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JAVIER GUILLENEA
Sábado, 6 de noviembre 2010, 09:56
A finales de 2009 se produjo un fenómeno extraño en Euskadi. La sociedad vasca se vio afectada por una especie de psicosis que se extendió rápidamente a todos sus integrantes. Aquejados por este mal, los vascos se sumieron en un estado de pesimismo generalizado que les hizo buscar ayuda con urgencia. Lo prioritario para ellos no era dinero o trabajo. Buscaban afecto. Por eso dirigieron sus miradas hacia su familia y sus amigos, donde encontraron el consuelo que necesitaban.
La existencia de esta psicosis ha sido detectada en la Encuesta de Condiciones de Vida que presentó ayer el Eustat. El estudio, que comenzó a elaborarse en 1989 y se repite cada cinco años, proporciona información detallada sobre las condiciones de vida familiar, individual y del entorno en las que se desarrolla la existencia de los ciudadanos del País Vasco.
A finales de 2009 los encuestadores del Eustat empezaron a entrevistar a más de 7.000 personas. Era un momento especial, en aquellos meses la crisis comenzaba a llamar a nuestras puertas y los medios de comunicación reflejaban la caída de todos los indicadores económicos. «La sensación de pérdida y desequilibrio era muy fuerte, lo que produjo una especie de catarsis colectiva, de pesimismo con una fuerte carga de subjetividad», explica Francisco Javier Forcada, director general de Eustat.
Esta sensación ha provocado que la encuesta presentada ayer refleje un hecho que nunca se había producido en los veinte años de vida del estudio. Por primera vez, «la sensación de empobrecimiento es mayor que el empobrecimiento real», afirma Forcada.
Según la encuesta, un 45,2% de las familias vascas estaba en 2009 en una buena situación económica objetiva (relación de los ingresos familiares netos con el tamaño de la familia), mientras que sólo un 4,5% de los hogares percibían una buena situación. Entre la realidad y la sensación hay más de 40 puntos de diferencia, «lo que no había ocurrido nunca en las anteriores encuestas, en las que siempre la percepción subjetiva económica ha estado por encima o igual que la percepción objetiva», indica el director del Eustat, que insiste no obstante en que este dato «no significa que la crisis sea una ficción».
En busca de un anclaje
El desasosiego que se apoderó de la sociedad vasca la condujo a los brazos de familiares y amigos. Según Forcada, «con la crisis necesitamos más cariño y reforzamos los núcleos más cercanos en busca de un anclaje». La encuesta revela que el 96% de las familias mantiene algún tipo de relación con la familia próxima (2 décimas de punto porcentual más que en 2004 y el mismo porcentaje que en 1989). De hecho, las llamadas y visitas diarias a familiares se han incrementado en 23 y 10 puntos porcentuales respectivamente desde 1989 hasta el pasado año. Con los amigos el incremento en las relaciones es de siete puntos respecto a 2004 y de veinte comparado con 1989.
En este contexto de crisis y pesimismo, las familias no salen muy bien paradas cuando se refieren a su situación, aunque sus respuestas estén matizadas por el hecho de que el miedo a tiempos peores ha impulsado a muchas personas a recortar gastos para ahorrar. Según la encuesta, una de cada cuatro familias vascas (24,9%) ha sufrido restricciones económicas, fundamentalmente en ocio, vestido y calzado, y de este grupo una cuarta parte declara que su alimentación se ha visto afectada. Aunque este dato es ligeramente peor que el de hace cinco años, la evolución es muy diferente si se tiene en cuenta la actividad de la persona de referencia. En 2004 casi un 40% de las familias con la persona de referencia en paro había padecido restricciones mientras que en 2009 esta proporción se elevaba al 57%.
Además, casi una de cada tres familias (30,1%) llega a final de mes con apuros y un 42,4% piensa que su situación económica es peor que hace tres años. De nuevo las familias con la persona de referencia en paro han sido las más afectadas. En 2004 un 52% de ellas tenían dificultades para llegar a fin de mes y en 2009 eran ya un 72%.
La crisis se ha hecho notar también en el equipamiento de las viviendas, pero no en los electrodomésticos, que sólo se reducen un punto y medio, sino en el equipamiento no esencial (deportivo, audiovisual e informático), que desciende en 4,5 puntos. Este hecho revela, indica Forcada, que «la sociedad ha tomado decisiones bastante racionales y ha sabido equilibrar bien la situación».
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