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Martes, 4 de mayo 2010, 09:37
«Se trata de un hecho muy curioso». De esta manera definía José Mari Faus, veterano ornitólogo, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi en la que ha desarrollado en este ámbito una gran y dilatada labor, el episodio protagonizado por una pareja de mirlos al anidar entre las primorosas plantas de helecho que decoran uno de los balcones del primer piso del número 14 de la calle Santa María, suceso que no ha pasado desapercibido para el vecindario.
Reseña Maixabel Usabiaga que el pasado 5 de abril, cuando fue a regar las plantas; sorpresa: asido a las hojas del helecho se encontró un nido con 4 huevos. «Tuvieron que hacerlo en tan sólo dos días porque el viernes anterior había regado y allí no había nada», comenta.
Así las cosas, era cuestión de dejarle a la naturaleza seguir su rumbo, como ocurrió. Los inquilinos contaron con todas las facilidades para llevar adelante el proceso de incubación y el día 17, recuerda Maixabel, salían del cascarón los polluelos, que inmediatamente empezaban a piar montando la consiguiente escandalera. Llamada a tranquilizar el estómago que convertía el recurrente vuelo de la madre con el correspondiente avituallamiento en todo un espectáculo.
El día 28, el peso que había cogido el nido hacía que éste cayera al suelo. Los Arizmendi Usabiaga optaban por dejarlo en el mismo balcón pero dentro de una caja grande de cartón.
Fuese la mudanza o no, al día siguiente se producía toda una desbandada. Primera prueba de vuelo sobre asfalto que ofrecía diferente suerte. Uno de los polluelos no lo conseguía, dos llegaron a volar, y el cuarto; recogido por sus cuidadores, volvía sano y salvo al número 14 de la calle Santa María. Había que conocer la opinión del experto, y el amigo José Mari Faus, al que le picó la curiosidad, se prestó a acercarse hasta el lugar de los hechos. «Se trata de mirlos, popularmente tordos», comentaba. «Es muy curioso - insistía el ornitólogo- que hayan anidado en una calle estrecha y tan céntrica. No me lo explico. Podría haber sido en un balcón pero que hubiera estado orientado o colindante a un parque pero aquí no es el lugar más adecuado porque sobre todo cuando saltan los polluelos del nido no encuentran un entorno en el que esconderse. Se trata de un caso raro», remataba. «Lo normal es que aniden en árboles con hiedra, o en su lugar en zarzales. Pienso que puede tratarse de una hembra primeriza. En este mundo de las aves, las veteranas ocupan los sitios más adecuados y las recién llegadas se ven en la necesidad de buscar puntos más marginales», decía.
«Los mirlos -expone José Mari Faus- ponen huevos, 3 ó 4, normalmente, dos veces al año, la primera puesta ahora, un poco tempranera, que como ocurre en estos momentos, si se da un cambio brusco de las condiciones meteorológicas, habitualmente, se pierde porque los polluelos se mojan, etcétera. Incuban durante 15 días, y una vez de que nacen los polluelos permanecen en el nido otras dos semanas».
«Se trata de una especie que se ha vuelto muy confiada e incluso diría que se ha hecho urbanita. Además, del caso que nos ocupa destacaré, dado que le he seguido la pista, que le he visto a la madre picoteando en la calle de los pollos, es decir, buscando comida sobre el asfalto, cuando lo lógico es que les alimente a base de lombrices. Está aproximación al ser humano está pasando con las gaviotas, las cigüeñas, etcétera».
Siguiendo el consejo del experto, en el número 14 de la calle Santa María, le han dado cobijo al polluelo de acogida que queda, en una jaula, depositada en el balcón al objeto de que la madre le alimente a través de los barrotes. Por el trajín que se trae la progenitora, entienden que otro debe haber encontrado refugio en la paralela, calle Etxezarreta. Nada, que cualquier día de estos habrá que bajar al parque, dicen, a ver si emprende el vuelo.
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