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BEATRIZ LIRIO
Domingo, 5 de diciembre 2010, 03:04
El montañero tolosarra, Javier Sancho tiene toda la frontera entre España y Francia en su cabeza, no en vano ha pasado muchos años subiendo a los Pirineos y buscando los hitos fronterizos que separan a ambos países. Acompañado en esta fascinante aventura por su esposa, MªJesus Esnaola ha descubierto el lugar exacto de todos los mojones montañosos (del 1 hasta el 602) que se encuentran distribuidos en esta cordillera montañosa al norte de la Península Ibérica, entre España, Andorra y Francia.
El intrépido matrimonio ha «paseado» a lo largo de los 415 km por las altas sierras fronterizas hispano-francesas para encontrar el término exacto de la línea divisoria entre la Galia y la Hispania. De Oeste a Este, (mar Cantábrico, río Bidasoa), (mar Mediterráneo, Cova Foradada). En este recorrido llegaron también a un destino curioso, a Llivia. «Un pueblo español rodeado como una isla por territorio francés que cuenta con sus propias 45 mugas», explica Javier Sancho.
El montañero comenta que en esta hazaña tuvieron en cuenta dos aspectos importantes: uno, el cultural e histórico y otro, el deportivo. «Buceamos en la Historia para conocer el origen de estas mugas. Fue en el Tratado de los Pirineos (o Paz de los Pirineos) firmado por las coronas de las monarquías española y francesa el 7 de noviembre de 1659, en la Isla de los Faisanes, donde se acordó por dónde tenía que ir la frontera pero, en aquel entonces, no había cartografía. No fue hasta mediados del siglo XIX cuando se pusieron los primeros hitos, que delimitaron la frontera hispano-francesa, en Pirineos occidentales, centrales y orientales. En el aspecto puramente deportivo proyectamos rutas y numerosas excursiones por los Pirineos, bien del lado francés, bien del lado español para encontrar, precisamente, esos hitos», señala Javier Sancho.
Búsqueda minuciosa
Ha sido una búsqueda minuciosa por toda la cordillera y Javier Sancho ha realizado un exhaustivo trabajo del que, ahora, tiene escritos seis volúmenes (no publicados), en el que ha recogido toda la información detallada de cada lugar donde se encuentran estas mugas fronterizas. «Tengo mucha documentación recogida que puede servir de información y orientación a montañeros, asociaciones de montaña, clubes, etc. pero para publicar este trabajo necesitamos contar con la colaboración de una Editorial», precisa el tolosano.
La historia de certificar estos sitios fronterizos entre Francia y España y conocer mejor estos lugares comenzó para este matrimonio en octubre de 1995. ¿Cómo? Ambos lo explican. «Desde siempre nos ha gustado ir al monte y en nuestras excursiones veíamos, de vez en cuando, algún mojón que indicaba el sitio exacto de la frontera entre Francia y España. Quisimos, entonces, investigar más a fondo el tema y ¿por qué no? descubrir todos los hitos distribuidos por toda la frontera», explica el matrimonio.
La tarea no resultó sencilla porque la mayoría de las mugas no estaban al descubierto. «Muchas estaban en lugares abruptos, semienterradas, rotas, escondidas entre zarzas, otras no visibles, incluso, algunas no aparecían ni siquiera en los mapas cartográficos porque las daban por desaparecidas. Ha sido toda una odisea descubrir cada punto exacto de la frontera», señalan.
En esta búsqueda, la pareja no ha escatimando fines de semana, vacaciones de Semana Santa, vacaciones de verano, puentes... en su afán por terminar lo que comenzaron en el año 95. «Hemos dejado muchas comidas familiares y celebraciones y cenas con los amigos y es que nuestro deseo era no dejar incompleto aquello que ya habíamos comenzado. No sabíamos si podríamos encontrar todos los hitos pero, al final, ha resultado que sí. Lo hemos hecho sacrificando parte de nuestra vida social pero ha merecido la pena. Estamos muy satisfechos», subrayan.
Han visto cumplido su objetivo. Por una parte, «ir sobre el terreno haciendo investigación de campo y por otra, recoger información para dejar constancia escrita de que los hitos realmente existen», dicen.
Investigación en los archivos
La búsqueda se inició en primer lugar en los archivos, sobre papel. «Primero teníamos que documentarnos y saber si existía información sobre los mojones y sobre su ubicación». Los tolosarras contactaron, a través del Koldo Mitxelena, con los archivos militares de Madrid. Desde allí les enviaron un anexo en el que figuraba oficialmente el acta de los hitos (los 602) y el lugar en el que se hallaban. A partir de ahí, escudriñaron la información, la estudiaron, la repasaron y se la aprendieron de memoria porque el siguiente paso «era descubrir a pie de monte si aquello era cierto», insisten. En el año 1999 finalizó su primer ciclo de búsqueda con el resultado de los hitos encontrados. En los años siguientes se empeñaron en llegar a las mugas por vertientes diferentes. Ya no contaban con el factor sorpresa porque sabían que el mojón estaba allí. «El reto era, ahora, saber si por otros caminos se podía también llegar», subrayan. Desde 1999 hasta la actualidad han recorrido diferentes vertientes en los Pirineos. «Ha sido una aventura fantástica, que volveríamos a repetir», aseguran.
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