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JAVIER MEAURIO
Miércoles, 3 de noviembre 2010, 03:03
«Ha sido increíble conocer in situ el territorio mozambiqueño de Muganzine, sobre el que hemos diseñado nuestro proyecto 'Innovar desde lo tradicional', un plan de saneamiento y habitabilidad. Solo habíamos tenido a Google como información y ahora hemos hablado con la gente que vive y trabaja allí», señala Koldo Tellería, profesor de la Escuela de Arquitectura de la UPV y director del equipo ganador del I Concurso Nacional de la Fundación Cear-Habitáfrica.
Irene Donoso, de Getxo; Guillermo Sánchez, de Irun; Ainhoa Guerras, de Donostia; y Patricia Palomar, de Sopelana -alumnos de 4º y 5º de Arquitectura- forman el equipo ganador que se ha impuesto a otros 46 grupos de universidades de arquitectura e ingeniería de todo el Estado, aunque al final fueran 26 los que presentaron sus trabajos.
Aseguran que lo mejor del premio ha sido ese viaje de cuatro semanas que han realizado a Mozambique entre septiembre y octubre y que les ha permitido conocer, además de Muganzine, las principales ciudades del país africano: Maputo, Beira, Nampula, Quelimane y Pemba. «El centro colonial de estas urbes se encuentra en buenas condiciones, pero fuera de él sólo existen barrios de chabolas que no cumplen condiciones de habitabilidad», señalan.
Trabajo de sensibilización
El concurso de agua, saneamiento, y actuación urbanística para la mejora de la habitabilidad en el distrito de Muganzine nace como una actividad de sensibilización dentro del Convenio de Cooperación al Desarrollo establecido entre la Fundación Cear y la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aeci), financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
«Hemos marcado una estrategia a seguir en un territorio con una extensión semejante al área Donostia-Errenteria-Oiartzun, en el que viven 3.000 personas y que cuenta con unos servicios mínimos sanitarios y educativos. Nuestro trabajo forma parte de un gran proyecto que pretende que la gente no abandone estos grandes espacios rurales y se traslade a los arrabales de las grandes ciudades. Para eso se necesitan lugares habitables, con pozos de agua, duchas públicas, lavaderos, letrinas y con un sistema de construcción que puedan llevar a cabo los habitantes de la zona. Claro que la decisión corresponderá en último lugar al gobierno mozambiqueño, que no parece estar en este momento por la labor», señala Tellería. Es por esto por lo que parece muy clara la necesidad de «sensibilizar y abrir los ojos» a las autoridades de Mozambique, «para que contemplen la necesidad de estas intervenciones», subrayan.
Aquí surgen los diferentes modos de ver las cosas. Mientras que el Gobierno del país africano defiende construcciones de hormigón con techos metálicos y rechaza la paja o el bambú para los tejados, el equipo de la UPV y los arquitectos europeos piensan que «son los propios mozambiqueños de las zonas rurales los que mejor saben lo que les conviene y cuáles son sus necesidades». Otro problema nace con las letrinas, ya que la utilización de las heces para convertirlas en abono, algo normal para el mundo occidental, resulta un tema tabú en la cultura africana.
El número de pozos, de letrinas, de escuelas, dispensarios o el de viviendas necesarios para Muganzine depende del total de habitantes que contemple la futura área de intervención y queda abierto en el estudio de Arquitectura de la UPV.
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