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Domingo, 19 de diciembre 2010, 04:32
- ¿Qué problemas sociales le preocupan?
- Los hambrientos. Ese es el mayor problema de la humanidad. Todo lo demás viene después. En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los que vivimos en los países del bienestar sólo podemos vivir avergonzados. Es un disparate y una ceguera cruel seguir obsesionados por un bienestar que a nosotros nos hace menos humanos y a los últimos de la Tierra los condena al hambre. Me duele saber que los efectos más graves de la crisis económica los van a sufrir una vez más los únicos que no han contribuido a generarla.
- ¿está la crisis apagando la esperanza? ¿Qué podemos hacer ante esta situación?
- creo que la esperanza está en crisis a niveles más profundos que la incertidumbre que genera la crisis económica. Hoy el problema de muchos no es tener problemas, sino no tener fuerza interior para enfrentarse a ellos con esperanza. Bajo la apariencia de fortaleza material y técnica, está creciendo la debilidad sustancial de las personas. Por dentro, somos cada vez más frágiles e inconsistentes. Anhelamos un futuro más humano y dichoso para todos, pero crece la conciencia de que no podemos darnos a nosotros mismos la salvación que andamos buscando. No son pocos los que empiezan a reclamar algo que no es técnica, ni ciencia, ni ideología religiosa, sino experiencia de «algo» que podamos percibir como fuente de vida y de esperanza. La crisis de la esperanza siempre es una llamada a fundamentar nuestra vida sobre bases más sanas y profundas.
- El sociólogo Zygmunt Bauman ha dicho recientemente en Donostia que «la función de los curas la hacen los centros comerciales». ¿Qué reflexión le merece esta afirmación?
- No sé exactamente lo que pudo decir. Ciertamente estamos cayendo en la patología de la abundancia y nos estamos habituando a satisfacer toda clase de apetencias artificiales, sin cuidar las aspiraciones esenciales del ser humano. Queremos vivir cada vez más, mejor, cada vez más intensamente, pero ya no sabemos qué vivir ni para qué. Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco con pasarlo bien. La existencia termina haciéndose insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo y frivolidad. El ser humano está hecho también para cultivar el espíritu, acoger el Misterio y experimentar el gozo interior.
- Llega la Navidad. ¿Qué le sugieren estas fechas?
- Es difícil estropear más unas fiestas tan entrañables. A pesar de todo, tengo la impresión de que la Navidad es una fiesta que puede ser compartida por creyentes, menos creyentes o increyentes. En el transfondo de estas fiestas aflora en muchos un sentimiento común: la vida no es como quisiéramos. Se canta la paz, pero es imposible olvidar las guerras. Nos deseamos felicidad, pero vivimos amenazados por desgracias y miedos de toda clase. En el fondo, todos captamos que nuestra existencia desvalida está necesitada de salvación. Y en el origen de todo, la celebración de un «Dios hecho niño». ¿Será ésta la mejor revelación de ese Misterio último que los creyentes llamamos Dios?
- ¿Cuánto de lejos o de cerca ve la paz?
- Creo que está cerca la desaparición de ETA. No sé si está tan cerca la paz que necesitamos en este pueblo. Pienso que, desarmada ETA, será necesario un trabajo paciente de reconciliación social, sanación de heridas, superación de resentimientos, ayuda sincera e inteligente a todas las víctimas, eliminación de fanatismos, respeto a los diferentes objetivos políticos legítimos.
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