Gestionar las emociones

La Vuelta al País Vasco no ha quedado decidida en Arrate, pero casi. Alejandro Valverde no sólo gestionó la carrera con sabiduría, con inteligencia, consciente en cada momento de los pasos que debía dar. También ha aprendido a manejar sus emociones, a dejar el corazón colgado en la butaca del autobús de su equipo y abstraerse de la realidad que le acompaña desde hace cuatro años, una realidad poco agradecida, suspendida de un hilo que se romperá en cualquier momento y le dejará sin andar en bicicleta, al menos con dorsal.

La carretera y sus piernas le dicen una cosa. Su cerebro trabaja en otro sentido y no es fácil de dominar. Sólo en momentos de máxima tensión consigue convertirse en el corredor que debe de ser.

En una etapa que Euskaltel-Euskadi volvió a plantear con valentía, atacando desde lejos con Amets Txurruka y finalmente ganó con Samuel Sánchez, Caisse d'Epargne estuvo a punto de quedarse solo. También vimos a un Beñat Intxausti que sigue creciendo como ciclista. Es un corredor que cuenta con mucho margen de mejora por delante. Euskaltel ha conseguido darle la vuelta a un destino que parecía difícil de cambiar.

Robert Gesink y Chris Horner se interponen entre Valverde y el amarillo final. Son rivales serios, sólidos, de los que no le pondrán fáciles las cosas a un líder que parece no tener más meta deportiva que la que marca el final de la Vuelta al País Vasco, en Orio. Es su futuro, al menos de momento, mientras deciden qué hacer con su vida deportiva.

Quedan sólo dos días de carrera en los que Valverde se va a jugar más que la victoria. Ganar la Vuelta al País Vasco, si lo consigue, no será un triunfo más para él. Puede ser el final de una trayectoria deportiva, un adiós pasajero, lo que nos lleva a tener que disfrutar de sus condiciones de ciclista, a recrearnos con su forma de correr, como sucedió ayer en Arrate.