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JAVIER GUILLENEA
Domingo, 12 de diciembre 2010, 04:56
Cada vez suman mejor y hasta entienden lo que leen, pero a la hora de aplicar fórmulas químicas los estudiantes vascos de 15 años dejan de dar la talla y se pierden en la medianía. Los alumnos de 4º de ESO no destacan precisamente por su apego a las ciencias, algo que resulta llamativo en una comunidad que pretende convertirse en todo un referente internacional de investigación y nuevas tecnologías.
Afloran por todo el país centros tecnológicos con largos y estimulantes nombres en inglés, se contrata a científicos llegados de todo el mundo al calor de acogedoras instituciones modernas, se hacen esfuerzos para que la curiosidad científica se extienda por toda la sociedad. Pero no se remonta el vuelo.
El llamado informe Pisa, una evaluación internacional de alumnos que se realiza cada tres años, ha reflejado las bondades del sistema educativo vasco, que escala puestos en comprensión lectora y matemáticas hasta situarse por encima de la media de la OCDE. Son dos motivos de satisfacción que no se repiten a la hora de evaluar las ciencias, área donde los estudiantes obtienen unos discretos resultados. A pesar de que se ha producido una ligera mejora, la enseñanza científica en la ESO vasca recibe informe tras informe malas calificaciones, lo que revela que no es un problema puntual sino que tiene su origen en causas más profundas.
En la rueda de prensa que ofreció para presentar los resultados del informe, la consejera de Educación, Isabel Celaá, explicó que en Euskadi el sistema educativo bilingüe «resta tiempo a la enseñanza de las ciencias». Las pocas horas que se dedican a las asignaturas científicas es uno de los motivos que explican los resultados del informe Pisa. «En el sistema educativo del País Vasco el número de horas de ciencias naturales en la ESO es sensiblemente menor que en otras comunidades autónomas», explica Jenaro Guisasola, profesor de Física Aplicada de la UPV y todo un referente internacional en didáctica de las ciencias.
Guisasola no tiene reparos en señalar que «muchos alumnos vascos terminan sus estudios siendo analfabetos científicamente». «En Primaria las ciencias son en realidad una iniciación al mundo natural y de primero a tercero de ESO los alumnos tienen dos horas de ciencias a la semana, que es poquísimo, mientras que en cuarto son optativas. Un estudiante de ESO -añade- puede perfectamente no haber dado en su vida ni Física ni Química, de hecho hay muchísimos». Vistas las cosas de esta manera, es difícil de imaginar a un futuro Einstein sentado en las aulas vascas.
Las pruebas de Pisa fueron realizadas en Euskadi por el Instituto Vasco de Evaluación e Investigación (ISEI). Su director, Francisco Luna, sostiene que en el País Vasco «tenemos el sistema educativo que queremos tener como sociedad». Y este sistema incluye menos horas de ciencias. «Es lo que hemos elegido y cualquier elección que se haga siempre va en perjuicio o beneficio de unas cosas u otras», afirma.
Para Karmele Arraiza, directora del colegio público de Enseñanza Primaria Murumendi, de Beasain, las horas de clase no son el principal problema. A su juicio, «aunque se diera más tiempo, si se utiliza una metodología que no fomente la reflexión en los alumnos, no conseguiríamos más investigadores». Arraiza considera que más importante que el tiempo de enseñanza es cómo se enseña, y es en este punto donde las cosas no terminan de funcionar bien. «A los alumnos no les estamos enseñando mucho a pensar y a deducir, y a mí me parece que el método científico de verdad requiere otro modo de trabajar en las aulas».
La directora de Murumendi, colegio que este año ha recibido la mención honorífica de los premios de innovación Karmele Alzueta, reconoce que los profesores muchas veces han estado más preocupados «en lograr que los alumnos asimilen conceptos nuevos en vez de intentar que descubran ellos mismos el porqué de las cosas y de alguna manera despierten a una mente creativa».
Koldo Mendia, profesor de tecnología en la ikastola donostiarra Zurriola, centro que ha participado en la evaluación Pisa, es de la misma opinión. «Yo no daría más horas, sino que daría las clases de otra manera». «Hemos tenido la costumbre de enseñar mucha teoría. Para nosotros el buen alumno es el que sabe repetir muy bien los huesos del cuerpo, pero nos falta la aplicación práctica. Es un fallo nuestro porque nosotros hemos aprendido a base de memorizar y a veces dudamos de la efectividad de la práctica para enseñar».
