Secciones
Servicios
Destacamos
JOSEP RIVERA
Viernes, 23 de julio 2010, 03:54
Se cumplen más de treinta años desde que Kees Olie descubrió en 1977 la presencia de dioxinas en las emisiones de una incineradora de residuos municipales en Holanda. Las consecuencias han dado pie a un gran número de estudios y discusiones que justifican la necesidad, más que nunca, de abordar este tema con el máximo rigor. Las afirmaciones sobre la eventual influencia sobre el medio ambiente o sobre la salud humana, no siempre debidamente justificadas, han influido en la toma de decisiones sobre las soluciones a adoptar en el campo de la gestión de los residuos.
A partir de entonces la historia de las dioxinas ha venido marcada por sucesos como la explosión en la planta ICMESA de Roche en Seveso el año 1976. Ya entre los años 1961 a 1971 el ejército americano dispersó mas de 170 kilos de dioxinas sobre Vietnam al pretender destruir la selva con herbicidas que contenían la dioxina como impureza. El caso de los 'pollos belgas' en 1992, en que la presencia de dioxinas (y de PCBs) en piensos llegó a influir en el resultado de las elecciones en Bélgica. Uno de los episodios paradigmáticos de envenenamiento de toda una familia por ingestión de dioxinas fue detectada en Sevilla en 1982, a causa de haber ingerido aceite que había sido almacenado en un bidón reutilizado que había contenido un disolvente contaminado. Y recordemos el caso del presidente de Ucrania Victor Yuschenko que, en 2004 ingirió aceite que había sido contaminado intencionadamente con dioxinas, en un intento criminal de impedirle presentarse a las elecciones.
Ya en 1977 se describía que las dioxinas que se formaban en la incineración pueden ser destruidas en los hornos si se alcanzan temperaturas superiores a los 850ºC, pero pueden volverse a formar al enfriar los gases generados al ser tratados antes de ir a la chimenea. Ello favoreció en esta época el inicio del desarrollo de instrumentos y metodologías para medir estos compuestos. Pronto se pudo constatar que las dioxinas se encontraban en el aire, en los suelos, en los sedimentos, en los seres vivos. y se supo que las dioxinas que se medían estaban compuestas de más de 400 compuestos similares en estructura, 17 de las cuales presentan los efectos de toxicidad aguda que se describió en animales. Estas 17 dioxinas (y furanos) tóxicas presentan entre ellas una relación cuantitativa diferente según el origen de su formación.
También se descubrió que diferentes procesos, además de la incineración, son responsables de la formación de las dioxinas y de los furanos. Entre ellos, el blanqueo de la pasta en la fabricación de papel es responsable de la contaminación por dioxinas de amplios espacios acuáticos (el mar Báltico); la fabricación de ciertos plásticos (el cloruro de vinilo, PVC); la fabricación de ciertos pesticidas y herbicidas (el 2,4 T en Vietnam; los bifenilos policlorados (PCBs), ampliamente utilizados en los transformadores.
Se ha investigado las proporciones relativas de las 17 dioxinas y furanos tóxicos según el origen de su presencia y se ha concluído que, por ejemplo, las dioxinas que provienen de un incinerador contiene más furanos que dioxinas, mientras que un fango o un sedimento contienen, en general, más dioxinas que furanos. Desafortunadamente, no es necesaria la intervención de una incineradorapara encontrar estos compuestos. La situación es tal que, en la actualidad, es más frecuente encontrar dioxinas en zonas afectadas por otro tipo de actividades (relacionadas o no con procesos térmicos), ya que las incineradoras figuran entre las instalaciones más controladas en lo que concierne a este tipo de contaminantes.
Se ha desarrollado una legislación que limita la cantidad de dioxinas y furanos que se permite emitir por una chimenea, y es un hecho que los estudios de impacto alrededor de las plantas incineradoras que cumplen esta limitación no permiten diferenciar los niveles en suelos, vegetales, aire o fluidos biológicos en las áreas que pueden estar sujetas a la influencia de la planta de los que estarían fuera de su área de influencia.
Las exigencias de fiabilidad en los resultados no han cesado de aumentar. Actualmente el uso de un sistema internacional de acreditación, de uso de materiales de referencia, de ensayos interlaboratorio, etc., han puesto los resultados obtenidos en las determinaciones a un nivel de máxima confianza. En lo que concierne las medidas efectuadas en la chimeneas de las incineradoras de residuos urbanos se ha desarrollado la metodología hasta conseguir un control permanente de las emisiones gracias a captadores en continuo cuya implantación se intenta generalizar.
Es frecuente escuchar en foros públicos voces de alarma que alertan de la toxicidad de la dioxina centrando el razonamiento en afirmaciones como: «hoy en día la principal fuente de emisión de dioxinas radica en la incineración de residuos». Este tipo de afirmaciones no justificadas impiden el establecimiento de un debate constructivo, en el cual se establezca el lugar que le corresponde a las incineradoras de residuos urbanos. No es este ni ahora el lugar en que habría que señalar la lista de otros procesos e instalaciones que generan cantidades realmente significativas de dioxinas y que se ignoran sistemáticamente en todos aquellos debates. A título de ejemplo basta recordar que se acepta generalmente que la cantidad de dioxinas emitidas a la atmósfera por la explosión en Seveso se sitúa alrededor de los 20 kilogramos de equivalente tóxico mientras que una incineradora de tamaño medio cumpliendo los límites de emisión a la atmósfera emite cantidades que oscilan entre los 25 a 50 miligramos de equivalente tóxico, en el peor de los casos. A los que habría naturalmente que añadir las cantidades retenidas en las cenizas volantes y que hay que disponer en una descarga de seguridad (entre 1 a 2 gramos EQT/año).
El debate sobre la importancia de la presencia en el medio ambiente de los contaminantes persistentes del Convenio de Estocolmo es demasiado importante para reducirlo a esgrimir argumentos obsoletos que conciernen además una pequeña parte de la cuestión. Actuando de esta manera se escamotea la causa verdadera de la presencia de estos compuestos y se pierde la ocasión de acometer un verdadero debate sobre la solución actuando sobre las fuentes que verdaderamente los están creando.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.