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MITXEL EZQUIAGA mezquiaga@diariovasco.com
Viernes, 3 de diciembre 2010, 09:50
No existe sólo un Chillida-Leku: hay 365. Ese bosque encantado es distinto cada día del año. Ayer tocaba un Chillida-Leku gris, bañado por la lluvia y también por la tristeza de los visitantes que paseaban entre las esculturas sólo horas después de haber leído que ese placer tiene ya fecha oficial de caducidad: el 31 de diciembre, día previsto para el cierre del museo.
Y eso de la tristeza no es un tópico periodístico para crónica urgente: escolares llegados desde Loiu, turistas catalanes, madrileños y hasta brasileños y los indígenas guipuzcoanos que visitaban ayer Chillida-Leku coincidían en las mismas respuestas cuando se les preguntaba por el cierre. «Es una pena que se cierre esta maravilla» o «supongo que será sólo temporal, porque no se entendería lo contrario», comentaban bajo los paraguas o en el cálido refugio del caserío que el propio Chillida restauró, con el arquitecto Joaquín Montero, «dejando hablar al propio edificio y permitiendo que el caserío nos guiara en la reconstrucción».
Más visitantes por el cierre
Dicen los trabajadores del museo que ayer mismo se notó una mayor presencia de visitantes de la que hubiese sido normal en un lluvioso día de otoño. «Parece que la gente, al leer la noticia, se ha apresurado a visitarlo», explican. Y la previsión es que el puente que empieza hoy llene de público el museo. «Si el tiempo lo permite, se abarrotará: ocurre siempre en los puentes y ahora, tras el anuncio de la clausura, preveemos más visitas», aseguraba uno de los encargados del centro.
Había ayer más visitantes pero sobre todo muchos periodistas. Cámaras de televisión, fotógrafos o redactores recogían las imágenes y testimonios del día posterior al anuncio del cierre. Y algunos visitantes terminaron con el síndrome 'estrella de Hollywood' al contestar a sucesivos reporteros.
Es el caso de la pareja de Girona formada por Javier Lladó Feliú y Sonia Marcos, de vacaciones en Donostia. «Yo conocí el museo hace años y estaba empeñado en que Sonia lo visitara, porque no es un museo convencional, sino un espacio maravilloso», opinaba Lladó, propietario de un restaurante en la costra girundense que estos días se empapa en San Sebastián «de arte y gastronomía». «Nos parece impensable que las instituciones, los propietarios o quien sea dejen cerrar un sitio que es absolutamente único», corroboraba Sonia Marcos.
Tampoco terminaban de creer que se vaya a cerrar el museo los escolares de un colegio de Loiu que los visitaron primera hora de la mañana. «¡Pero si está todo ya montado!». Y los madrileños Ana Chamero y Mario Palau confesaban que habían adelantado la visita a Chillida-Leku «cuando hemos visto en la tele que el museo se iba a cerrar: hemos venido y la excursión merece la pena incluso a quienes no les interese la obra de Chillida. Es un espacio que respira calma», decía ella.
«Ha faltado marketing»
Para el donostiarra Angel Beldarrain la de ayer era su tercera visita al museo «y en cada ocasión parece distinto, porque cambia en cada estación». Pero ayer se confesaba especialmente satisfecho porque estaba descubriendo ese «tesoro» a un amigo, el brasileño Edson de Sousa Filho, de Río de Janeiro.
«Visito frecuentemente el País Vasco y sin embargo es la primera vez que vengo al Chillida-Leku», opinaba el visitante de Río. «Pienso que falta mayor proyección exterior del museo, más marketing, porque hay gente con inquietudes culturales que va al Guggenheim, por ejemplo, y no viene al Chillida-Leku por desconocimiento. Si supiera lo que se va a encontrar, vendría seguro».
Este visitante brasileño pide a «quien corresponda» que se ocupe de mantener el museo abierto, y propone también ideas para que crezca el número de visitantes. «Quizás un programa más amplio de exposiciones temporales atraería a los guipuzcoanos que ya lo han visto una vez y encuentran otro motivo para volver», añadía.
La tristeza de «los de casa»
Pero si los visitantes sienten pena por el cierre, son los propios trabajadores del museo los que viven estos días «con una tristeza absoluta», según admitía una de ellas. La familia Chillida ha decidido no realizar declaraciones públicas «para evitar que haya más ruido y facilitar la posibilidad de una solución», y la veintena larga de trabajadores tampoco quiere hablar «en estos momentos tan difíciles». Pero en sus comentarios con los visitantes y en charlas privadas apuntan que «la primera reacción es de tristeza porque aquí, además de trabajar, hemos dado mucho de nosotros mismos para que el proyecto saliera adelante con éxito».
Pero junto a la tristeza convive la incertidumbre. El ERE que les lleva al paro parece, en principio, de seis meses de duración. ¿Y después? Nadie lo sabe. Ni los trabajadores, ni los propietarios, ni las instituciones. Todos están conjurados para que el cierre sea provisional y Chillida-Leku vuelva a abrir cuanto antes. Pero también todos son conscientes de que el museo no es viable en los términos en que ha funcionado hasta ahora.
Son cuestiones de despacho que ayer resultaban ajenas a los visitantes que bajo la lluvia se hacían fotos junto a las esculturas. Estos meses de invierno Chillida-Leku abre sólo por las mañanas y cierra a las tres de la tarde. El 31 de diciembre echará la persiana. ¿Habrá algún acto especial en esa despedida? Nadie ha pensado aún en eso. Y la familia tampoco sabe si podrá visitarse el museo bajo petición en casos especiales. Ayer era día gris: de lluvia y tristeza. Y no es un tópico: la tristeza se palpaba ayer como si fuese una de las robustas esculturas de acero que lo pueblan.
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