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ARANTXA ALDAZ aldaz@diariovasco.com
Sábado, 2 de octubre 2010, 12:19
El posible caso de dopaje de Alberto Contador, que el ciclista atribuye a «una intoxicación alimentaria por comer carne contaminada con clembuterol» procedente de un comercio de Irun, ha dejado muchas preguntas en el aire, pero hay varias al margen del aspecto deportivo que preocupan especialmente a los consumidores guipuzcoanos. ¿Qué calidad tiene la carne que se vende en los establecimientos? ¿Qué tipo de controles sanitarios pasan los productos cárnicos? ¿Se utilizan aditivos ilegales para el engorde de los animales? ¿Qué consecuencias puede tener para la salud el consumo de un producto en el que se detectan sustancias prohibidas?
El clembuterol, la sustancia encontrada en cantidades ínfimas en un análisis de orina al ciclista español, pertenece a la familia de los beta agonistas, que no están autorizados en el tratamiento de animales productores de alimentos. Sí está permitido para el tratamiento de enfermedades respiratorias del ganado equino no destinado a la producción de carne. Tiene efectos broncodilatadores y provoca un mayor desarrollo muscular del ganado ya que convierte la grasa en músculo, con consecuencias adversas si se somete a los individuos a dosis suficientes, explican fuentes sanitarias.
Este aditivo ilegal, además de otras muchas sustancias permitidas para uso veterinario, se rastrea desde 1990 en las muestras que toman los inspectores de Seguridad Alimentaria del Gobierno Vasco, responsables del control de los productos cárnicos en toda la cadena alimentaria, en colaboración con las Diputaciones. Según datos de la Sanidad pública vasca aportados a este periódico, la última detección de clembuterol correspondió a un lote de animales sacrificado el año pasado, procedente de una explotación de Castilla y León. Ese positivo aislado rompió la tendencia de los últimos diez años en los que se había dado por desaparecida la presencia de esta sustancia en la carne de consumo, ya que no se detectó en ninguno de los análisis.
Nada que ver con la situación que se vivió a principios de los noventa, cuando saltaron las alarmas por el uso generalizado de esta sustancia ilegal. En los dos primeros meses de 1992 se produjeron en Euskadi diversos brotes de intoxicación por consumo de hígados de vacuno que contenían elevados niveles de residuos de clembuterol, en los que varias familias resultaron afectadas. En concreto, 29 personas resultaron intoxicadas en siete brotes en 1992, con cantidades del aditivo de entre 1 y 50 nanogramos por litro de sangre, muy superior al nivel encontrado en el análisis de Contador (5 picogramos por litro). Como consecuencia, se puso en marcha un plan de vigilancia intensiva para controlar los residuos de esta sustancia en ganado vacuno con objeto de evitar nuevas intoxicaciones. El aumento de los controles obtuvo su recompensa ya que a medida que se intensificaron también descendieron las contaminaciones hasta su práctica desaparición.
«Carne de calidad y segura»
El caso Contador «no puede poner en cuestión la situación sanitaria de la carne porque es óptima», asegura Javier García, jefe de Seguridad Alimentaria del Gobierno Vasco. De hecho, añade rotundo, los productos cárnicos «son uno de los alimentos más seguros, porque son los más controlados y cuentan con una trazabilidad muy detallada», especialmente tras la crisis de las vacas locas que supuso un antes y un después en los controles.
Un equipo de cien personas, a los que hay que sumar los técnicos de las diputaciones, se encarga de garantizar el buen estado de los alimentos en Euskadi. En lo que respecta a la carne, se toman un millar de muestras al año, de forma aleatoria o tras detectarse una partida sospechosa, en los diferentes puntos de la cadena de distribución (desde la explotación ganadera hasta el minorista que vende el producto). En el caso de las partidas procedentes de otras comunidades o de países extranjeros, los inspectores ponen la lupa en las cámaras de refrigeración donde se almacena la carne antes de su distribución. En la actualidad, más de la mitad de la carne que se consume en Euskadi se sacrifica en mataderos de lugares fuera de Euskadi. Del resto, sólo una cuarta parte procede de granjas autóctonas.
Sólo un 1% de ese millar de muestras arroja un resultado positivo, es decir, destapa alguna sustancia no apta para el consumo. Según explica García, la mayoría son fármacos legales (antimicrobianos) que se utilizan para tratar al animal enfermo y alguna vez se detectan sustancias no permitidas (por ejemplo, corticoides en toros de lidia, indica). ¿Cabe la posibilidad de que exista entonces un mercado negro de productos ilegales para el engorde del ganado que se escape del control sanitario oficial? «Es difícil -afirma García-. El propio sector cárnico es el primer interesado en denunciarlo por interés comercial».
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