La gran frontera
Si todo se resume a un cambio de metodología, ¿por qué no se da el paso? El horizonte de todo profesor y alumno de Secundaria está oscurecido por la Selectividad, esa gran frontera que puede marcar el futuro profesional de un joven y que de hecho ejerce una tremenda influencia en el conjunto del sistema educativo. Los padres exigen a los colegios que sus hijos aprueben la Selectividad con buena nota para poder elegir carrera en la Universidad. Los centros educativos quieren que sus estudiantes superen la prueba por cuestión de prestigio. Y los alumnos esperan aprobar para pasar el verano en paz. Es un círculo vicioso del que nadie ha podido salir hasta el momento y en el que todos pierden.
La Selectividad y el examen Pisa, afirma Jenaro Guisasola, «son como la noche y el día». La primera «es obsoleta y prima el contenido frente a la creatividad». El segundo «es moderno y exige procedimientos y actitudes del siglo XXI». Todos lo saben pero nadie lo remedia, lo que se hace es caer en la tentación de educar con las miras puestas en el día en que el bachiller se enfrente a la gran prueba de acceso a la Universidad. Y de esta manera se llega a pensar que las ciencias son un medio para aprobar la Selectividad y no un fin en sí mismas.
«Aunque en la última década ha habido un cambio en la forma de dar las ciencias, todavía se sigue dando con la vista puesta en los cursos superiores», señala Guisasola. «En vez de mirar las ciencias como un fin, que sería alfabetizar científicamente al alumnado, aún hay una gran parte del profesorado de ESO que imparte ciencias mirando a la preparación que sus alumnos deberían tener en el Bachillerato». Para Guisasola, esta forma de actuar es un error ya que «hay que pensar en las ciencias como un fin, como cultura ciudadana».
Problemas cotidianos
Y justamente es esto lo que busca el examen Pisa. Koldo Mendia recuerda que cuando hace poco preguntó a varios alumnos por las pruebas uno de ellos le dijo que no recordaba que hubiera preguntas de ciencias. «Otros me respondieron que el examen les había parecido fácil, de mucho leer y de culturilla general, que trataba de aspectos del día a día y de problemas cotidianos».
El examen Pisa no es complicado, pero es distinto. Se presenta a los alumnos una situación y se les da diferente información, como textos o gráficos. A partir de ahí se les plantean varios problemas que deben resolver utilizando no sólo sus conocimientos sino también los datos que tienen a su alcance. Las pruebas no suelen ser de preguntas sueltas, como los controles habituales en esta parte del mundo. No son preguntas del tipo 'Define la placa tectónica'. Es otra cosa.
«No consiste en tener sólo los conocimientos, sino en saber aplicarlos para resolver el problema, se tata de seleccionar lo que se ha aprendido en el colegio para saber qué instrumento se necesita en cada momento», indica Francisco Luna. Estas palabras no son desconocidas en el sistema educativo vasco, que ya las ha aplicado en las dos áreas donde se han obtenido buenos resultados en el informe Pisa. «En el examen se suele preguntar qué conclusiones sacarías de un experimento de laboratorio, y esas son cosas que se hacen en idiomas o en matemáticas, donde se ha tendido de forma más clara a la resolución de problemas o a la aplicación más práctica, algo que en ciencias nos cuesta porque nos empeñamos en enseñar mucha teoría», asegura Koldo Mendia.
Karmele Arraiza se ha preguntado muchas veces por qué se aprueba con holgura en matemáticas y se roza el suspenso en ciencias. A su juicio, en matemáticas se ha intentado que «el alumno sea capaz de pensar, deducir, relacionar y observar, y en los últimos años ha habido un gran avance». Por el contrario, en las ciencias «queremos instruir a los niños lo más rápido posible y explicarles todos los fenómenos pero sin darles la oportunidad de investigar desde pequeños».
En el mundo de la enseñanza se considera que Pisa es el futuro y la Selectividad un pasado que aún sigue incordiando. «De alguna manera el informe nos proporciona una estrategia de aprendizaje que es la que se está desarrollando en la mayoría de los países», indica Francisco Luna. «Pisa no te pide los elementos de la tabla periódica, no exige que sepas mucha ciencia, lo que exige es que sepas aplicar tus conocimientos, que emplees los procedimientos que utiliza un científico», afirma Guisasola. Todos parecen de acuerdo, la comunidad educativa cree que es necesario pasar de las palabras a los hechos. Algo se hace pero se va despacio. Nadie quiere suspender la Selectividad.
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