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JAVIER GUILLENEA
Miércoles, 10 de noviembre 2010, 03:41
Los resultados son espectaculares, hasta el punto de que si las unidades de rehabilitación cardiaca fueran una pastilla, figurarían en las primeras páginas de los periódicos como uno de los grandes avances de la medicina. Pero no aparecen porque no existe una imagen concreta; no hay una píldora que mostrar ni una máquina sofisticada que estrenar. Los protagonistas no suelen salir en la foto, son profesionales sanitarios y, sobre todo, personas que han sufrido un infarto.
Los expertos coinciden en señalar que España está a la cola de Europa en unidades de rehabilitación cardiaca, un servicio que se esfuerza por mejorar la calidad de vida de pacientes que han tenido serios episodios cardiovasculares y por evitar que se repitan los mismos problemas.
En el conjunto del país hay 40 unidades de este tipo, la mitad en centros privados, y se ha calculado que hacen falta más de cien para alcanzar los niveles de Europa, donde en la mayoría de los países más de un 50% de pacientes con un episodio cardíaco recibe rehabilitación y en algunos se llega al 90%.
35.000 vascos
«Nosotros llegamos al 30% de los coronarios», afirma Jesús San Vicente, cardiólogo responsable del servicio de rehabilitación cardiaca del Hospital Donostia. Esta unidad, que comenzó a funcionar en diciembre de 2008, fue la primera de carácter público que se puso en marcha en el País Vasco, donde en aquel entonces existían algunas privadas aunque de pequeño alcance. Tras el centro donostiarra llegaron los hospitales de Basurto y Txagorritxu, que completan una oferta a todas luces insuficiente.
En el País Vasco hay alrededor de 35.000 personas con alguna incapacidad por enfermedad cardiovascular. Después de las enfermedades osteomusculares, los problemas del corazón son los que provocan en el hombre más discapacidades para llevar a cabo actividades cotidianas. «Es una cifra enorme», afirma San Vicente, que participó el lunes en la Semana del Corazón organizada en San Sebastián por la asociación Bihotz Bizi.
Esta cantidad contrasta con los cerca de 280 pacientes que ha atendido la unidad del Hospital Donostia desde su puesta en funcionamiento. Quizá parezcan pocos, pero los resultados son muchos. El responsable del servicio no duda en calificar de «espectacular» lo que puede conseguir la rehabilitación cardiaca. «La tasa de mortalidad por nuevos eventos coronarios se ha reducido un 30%. Si hubiera una pastilla que hiciera lo que nosotros hacemos, saldría en la portada del Times», asegura.
Cambio de conducta
Lo que hacen en el Hospital Donostia es comenzar a atender al enfermo cuando aún está ingresado. La unidad de rehabilitación está compuesta por un cardiólogo, una enfermera, un fisioterapeuta, un médico rehabilitador y un psicólogo. En un plazo que oscila entre dos y tres meses, los especialistas trabajan en varias direcciones. Por un lado aplican técnicas de modificación de conducta para que el paciente cuide su dieta, haga ejercicio y abandone el tabaco. También se atienden episodios psicológicos muy frecuentes en un infartado, como la ansiedad, la depresión y la dificultad para manejar el estrés.
Una tercera dirección es el entrenamiento físico y la cuarta la del control de los factores de riesgo tradicionales, como el tabaquismo, la hipertensión, los trastornos de los lípidos (colesterol, entre otros), la vigilancia del peso y la diabetes.
Como en los anuncios, los resultados son visibles. «El impacto en la calidad de vida es enorme, si los pacientes se comparan con otras personas de la misma edad y entorno que han tenido episodios similares, se ven más libres, más capaces para hacer ejercicio, para hacer trabajos que supuestamente estaban vedados a este tipo de personas», explica San Vicente.
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