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BENITO URRABURU ENVIADO ESPECIAL
Viernes, 23 de julio 2010, 11:47
La niebla cubría las dos subidas que conducen al Tourmalet, su cima. La gran jornada pirenaica quedó más marcada por la caída de Samuel Sánchez y por el ataque de Carlos Sastre, que por una nueva sesión retrospectiva de ascensión conjunta por parte de Andy Schleck y Alberto Contador. Después de las veces que se han visto las caras durante la carrera no es probable que se vayan de vacaciones juntos. Porque de nuevo, son amigos.
De hecho, Contador regaló una victoria mítica, algo parecido a lo de Lance Armstrong con Marco Pantani en el Mont-Ventoux (2000), aunque con diferentes connotaciones. Aquello fue un reconocimiento a una trayectoria y lo que hemos visto en esta montaña ha sido un lavado de afrenta por lo sucedido en el puerto de Bale.
Contador no disputó el final de etapa cuando iba más fresco que su rival, al que había atacado a 3.800 metros de la meta. Intento inútil. El pequeño de los dos hermanos le tiene cogida la medida a Alberto, que no es capaz de soltarle. Ese ataque y el ritmo que puso Andy a falta de diez kilómetros para dejarles solos acabó siendo lo más emocionante que presenciamos. Ellos se jugarán la carrera porque la brecha en la general ya es importante. Ni con averías de por medio les podrá superar nadie.
Están, desde hace mucho tiempo, en su Tour, que es distinto al de los demás. El Tourmalet, su leyenda, sus historias, se nos ha quedado en eso, en recuerdos para alimentar nuestras ilusiones, para deleitarnos con otros tiempos pasados que no volverán.
Andy Schleck está lejos todavía de ser considerado el nuevo Poulidor, pero está en camino de conseguirlo. Podría sumar dos segundos puestos en el Tour y uno en el Giro. Se entregó subiendo dando todo lo que tenía dentro. Sí le hubiese quedado algo de fuerza habría atacado con más consistencia.
Resultaría interesante conocer el momento en el que Andy Schleck se dio cuenta, o bien cuando se lo dijo alguien con sensatez, que estaba condenado a ser segundo y lo mejor era sacar la mayor rentabilidad a ese puesto. Es lo que ha hecho. Dos hombres ruedan unidos hacia la cima de un coloso que mantiene algunas de sus inquietudes, no todas, frente a unos ciclistas que subieron como pudieron. No hay diferencias de escándalo como las de hace unos años. Los quince primeros de la etapa estuvieron en poco más de tres minutos. Son datos más que ilustrativos de lo que lo vimos.
Decíamos que todo quedó marcado por la caída de Samuel Sánchez, que no le impidió aumentar su ventaja sobre Menchov en la general a 21 segundos, tras padecer una zozobra inicial que aguantó acompañado de todo su equipo. Le llevaron al pelotón en volandas. Llegó a perder dos minutos.
Escapada de Sastre
Cuando Samuel llegaba, Carlos Sastre se había metido en uno de esos entuertos que no terminan de entenderse y que finalizó con 130 kilómetros de escapada en solitario por el Marie Blanque y el Soulor para acabar enterrado, deportivamente, a los pies del Tourmalet. Contador habló con Sastre. «Le he dicho que había una caída grande detrás, se ve que no le apetecía parar y ha continuado», dijo el líder.
Lo hizo por amor propio puesto que de Sastre puede pensar cada uno lo que quiera, pero hay una cosa cierta: no es tonto. Había estado merodeando en cabeza del grupo y decidió seguir. Nadie mejor que él sabía que ganar la etapa era casi imposible. ¿Por qué lo hizo? Quizá porque está harto de tanto gesto. No atacó, se limitó a poner un ritmo y su marcha hacia delante no perjudicó a nadie. Hay demasiada gente, periodistas, ex corredores, que creen estar en posesión de la verdad. El ciclismo es el deporte más individualista que hay.
Contador no quiere dar el Tour por ganado. «Ataqué porque me encontraba bien. Más que ganar la etapa me importaba vencer en París. A los dos nos venía bien la escapada para sacar más tiempo a los rivales que teníamos detrás». La estrategia de Alberto Contador desde que aparecimos en los Alpes ha tenido siempre un referente por sí las cosas no marchaban como él esperaba: la contrarreloj final. No quiso decir qué es lo que le había dicho Andy cuando atacó. «Son cosas que se hablan en carrera y ahí se quedan».
Llegar como líder a la contrarreloj le permitirá conocer los tiempos de sus rivales «y eso me da tranquilidad, es una ventaja. No he perdido tiempo y las sensaciones son buenas». La televisión francesa reunió al finalizar la etapa a Lance Armstrong, al presidente Nicolás Sarkozy, Andy Schleck y al líder. Contador y el americano ni se miraron a la cara, mientras Sarkozy le preguntaba a Contador «¿cuál es el secreto del deporte español para conseguir tantos triunfos?».
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