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EDITORIAL

Un Nobel en prisión

El premio de la paz al disidente Liu Xiaobo interpela a China por la vulneración de los derechos humanos

PPLL

Sábado, 9 de octubre 2010, 05:24

Se cumplió el pronóstico, muy debatido en función del nivel de audacia con que actuaría el Comité Noruego, y el Premio Nobel de la Paz ha sido justamente concedido al disidente político chino Liu Xiaobo. La atribución reconoce su tenaz trabajo, siempre pacífico, en pro de la instauración de una Constitución democrática y por el respeto a los derechos del hombre en el gigante asiático. Pero también envía un nítido mensaje político, como ya hiciera el jurado hace un año otorgando la distinción a Barack Obama, al homenajear a quien en estos momentos purga once años de prisión por inspirar el documento conocido como 'Carta 08', una razonada petición de reforma pacífica del régimen de Pekín y sus leyes constitutivas. Es difícil encontrar un Nobel de la Paz más elocuente que éste, concedido a un hombre que se encuentra arbitrariamente privado de libertad por decisión de los jerarcas comunistas dispuestos a flexibilizar el marco en el que opera una economía cada vez más poderosa, pero no a acompañar ese progreso de una sincera apertura a la democracia; y ello por más que China firmara en su día el Pacto Internacional por los Derechos Civiles y Políticos de la ONU, reconocidos en el retoque constitucional de 2004, y por más que el ala reformista y tecnocrática del Gobierno apueste por una cierta tolerancia, siempre bajo control. Era poco menos que inevitable que, desde su lógica interna, el régimen se revolviera contra un premio que le interpela tan directamente sobre la vulneración de las libertades ciudadanas. Pero su airada reacción, agudizada por el unánime aplauso al gesto del Comité Noruego, vuelve a ofrecer la imagen de un régimen esclerotizado frente a las exigencias para que rebaje su política represiva y deje de ahogar a la disidencia, cuya voz, como la de Liu Xiaobo, corre el riesgo de quedar silenciada ante la indiferencia de una sociedad cada vez más próspera y de una comunidad internacional que ha priorizado sus intereses hacia China. La cuestión no es exigir ahora la obligada liberación de aquel al que el Nobel ha convertido ya en símbolo planetario de la paz. Sigue siendo la de recordar que nunca debió ser encarcelado.

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