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J. F.
Sábado, 26 de junio 2010, 03:58
El Banco Guipuzcoano fue fundado por un grupo de inversores donostiarras y bilbaínos hace ya casi 111 años. A finales del siglo XIX, San Sebastián no contaba con una entidad bancaria propia. En aquella época existían lo que se llamaban casas-banca de carácter familiar y a todas luces insuficientes para atender tanto la demanda de una creciente clientela donostiarra como de la también pujante industria del territorio. Con un capital inicial de cinco millones de pesetas repartido en 10.000 acciones de 500 pesetas cada una, el 9 de octubre de 1899 se celebró la junta constituyente en el Palacio de Bellas Artes de la calle Euskal Herria y ese mismo día le fue otorgada la escritura pública del nuevo banco. Nacía así el Banco Guipuzcoano.
La convocatoria estaba firmada por Ignacio Mercader, Felipe Ugalde, Silvestre Lasquibar, Ramón Machimbarrena y Joaquín Lizasoain y Lizarriturry y Rezola. La mitad del capital social se reservó para el grupo de financieros promotores y la otra mitad fue ofrecida a todas las personas interesadas de Gipuzkoa. La oferta alcanzó tal éxito que la adjudicación de acciones tuvo que realizarse por sorteo entre los solicitantes, pues hubo solicitudes para suscribir 13.051 acciones.
Las primeras décadas de andadura del joven banco no fueron fáciles, pues la primera mitad del siglo XX estuvo marcada a fuego por la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión del 29, la Segunda República y la Guerra Civil españolas, y la Segunda Guerra Mundial, con los consiguientes periodos de grave inestabilidad política y económica, crisis, etc. Pese a ello, el Banco Guipuzcoano consiguió crecer y absorber algunos pequeños bancos locales, a la vez que iniciaba su expansión a otras zonas de España.
Pero el Guipuzcoano se consolidó como banco regional en la década de los 50, al amparo de una coyuntura expansiva de la economía española y guipuzcoana. Con la llegada de los años 60 se inicia un paulatino proceso de liberalización bancaria que culminaría en la siguiente década y que traería una competitividad cada vez mayor, lo que obligó a los bancos a adaptar sus estructuras a los nuevos tiempos. En esta época, el Guipuzcoano se autoimpuso cambios fundamentales en su estructura empresarial, así como en la informatización y en la oferta de nuevos productos, que le permitieron alcanzar altas cotas de productividad.
Esta etapa tiene un nombre propio: José María Aguirre Gonzalo, un ingeniero de Caminos metido a banquero, tanto que presidió el Guipuzcoano durante 32 años, desde 1956 hasta su fallecimiento en abril de 1988. De carácter campechano y trabajador infatigable, fue un hombre enciclopédico y polifacético, además de todo un referente en el mundo bancario español de la época. En 1927 fundó la constructora Agromán, que presidió durante un buen número de años y también fue presidente del Banco Español de Crédito desde 1970 hasta 1983, en que dimitió.
Nueva etapa
A su muerte le sucedió en la presidencia del Banco Guipuzcoano su hijo José María Aguirre González, consejero de la entidad desde hacía cinco años y que permaneció al frente de la misma 21 años, hasta marzo de 2009, en que dejó el cargo «víctima» de los cambios estatutarios que él mismo introdujo en el banco, como comentó con ironía. Efectivamente, fue Aguirre González quien impulsó la reforma de los estatutos del banco que impiden a los consejeros renovar su mandato tras cumplir 70 años. También es ingeniero de Caminos y heredó el talante personal de su padre.
Al frente del Guipuzcoano siempre hizo gala de la prudencia, que no fue incompatible con el fuerte impulso que dio a la segunda gran etapa de modernización del banco, sobre todo a partir de la incorporación de España a la UE en 1986. En esa época en el sector bancario se produjeron movimientos a favor de fusiones, absorciones o acuerdos entre diferentes entidades con objeto de lograr un mayor dimensionamiento y una posición de mayor peso en el mundo económico.
También el Banco Guipuzcoano fue objeto de deseo por parte de otros grupos financieros. Al banco más pequeño de los medianos españoles no le faltaron pretendientes, como por ejemplo Sabadell y Banesto, las cajas vascas o grupos extranjeros como Caixa Geral de Depositos, Banco Espirito Santo, Royal Bank of Scotland, Crédit Agricole, Barklays, Deutsche Bank o BNP Paribas. El propio Aguirre González aseguró en numerosas ocasiones, pues el tema siempre salía a relucir en las ruedas de prensa previas a las juntas de accionistas, que «estudiaremos cualquier oferta que sea interesante», para añadir a continuación que no había negociaciones en ningún sentido.
El intento de compra por parte de Banesto, presidido por un Mario Conde entonces en la cresta de la ola, fue posiblemente el episodio más turbulento de la historia del Guipuzcoano al que tuvo que hacer frente Aguirre González. Sucedió en 1992. Mario Conde expresó su deseo de hacerse con una mayoría del capital del Guipuzcoano a través del Banco de Vitoria. Incluso llegó a asegurar que lograría su objetivo en una semana. Gracias al tesón del consejo de administración, con el apoyo de los empleados y accionistas, Banesto sólo pudo comprar el 8% de los títulos en una demostración desconocida hasta entonces de lucha por la independencia de una entidad.
La entrada de las cajas BBK y Kutxa en el accionariado, el acuerdo con GAN -hoy Groupama- que permitió la entrada del grupo francés de seguros en el capital social y los continuos rumores de fusión o venta son otras situaciones que han quedado grabadas en la historia del Guipuzcoano.
Con la liberalización del mercado de capitales en 1992, el banco apostó por mejorar la gestión y la organización, incrementar la productividad y rebajar los costos, todo ello en un entorno de competitividad cada vez mayor y de estrechamiento del margen financiero, que se ha visto considerablemente agravado por la durísima crisis financiera y económica mundial que se desató en 2007 a cuenta de las hipotecas 'basura' en la banca estadounidense.
En marzo de 2009, a José María Aguirre González le sustituyó en la presidencia del banco Javier Echenique, ex director general del BBV, donde representó un papel clave en la fusión con Argentaria. La renovación en la cúpula del Guipuzcoano alcanzó también a la vicepresidencia, donde Antonio Serrats sustituyó a Alfredo Lafita, e Iñaki Azaola fue nombrado nuevo director general en sustitución de Juan Luis Arrieta. Asimismo, Aguirre González fue designado presidente de honor de la entidad.
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