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MARÍA JOSÉ CANO
Viernes, 27 de agosto 2010, 09:49
Si el gran pianista Krystian Zimerman tiene un heredero, éste es, sin duda, Rafal Blechacz (Naklo, 1985). Polaco como él, el joven intérprete ha sido alabado y recomendado por su compatriota como ningún otro. Hoy llega por primera vez a San Sebastián, después de haber pisado los mejores escenarios del mundo, firmar un contrato exclusivo con la discográfica Deutsche Grammophon y recoger las mejores críticas.
- Su biografía es impresionante. Con sólo 25 años arrasó en el Concurso Chopin en 2005 haciéndose con todos los premios y ahora, en julio, ha conseguido el prestigioso Premio Internacional de la Accademia Chigiana. ¿Cómo lo hace?
- No lo sé. Creo que lo más importante es amar la música y ser totalmente natural, tanto a la hora de interpretar obras como en la vida. Quizá también influya que pienso que hay que tener en cuenta las intenciones y las sugerencias de los compositores a la hora de crear sus obras, pero aportando a la vez cosas nuevas.
- ¿Diría que el secreto de su éxito es fruto de unas cualidades innatas o de una férrea disciplina?
- Creo que la disciplina es importante; hay que practicar todos los días y de una forma sistemática. Luego también está el desarrollo del repertorio, aprender nuevas obras y estilos. Como pianista no debes ceñirte sólo a la música romántica, sino también ejecutar obras del Barroco, como las de Bach, o del Impresionismo. Y tocar el órgano. En mi caso es mi segunda pasión y conecta directamente con mi niñez, cuando escuchaba este enorme instrumento al ir a la iglesia. Me impresionaba. Luego me di cuenta de que mi instrumento era el piano, pero todavía ahora me gusta volver a mi pueblo, una pequeña localidad de 22.000 habitantes al noroeste de Polonia, Naklo, y escuchar el órgano.
- ¿Cuándo supo que quería ser pianista?
- Empecé con 5 años, pero enseguida, con 7, fui a estudiar a Bydgoszcz, cuya escuela de música tiene el nombre de Rubinstein.
- Supongo que para llegar donde está habrá tenido que sacrificar cosas. ¿Considera su vida normal?
- Sí. Mi vida es muy normal. Nunca he sido infeliz por tener que tocar el piano, todo lo contrario. Desde niño es lo que me hacía sentirme mejor. Hoy en día todavía mantengo a mis amigos de la infancia, pero mi felicidad me la da el piano.
- Zimerman, Rubinstein, Paderewski. ¿Qué tiene Polonia para dar tan buenos pianistas?
- No sabría contestarle, porque además el piano es una actividad muy individual y hay muchos grandes pianistas no polacos que tocan maravillosamente bien Chopin, como Maurizio Pollini o Martha Argerich.
- Parece que siga los pasos de un compatriota suyo, Krystian Zimerman. Desde su triunfo en 1975 en el Concurso Chopin no lo había ganado ningún polaco y él también ganó en 1985 el galardón de la Accademia Chigiana. ¿Ve cosas en común con él?
- Zimerman es uno de mis pianistas favoritos, y ya lo era antes de que yo ganara el Concurso Chopin. Tengo buena relación con él. Cuando gané el certamen me envió una carta de felicitación y se ofreció para ayudarme en un momento que yo, además, consideraba difícil, puesto que me llamaban los agentes y los medios de comunicación y no sabía cómo moverme en ese mundo. Él me aportó su experiencia. Me invitó a su casa de Basilea y trabajamos cinco días. Fue muy importante. Seguimos en contacto.
- Hoy se estrena en San Sebastián con música de Szymanowski, Debussy y Chopin. ¿Por qué este programa?
- Escogí dos compositores polacos y un francés para mostrar las diversas relaciones que hay entre ellos. Szymanowski no es tan conocido como Chopin, pero es muy interesante por las emociones que transmite y por sus armonías. A su vez, es un poco impresionista, como Debussy y lo que quiero es mostrar las conexiones que existen entre Debussy y Szymanowski y entre éste y Chopin.
- Incluir a Chopin tras convertirse en un intérprete de referencia de su música y siendo su aniversario, era casi una obligación.
- Claro. Yo suelo dedicar la segunda parte de mis conciertos a un compositor y la primera la reparto entre varios. Además, la gente siempre espera que toque Chopin por mi vinculación con él.
- Dicen que combina la energía y el entusiasmo de la juventud con una madurez inusual para su edad. ¿Qué opina cuando escucha estos halagos? ¿Le influyen las críticas?
- Lo que realmente me importa es que la gente esté contenta con mis interpretaciones. De hecho, más que las críticas me aportan mucho mis estudios de filosofía, concretamente los de estética de Ingarden. Me ayudan a buscar otras interpretaciones, nuevos aspectos y a buscar la identidad de la música.
- ¿Sigue algún tipo de preparación especial antes de dar un recital?
- Practicar y conocer bien la acústica de la sala. Trabajo junto con el afinador en intentar concordar la entonación del piano con la acústica. Buscamos que la combinación de todo esté cuidada para conseguir los mejores resultados.
- Tiene sólo 25 años. ¿Escucha algo más que música clásica? ¿Acude a conciertos?
- A veces cuando voy en el coche escucho la música que ponen en la radio, pero no es lo habitual. En general, sólo escucho música clásica. Y sí, voy a conciertos. Además del que he mencionado de Zimerman, escuché a Pollini en Salzburgo y una ópera dirigida por Gergiev en Tokyo hace cuatro años. Viajo bastante y no tengo tiempo de hacer mucho más. Y voy a mis conciertos claro (risas).
- ¿Alguna afición más?
- La música es lo más importante de mi vida, pero también estoy interesado en la filosofía. Por lo demás, mi vida es totalmente normal: veo la televisión, alguna película y leo libros. También me gusta conducir y cuando toco por Europa normalmente voy en coche con mi familia y conducimos mi padre y yo. Hemos venido a San Sebastián todos, con mis padres y mi hermana.
- ¿Cómo se plantea el futuro?
- Me gustaría desarrollar mis cualidades, tanto a nivel técnico como musical. A medida que hago nuevos repertorios voy mejorando. También me importa mucho el contacto con el público y conocer nuevas salas con sus acústicas. Estoy muy ocupado, y tengo muchas peticiones de conciertos hasta 2012.
- Sin embargo, no da muchos conciertos al año. ¿Por qué?
- Toco un máximo de cuarenta conciertos al año entre recitales solo y con orquesta. Es mi tope y no quiero más. Necesito tiempo para estudiar y preparar nuevos programas.
- ¿Qué retos se plantea?
- Mi sueño desde el principio era tocar en público por el mundo. Desde que gané el Concurso Chopin lo he conseguido. Cara al futuro, me gustaría abordar nuevos repertorios, algo en lo que, sin duda, me ayuda el contrato que tengo con la Deutsche Grammophon, y sobre todo deseo disfrutar de la música, de mi trabajo y de la vida.
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