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TERESA FLAÑO
Sábado, 3 de julio 2010, 04:53
Entre lo onírico y la abstracción, entre la sorpresa y lo irreal gira la exposición 'El silencio del vacío. Visiones de un mundo comestible' recientemente inaugurada en la Sala Kutxa Boulevard. Pero no puede ser más tangible y realista porque la muestra está compuesta por productos comestibles. Enrique Fleischmann y Borja García Argüelles trabajan en el laboratorio, en la sección de I+D de Akelarre, ellos imaginan platos imposibles que luego convierten en realidad. El fotógrafo Juantxo Egaña se ha unido a ellos para plasmar estas creaciones en imágenes, en concreto en 15, porque la exposición incluye además libros con papel de pera que se pueden comer, y otras se presentan en directo como unas caracolas de azúcar o los esqueletos de anchoa. También hay plumas comestibles porque están hechas de cabello de ángel y para darles un toque surrealista se han introducido en una jaula. En pequeñas cajitas hay unas joyas de pequeñas dimensiones. Al mirar con atención se descubre que son chipirones teñidos con cobre comestible. El texto de Pedro Subijana que acompaña a la exposición es claro: «Cuando se habla de cocina, todo el mundo piensa enseguida en recetas, ingredientes y plato terminado. Pero hay muchas más cosas que la cocina tiene y proporciona, además de placer. Algunas bonitas sin más. Quizás necesitan un poco de explicación, un poco de perspectiva o incluso no cuestionarse nada, sólo disfrutar de su belleza».
Y es que nada parece lo que realmente es en las fotografías, cuyas dimensiones oscilan entre los 50 centímetros y el metro 20 de ancho. Un huevo con relieve es agua helada; un elemento que parece una mezcla entre caviar y líquenes está compuesto en realidad de pequeñas bolitas de yema y clara, ingredientes que también configuran unos dibujos que parecen los que dejan las olas sobre la arena. Unas negras piedras de carbón son pimientos y la piedra lunar es mozzarella. Una especie de pisapapeles es gelatina con ingredientes dentro, entre ellos perejil. El fotógrafo Juantxo Egaña había trabajado antes con comida, «pero nunca con esta espectacularidad y complejidad». La dificultad se encontraba tanto en el concepto como en la factura. «Había momentos casi únicos, por ejemplo hay unos arbolitos de gelatina a los que se ha inyectado colores como el verde, logrado con perejil, el naranja con soja y el gris con ajos. Había que pillar el momento en que los líquidos se expandían. En otras ocasiones he intentado dar un aspecto diferente a las imágenes para crear visiones diferentes. Para ello he realizado un intenso trabajo de iluminación. En algunos casos he llegado a emplear cinco lámparas diferentes».
También se ha incluido un vídeo sobre una piperrada donde la abstracción corre a cargo de las gotitas de pimiento rojo, verde y tomate.
Ya lo dice Subijana: «Imagina un mundo diferente, un mundo en el que todo, absolutamente todo, se pudiera comer...».
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