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IRUNE AGUIRREZABAL QUIJERA
Jueves, 18 de noviembre 2010, 03:37
Que el calentamiento del planeta está causando un aumento de las temperaturas y que esto tiene efectos en el sistema climático resulta indudable. Según el Cuarto Informe de evaluación del Grupo intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la temperatura media de la Tierra ha aumentado un grado desde la era preindustrial y los gases de efecto invernadero continúan aumentando desde la firma del Protocolo de Kioto. ¿Consecuencias? Las vemos cada día y en cada rincón del planeta: temperaturas más extremas, inundaciones y sequías, se derriten los glaciares y sube el nivel del mar; migraciones por la falta de alimentos, amenazas a la biodiversidad, acidificación del océano, desaparición de arrecifes o disminución en la producción agrícola. Y todos esos peligros, como señalan multitud de informes científicos, amenazan con mayor fuerza a los países en desarrollo, que tienen menor capacidad de adaptación y son, irónicamente, los que pueden sufrir los mayores daños debido a este fenómeno. Son precisamente estos países los que necesitan crecer, y para ello requieren más energía, transporte, sistemas urbanos y producción. Pero ahora se les pide que reduzcan sus emisiones, cuando carecen de medios y de tecnología para hacerlo.
A la hora de afrontar este desafío contradictorio, los actores involucrados no siempre reman en la misma dirección. Los líderes del G-20 reunidos en Seúl se vieron forzados a reafirmar su compromiso de combatir el cambio climático y prometieron «no escatimar esfuerzos para alcanzar un resultado equilibrado y exitoso en (la cumbre sobre el clima) de Cancún». Por su parte, el último Informe de Desarrollo del Banco Mundial (IDM 2010) nos recuerda que el cambio climático está inexorablemente ligado con el progreso humano. Y plantea que el reto fundamental es cómo impulsar el crecimiento y la prosperidad sin inducir un cambio climático peligroso. El Banco Mundial llama a adoptar políticas climáticas inteligentes a través de una actuación inmediata, común y diferente, y pide un acuerdo mundial con nuevas presiones, nuevos instrumentos y nuevos recursos. La Cumbre de Cambio Climático de Cancún (COP 16) se celebrará del 29 de noviembre al 10 de diciembre, y ya se sabe que no hay margen para esperar un acuerdo. La misma secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Christiana Figueres, ha descartado que en México se pueda establecer un acuerdo global que sustituya el Protocolo de Kioto. Pero ha dejado un margen de esperanza para otros acuerdos sustanciales en temas como mitigación, adaptación y transferencia de tecnología, así como otras opciones para crear un mecanismo de financiación a largo plazo.
Mientras la UE tratará de recuperar el liderazgo perdido en Copenhague, EE UU es ya 'el gran culpable del fracaso'. El proyecto de ley sobre energía y cambio climático que promovía el presidente Obama quedó paralizado por el Senado incluso antes de las últimas elecciones legislativas, que han registrado un fuerte avance conservador, con lo que la posición reticente de EE UU condicionará la postura del resto de actores principales, como Brasil, Rusia, China e India, todos con enorme potencial de crecimiento económico. Por si las negociaciones entre gobiernos no fuesen suficientemente complejas, acabamos de conocer una oscura y poderosísima campaña que niega la propia realidad del cambio climático. El Tea Party (La Vanguardia, 1-11-10) ha recibido ingentes sumas de dinero privado precisamente para denunciar una delirante conspiración mundial dirigida a probar ese cambio climático, un cambio que tendría un coste enorme para algunas empresas petroleras y otros sectores específicos como minería y energía. De ahí que se hayan movilizado no solo grandes multinacionales (algunas, al parecer, europeas) sino también 'think tanks' neoconservadores, asociaciones de empresas y personalidades diversas. Pese a su poder, han perdido al menos una batalla. En California fracasó la Proposición 23, una iniciativa financiada por empresas petroleras para suspender la aplicación de la Ley de Control de Contaminación del Aire.
La lucha contra el cambio climático no va a ser sencilla. Estamos ante un desafío global y globalizado. No respeta fronteras ni pide visados, avanza y tiene consecuencias, y afecta a multitud de intereses contrapuestos, algunos más legítimos que otros, a la hora de responder con más o menos urgencia y asumiendo más o menos costes.
En Euskadi, el Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial, Agricultura y Pesca ha liderado la elaboración de la Ley Vasca de Lucha contra el Cambio Climático, que da un paso más firme y decidido en la Declaración de Urdaibai que hizo el lehendakari en junio de 2009 por un modelo para Euskadi que prioriza la lucha contra el cambio climático. Por ello, la Secretaría de Acción Exterior del Gobierno Vasco ha organizado los próximos días 22 y 23 en San Sebastián una conferencia internacional de expertos, 'Hacia un mundo sostenible. ¿Una tarea compartida? Gobernanza multinivel y sinergias público-privadas'. Un encuentro que contará con un nutrido panel de expertos de organismos multilaterales, la sociedad civil y 'think tanks', pero también representantes de empresas responsables y expertos.
Las regiones no son ajenas a los retos globales. El compromiso de Euskadi con el crecimiento sostenible nos sitúa como comunidad líder y queremos asumir nuestra parte de responsabilidad en el marco de nuestras competencias. Contamos, además, con un sector empresarial con una larga trayectoria tanto en responsabilidad social como en el campo de las energías alternativas. Contribuimos así a desarrollar una acción exterior vasca útil, transversal, eficaz y responsable, que puede y debe ejercer un liderazgo colaborativo en España y Europa.
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