. El sistema permite confirmar las secuencias realizadas antes de iniciar la intervención para evitar errores. Se trata de un protocolo similar al que tienen que seguir los pilotos antes de un despegue (check list).
Hospital Santiago, pionero
En el ordenador de la enfermera aparece, por ejemplo, todo el instrumental necesario para realizar la operación, mientras que el monitor del anestesista está conectado a un programa que suministra las constantes vitales del paciente. La tecnología por radiofrecuencia registra todas las incidencias ocurridas durante la intervención, lo que minimiza la posibilidad de cometer un error.
Una vez operado, el paciente continuará controlado en todo momento hasta que abandone el hospital. La prescripción de medicación del anestesista y los cuidados de enfermería aparecerán en una pantalla instalada en la unidad de reanimación. A su vez, el personal administrativo podrá saber «de forma permanente» la ubicación de todos los usuarios programados, «la gestión del proceso quirúrgico» y la «generación de informes». El sistema comenzará a implantarse en el resto de los hospitales de la red en los próximos meses. Desde su puesta en marcha en el centro vitoriano «no se ha producido ningún error en el bloque quirúrgico», según confirma el gerente de Santiago. Su efectividad, por tanto, es altísima.
Osakidetza también va a poner en marcha el sistema de control por radiofrecuencia en las siete maternidades de la red pública dentro del programa de seguridad clínica en ginecología y obstetricia. La primera será Txagorritxu, que lo implantará en mayo. La solución tecnológica, diseñada por la compañía Saident, permite «identificar en tiempo real a las madres y a sus bebés y relacionarlos entre sí de forma inequívoca durante todo el tiempo que permanezcan ingresados», según explican los responsables de la iniciativa.
Localización inmediata
La tecnología es prácticamente idéntica a la que se emplea con los pacientes que se van a operar. Cuando una embarazada ingresa en el hospital, se le coloca una pulsera con un identificador único, que se podrá leer en todos los espacios del área de partos. De esta manera, cuando la paciente entre en alguna de estas salas, los terminales informáticos de cada espacio se activarán y mostrarán de forma automática información sobre la mujer. «Al mismo tiempo, el sistema recogerá datos sobre los movimientos de la paciente en los diferentes espacios y el tiempo de permanencia en cada uno de ellos». El dispositivo también incluye un botón para llamar a las enfermeras.
Una vez nacido el bebé, se le coloca en el tobillo una pulsera con una etiqueta de radiofrecuencia especialmente diseñada para neonatos, «que impide su manipulación salvo por personal especializado». El dispositivo es el responsable de monitorizar al recién nacido las 24 horas del día, de forma que detectará movimientos no autorizados, registrará las entradas y salidas de las zonas habituales y permitirá su localización inmediata. La puesta en marcha del programa «asegura la identidad del bebé y el acceso en tiempo real a su información clínica, con lo que se da protección frente a casi cualquier riesgo que pudiese surgir en el área de maternidad».
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