El sueño utópico de Chillida

La montaña de Tindaya se alza junto al mar en la localidad del mismo nombre de La Oliva, en Fuerteventura. Apenas tiene unos centenares de metros de elevación, pero su forma y especial significación religiosa la convirtieron en uno de los lugares sagrados de los antiguos majos, los primitivos habitantes de la isla.

Eduardo Chillida ideó vaciar esta montaña y hacer en su interior un cubo de 40 por 40 metros como monumento a la tolerancia. Ese gran espacio interior apenas ocuparía un 0,3% del total del proyecto que, aunque está concebido unitariamente, cuenta con tres elementos: cámara central, embocadura horizontal y embocaduras verticales.

La cámara central es una cavidad de forma cúbica pero sin ángulos rectos. Podría llegar a medir unos 50 metros de arista.

La embocadura horizontal, orientada al oeste, mirando al mar, tendrá una longitud de 70-80 metros y una altura y anchura de unos 15.

Las embocaduras verticales medirán 50 metros desde la parte superior de la cámara hasta una cota próxima a la cima de la montaña. Son las embocaduras del sol y la luna. A través de ellas se iluminará con luz natural la cámara central. Están encajadas en las esquinas superiores opuestas a la entrada. Estas dos aberturas afloran a la superficie, una en la vertiente norte y otra en la sur. Estarán a ras de suelo, sin elementos externos que modifiquen el paisaje.

Los visitantes podrán penetrar en la escultura por la embocadura horizontal. Desde la cámara central se podrá ver el sol, la luna por las embocaduras verticales, y el horizonte y el mar a través de la entrada. Como la base de la cámara superior estará a un nivel superior al de la embocadura horizontal, que sirve de entrada, las personas que transiten por ella no entorpecerán la contemplación del horizonte desde el interior. A lo largo del día, la incidencia de los rayos del sol irán cambiando el aspecto de la escultura, creando un paisaje interior distinto.