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Espectadores en el Chofre, como los que presenciarían el trágico festejo. :: KUTXA FOTOTEKA
«Fuimos de fiesta y volvimos de entierro»
LA CALLE DE LA MEMORIA

«Fuimos de fiesta y volvimos de entierro»

1904 Un tigre, un toro y el cuerpo de miqueletes sembraron de tragedia la plaza del Chofre

MIKEL G. GURPEGUI

Sábado, 24 de julio 2010, 04:19

Mañana tendrá lugar en la plaza de toros el sugestionador, atrayente y esperado espectáculo de la lucha del tigre y el toro -leemos la víspera en El Correo de Guipúzcoa-. Medio San Sebastián ha desfilado por el circo taurino y se ha convencido de que se trata de dos verdaderas fieras que se hallan dispuestas a hacerse polvo mutuamente».

Llegaba uno de los episodios más negros y extraños de nuestra ciudad. Ya saben, el tigre que no ataca al toro, el astado que embiste, la jaula que se rompe, el tigre que asoma, un momento de pánico, los miqueletes que empiezan a disparar contra el tigre... y acaban hiriendo a una quincena de espectadores, de los que uno fallece (Juan Pedro Lizarriturry). Como alguna otra vez ya hemos evocado aquella inenarrable escena, permítanme que hoy la recreemos siguiendo diversos fragmentos publicados al respecto por El Correo de Guipúzcoa el 26 de julio de 1904, aún en caliente, con más sentimiento que datos.

Dolor. «El triste suceso acaecido anteayer por la tarde en la nueva plaza de toros ha dejado en muchas familias amargos recuerdos, en algunos hogares dolores inextinguibles. Alegres, satisfechos, sonrientes marchaban todos a la plaza, deseosos de gozar con el espectáculo tanto tiempo atrás anunciado con la salvaje lucha del tigre 'César' con el toro 'Hurón', de la ganadería de Carreros».

Fiesta. «¡Pobres hermanos nuestros, que fueron a solazarse un rato y se encontraron con un balazo!». «Fuimos de fiesta y volvimos de entierro».

Imprudencia. «La sangre ha corrido en la plaza de toros, vertida por las balas Maüsser de la fuerza pública, que con gravísima e injustificada imprudencia rompió, no sabemos por orden de quién, un fuego graneado contra el tigre que yacía agonizante en el ruedo a la puerta misma de la jaula».

La jaula. «Hemos visto el informe facultativo dado por los ingenieros Carrasco y Sartasola cuando fueron previamente llamados a reconocer las condiciones de resistencia de la jaula en que debían luchar el toro y el tigre. En dicho informe, se señalaba como punto débil y sin condiciones de seguridad la puerta que, cediendo el domingo al empuje del toro, permitió que las fieras pudieran salir de la jaula». «En primer término es culpable la autoridad, que después del precitado informe (...) no ordenó a los mismos ingenieros o a otras personas peritas que volvieran a reconocer la jaula y vieran si se había, o no, cumplido la reforma señalada como necesaria».

Miqueletes. «El gobernador celebró una conferencia con el jefe de miqueletes y probablemente se ocuparían de averiguar las causas que obligaron a la fuerza de aquel cuerpo a hacer fuego sobre la fiera».

Rebote. «Nadie ignora la extraordinaria velocidad y el terrible alcance de los fusiles Maüsser. Es difícil, dificilísimo, casi imposible, que pueda anularse el movimiento de sus proyectiles en una distancia tan exigua como el ruedo de una plaza de toros, sobre todo si el tiro no se dirige normalmente, sino en ángulo agudo (...). Hallándose atestados de gente los tendidos y gradas de frente a los tiradores, por fuerza habían de ocurrir desgracias merced al efecto rebote de las balas, aún suponiendo exacta la puntería, que tampoco lo fue, tal vez por el aturdimiento y la precipitación con que se hicieron los disparos».

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