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I. E.
Viernes, 8 de octubre 2010, 04:51
Mario Vargas Llosa representa el tipo de escritor al que se ha llamado comprometido siguiendo la estela de Jean-Paul Sartre. Es una figura muy del siglo XX, cuando aún se creía que los intelectuales estaban más cerca de la verdad por su mejor preparación, y se subían al estrado, aunque luego cometieran errores garrafales, como su apoyo a dictaduras, por lo general, de signo comunista. Hoy, su poder de influencia ha disminuido, si no desaparecido. Pero hay algunos que insisten, Vargas Llosa entre ellos, tanto que llegó a presentarse en 1990 a la presidencia de Perú. Enfrente tuvo a Alberto Fujimori, cuyo populismo derrotó el discurso más elitista del escritor, que antes y después ha tenido un largo recorrido político, desde el marxismo a posiciones afines al liberalismo clásico.
Mientras estudiaba en la Universidad San Marcos de Lima, en 1954, participó en una célula estudiantil del Partido Comunista Peruano, entonces en la clandestinidad. Año y medio más tarde se afilió al Partido Demócrata Cristiano hasta que lo dejó en 1960 por su tibieza a la hora de apoyar la revolución cubana.
Su estancia en París determinó un nuevo giro a la izquierda. Allí se encontró con Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, muy cercano al régimen de Castro. Vargas Llosa escribió reportajes sobre la nueva situación cubana y participó como miembro del jurado de premios oficiales, como el Casa de las Américas. Pero fue el primero en distanciarse del castrismo, cuando detuvieron en 1971 al disidente Heberto Padilla.
A partir de ese momento comenzó su viaje al liberalismo, luego realizado por muchos otros intelectuales. Cambió a Sartre, ídolo de su juventud, por Albert Camus, e integró en su panteón ideológico al economista Friedrich Hayek y a los filósofos Karl Popper e Isaiah Berlin, ambos muy críticos con el totalitarismo, y el segundo también con el nacionalismo.
Víctimas de ETA
Convertido ya en un liberal oficial, Vargas Llosa expresó su admiración a Margaret Thatcher, lo que le granjeó no pocos enemigos entre la 'intelligentsia' cultural. Después de perder en las elecciones peruanas, el escritor se prometió a sí mismo no participar en ninguna actividad partidista, una promesa que incumplió al apoyar el nacimiento del UPyD de Rosa Díez y de su amigo Fernando Savater en 2007.
El nuevo Nobel ha mostrado siempre su cercanía a las víctimas de ETA y, como los viejos intelectuales, interviene en los asuntos de actualidad. Sus últimas andanadas se han dirigido al Gobierno de Zapatero y a sus posiciones, para él demasiado transigentes, con los nuevos gobiernos populistas de Latinoamérica, como el del venezolano Hugo Chávez y el del ecuatoriano Evo Morales, además de su tibieza con el régimen castrista.
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