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JORGE SAINZ
Domingo, 16 de enero 2011, 02:59
El anuncio de ETA de alto el fuego ha tenido la peculiaridad de suscitar debate tanto sobre lo que dice como sobre lo que no aparece en las escuetas 26 líneas que vieron la luz el pasado lunes. Es lo que algunos como el socialista Jesús Eguiguren o el coordinador de Lokarri, Paul Ríos, resumen en la frase «es mucho más importante el contexto que el texto del comunicado».
A esa realidad subyacente se agarra Batasuna para mantener su esperanza frente al clima de escepticismo extendido, que va desde los gobiernos socialistas hasta uno de los firmantes de Gernika, Aralar, pasando por el PNV. Un campo de juego, por tanto, todavía embarrado en el que la izquierda abertzale va a tener que moverse con dificultad, salvo que ETA cumpla la previsión de los más optimistas en ese mundo político, que ya apuntan a un nuevo comunicado o mensaje incidiendo en la irreversibilidad del fin de la violencia.
Mientras tanto, el escenario en el que trabaja hoy el mundo de Batasuna ofrece muy pocas oportunidades de estar en las elecciones municipales de mayo. Así lo asumen en privado en el seno de la coalición proscrita, indican diversas fuentes solventes próximas a la izquierda abertzale. Aún así, la formación ilegalizada garantiza que no va a dar marcha atrás en su apuesta por vías exclusivamente políticas, independientemente de que la Justicia le prohíba o no volver a las urnas, según los medios consultados.
Las largas décadas de violencia y asesinatos y los fallidos y frustrantes procesos de paz de 1998 y 2006 han hecho mella también en Batasuna. Sus dirigentes han llevado a cabo una gran autocrítica en su último debate interno, algo reconocido por el propio Arnaldo Otegi en su última entrevista en Gara, para no repetir los errores del pasado y salir del atolladero en el que le ha sumido las décadas de pervivencia del terrorismo.
Otro aspecto que preocupa a los dirigentes de la izquierda abertzale es que todo su proceso interno, que arranca con la iniciativa de Alsasua de noviembre de 2009, se haya identificado principalmente con un intento de volver a las instituciones, como un movimiento puramente electoralista o de supervivencia. «Detrás de todo esto hay una apuesta estratégica que va más allá del 22 de mayo y que deberá continuar por encima de que vayamos o no a las urnas», señalan las fuentes antes citadas.
El problema, reconocido por el mundo de Batasuna de puertas adentro, es que han perdido la prédica de que disfrutaba en el pasado. «Tenemos que recuperar la credibilidad no sólo de la sociedad, sino incluso del Gobierno», añaden. Una confianza clave para que el Ejecutivo español pueda en un futuro facilitar posibles escenarios para superar lo que la izquierda abertzale denomina el «conflicto político».
Fortalezas
Pero el mundo de Batasuna cree, por el contrario, que tiene otras fortalezas. Pese a las críticas del resto de partidos, sus dirigentes se esfuerzan en transmitir que la decisión de acabar con la violencia para siempre «está asumida en el seno de ETA» y que «la relación de fuerzas interna en la organización armada se inclina hacia la posición de dejarlo». Entienden que el lenguaje utilizado por los tres encapuchados en el comunicado, en especial la parte final que dice que la organización armada «no cejará en su lucha», puede suscitar dudas. No obstante, en Batasuna consideran que ha sido «un paso determinante e imprescindible para el avance definitivo» y recuerdan que nadie esperaba un comunicado «de rendición» tras cincuenta años de lucha armada. Subrayan además la evolución vivida en un año. El paso del escepticismo inicial de la organización armada ante los primeros pasos de la izquierda abertzale a lo que interpretan como un respaldo, en mayor o menor grado.
Batasuna siente que es ahora ella la que lleva la manija en el seno del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco, algo que empiezan a asumir los socialistas y el propio lehendakari en sus últimas declaraciones, y que supone una novedad significativa respecto a procesos fallidos anteriores. Esto parece garantizar que si ETA tuviera algún día la tentación de retomar la lucha armada, lo tendría que hacer sin el tradicional soporte de acompañamiento de su mundo político, aunque el reto de la coalición independentista es recorrer este camino hacia las vías políticas sin escisiones.
En este objetivo puede ayudar el hecho de contar, según las fuentes consultadas, con la adhesión mayoritaria de un sector emblemático: el de los presos. Un colectivo en el que también han trabajado para evitar disensiones, al margen del grupo de reclusos liderado por Urrosolo Sistiaga que se ha desmarcado de ETA. La nota el día de Nochebuena del llamado Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), comprometiéndose a aportar al proceso de Batasuna, daría fe de ello más allá de las críticas al Gobierno.
Otra rendija de esperanza puede atisbarse, aunque parezca paradójico, en la propia reacción del Gobierno central al comunicado. El cruce de acusaciones entre Batasuna y el Ejecutivo no ha parado a lo largo de toda la semana. Pero el contexto del que hablan Eguiguren o Paul Ríos también vuelve a imponerse aquí. La izquierda abertzale detecta que, bajo las palabras oficiales, existe una cierta asunción de que efectivamente Batasuna va en serio con independencia de lo que haga ETA, aunque no tanto como para llegar legalizados a mayo. No obstante, empiezan a aparecer distintas voces en ámbitos políticos que auguran que el Ejecutivo de Zapatero se cuidará muy mucho para que la responsabilidad de una futura prohibición de las listas de la izquierda abertzale en las forales y municipales se sitúe clara y exclusivamente en el ámbito de la Justicia. El Gobierno intenta, en este sentido, combinar la firmeza sin aparecer como quien obstaculiza el final de la violencia en Euskadi.
Horizonte futuro
Pero la pelota sigue en el tejado de Batasuna, obligada a un difícil ejercicio de equilibrismo. El comunicado etarra, aunque se asemeje al de 2006 o incluso a la Alternativa Democrática de 1995, no entraría en colisión con las demandas del mundo de Batasuna, que está pidiendo a ETA que se retire, pero no que desaparezca. Todo ello en el convencimiento de la izquierda abertzale de que nunca tendrá que asumir la responsabilidad de pasar el Rubicón de tener que reaccionar con firmeza ante un eventual atentado. Su hoja de ruta no contempla este escenario, sino un horizonte despejado, aunque más tarde de lo deseado, probablemente para las elecciones autonómicas de 2013.
Se cumpliría así la teoría de Eguiguren de un final un tanto difuso de la violencia. Lo que el dirigente socialista define como la teoría de la nieve: «Uno ve que hay nieve y que persiste unos días hasta que, un buen día, sin darte cuenta, te percatas de que se ha derretido y ya no queda nada». De hecho, fuentes conocedoras de los entresijos del proceso están convencidas de que «el terrorismo que conocemos como asesinatos o secuestros ha terminado para siempre». Todo ello, no obstante, choca con el riesgo que supone mostrarse tan categórico antes de que la propia organización terrorista confirme si realmente ésa es su verdadera intención.
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