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Buenas costumbres. Zaloa Arrieta y Rafa Alegría han ocupado cargos de responsabilidad en la Euskal Etxea. :: IÑAKI GOIKOETXEA
Hondarribitarras en las antípodas
HONDARRIBIA

Hondarribitarras en las antípodas

Rafa Alegría llegó a Australia en 1969 y en 41 años sólo ha vuelto tres veces de visita. Nuestros protagonistas han hecho su hogar en la ciudad australiana de Sydney

IÑAKI GOIKOETXEA

Jueves, 30 de diciembre 2010, 03:30

Un día y medio de viaje, diez franjas horarias y unos 17.500 kilómetros de distancia. Estos son los números que separan Hondarribia y Sydney, la ciudad más poblada de Australia y una de las grandes urbes del hemisferio sur en la que todo tipo de nacionalidades se mezclan entre sus más de cuatro millones de habitantes. A pesar de estar situada en el otro lado del planeta, aquí también se encuentran apellidos vascos y algún que otro hondarribitarra que llegó a estas tierras por amor o en busca de una vida mejor.

Este es el caso de Rafa Alegría, el más veterano de todos que llegó a Australia un 12 de diciembre de 1969. Tras conocer a su mujer Anita, una joven de origen filipino que veraneaba en Hondarribia, dejó su trabajo en La Palmera para empezar de cero en Sydney.

Un país de oportunidades

Rafa recuerda todas las ventajas de las disponían los inmigrantes a finales de los sesenta: «El Gobierno australiano buscaba mano de obra y te pagaba el viaje con la condición de que te quedaras dos años trabajando». A nuestro protagonista le reconocieron todos los estudios y seis días después de su llegada ya estaba trabajando en una empresa de construcción. «Te mimaban para que no te fueras y no había que estar pendiente del 'xirimiri' ni el 'guardasola'», comenta.

No todo fueron facilidades y Rafa no entendía el inglés por la mezcla de acentos. Así, a veces le costaba distinguir entre frases como «you come today (vienes hoy)» y «you come to die (vienes a morir)», que suenan muy parecidas.

A este hondarribitarra le terminó gustando Sydney y no volvió de visita a casa hasta 1986. «Todos habíamos cambiado mucho y mis amigos se reían de mí porque quería ir a tomar unos 'txikitos en chancletas' y bermudas», rememora.

Con la ayuda de internet, Rafa está al tanto de la actualidad bidasotarra y de los resultados de la trainera. En estos últimos años, ha estado otras dos veces de visita y, aunque espera volver pronto, reconoce que Sydney es su sitio: «La familia estará allí para siempre pero cada uno tiene que hacer su vida y yo tengo aquí mis hijos».

«Vuelvo todos los años»

La que no lo tiene tan claro es Zaloa Arrieta, otra hondarribitarra que se trasladó a Sydney por seis meses junto a su marido Jim, un australiano al que conoció cuando trabajaba en el barco que cubría la ruta entre Santurtzi y Portsmouth.

Nueve años después Zaloa sigue en tierras australianas y aunque tiene un buen trabajo como secretaria de dirección, vive en una zona muy bonita de la ciudad y está encantada con sus familiares, no olvida Euskadi: «Tengo el corazón partido entre mi marido y mi familia, mi cuadrilla y mis grandes amigos», relata.

Esta hondarribitarra reconoce que cuando llegó tenía ya treinta años y fue difícil «volver a empezar de cero». Al igual que Rafa, Zaloa también resalta las oportunidades que tienen los jóvenes de encontrar un buen trabajo en un país en el que la tasa de desempleo ronda el cinco por ciento.

Zaloa se siente una privilegiada porque hasta ahora ha podido volver todos los años. Su última visita fue en enero y no le importa tanto pasar estas fechas lejos de casa porque «casi ni te enteras de que son navidades debido al clima ». Lo que sí espera es volver en septiembre para ver el Alarde in situ, sin tener que depender de las llamadas de las amigas. Zaloa bromea que su «marido se adapta a todo» así que espera convencerle «para volver a vivir en Hondarribia».

Infancia hondarribitarra

En Sydney también encontramos a Aitzi y Marisol, dos hermanas de padre hondarribitarra que vivieron en nuestra ciudad hasta hace una década. Su madre Corazón, conoció a su padre José Luis Imaz en Filipinas, cuando este recorría el mundo jugando partidos de cesta punta. Aitzi y Marisol vivieron en Hondarribia hasta los trece años, momento en el que falleció su padre y la familia se mudó a Sydney.

Ambas echan de menos «los amigos de la ikastola Ama Guadalupekoa, las tardes en la playa, el paisaje y la comida». Comparando los dos entornos, Aitzi subraya que «mientras en Hondarribia se conoce todo el mundo, aquí cada día te cruzas con nuevas personas». A pesar de la distancia, las dos hermanas mantuvieron el contacto con amigos de la infancia a los que volvieron a ver cuando regresaron en septiembre de este año.

Las jóvenes, que hablan a la perfección castellano, inglés y tagalog, vieron de nuevo el Alarde y pudieron aplaudir a sus amigas cantineras. Para Marisol, fue «como si el tiempo no hubiera pasado», como si nunca se hubieran marchado. A su vez, Corazón también volvió encantada a Hondarribia porque tuvo la ocasión de volver a ver a todas sus «buenas amigas y ver los cambios en la ciudad».

Hondarribia fue un día su hogar, el lugar del que siguen guardando muchos recuerdos que perduran a pesar de la distancia. De una forma u otra, todos echan de menos nuestra ciudad y esperan volver en este 2011 al que, por la diferencia horaria, darán la bienvenida diez horas antes.

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