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ALBERTO MOYANO
Miércoles, 9 de febrero 2011, 09:31
Cuando se llevaba el blanco y negro, se pasó al color. Cuando la fotografía se volvió solemne, apostó por lo irreverente. Cuando todos los fotógrafos exploraban los límites de la fotogenia del proletariado, se cebó con la clase media. Y cuando todos se fueron a retratar los horrores que ofrece la guerra, prefirió centrarse en qué ocultan las playas, los centros comerciales y los parques de atracciones. Martin Parr (Surrey, 1952) ha hecho carrera durante más de treinta años de fotografía mediante el simple procedimiento de ir a contracorriente. Su método es sencillo: «Yo siempre trato de fotografiar cosas que no fotografía nadie».
Parr, convertido a día de hoy en miembro de la agencia Magnum y en uno de los fotógrafos de referencia del siglo XX, se explica a sí mismo mediante una mezcla de sinceridad y provocación en el libro de diálogos con Quentin Bajac, que ahora publica la editorial La Fábrica. 'Martin Parr por Martin Parr' recoge el extenso diálogo que, bajo la premisa «recuerda, soy un hipócrita», el artista británico mantuvo con el director de fotografía del Museo Nacional de Arte Moderno francés, con sede en el centro Pompidou de París.
Parr, que inauguró el pasado mes de octubre la última edición de Getxophoto con la serie 'Luxury', -fruto de cuatro años de trabajo en eventos relacionados con el lujo-, repasa en su conversación con Bajac toda su trayectoria, desde sus inicios en la foto-documental, allá por los tiempos de Margaret Thatcher, hasta su ingreso en Magnum, merced a una compleja votación que «en política habría sido un pucherazo», no duda en afirmar el fotógrafo. Precisamente, en torno a 'Luxury', señala que «si miras el proyecto, te darás cuenta de que trata sobre la sostenibilidad. Es una crítica total a la riqueza», apunta, antes de admitir su hipocresía porque «yo soy rico también».
Profesor en la Universidad de Gales, editor de libros, comisario de exposiciones, coleccionista y creador de un universo estético propio, Parr ha sido imitado hasta la saciedad, con la salvedad de que para cuando sus seguidores le alcanzan, él ya no se encuentra allí. «Lo único que me preocupa es terminar mi siguiente proyecto. Por eso estoy todo el día reservando vuelos y lo seguiré haciendo mientras me quede energía».
Su mérito radica en retratar aquello que a todos los demás les pasa desapercibido por excesivamente visto. Su región visual pertenece al universo de las clases medias, los vuelos de bajo coste y los hoteles del 'todo incluido'. ¿Nación Kitsch? En absoluto. «No forma parte de mi vocabulario (...) Le veo un tono despectivo (...) Decir eso es muy condescendiente, muy simplista».
En realidad, el universo de Parr es muy complejo, en ocasiones, contradictorio, a veces coherente y siempre brillante. Aquí van algunas perlas: «Si hoy en día quieres publicar algo no tienes más que hacer un reportaje que tenga que ver con el cambio climático», «una de las cosas que he aprendido es que estamos rodeados de propaganda», «hay muchas cosas que están jodiendo este planeta», «las polémicas que suscito con mi trabajo siempre me cogen por sorpresa», «hay muchas cosas que la gente no fotografía, que existen, siguen existiendo, limitaciones», «soy un fotógrafo muy promiscuo» o «me encanta esa capacidad que tiene la fotografía de ser democrática, de integrarse tanto en la cultura popular como en la más refinada». Parr no ahorra críticas hacia su país, en donde «a la gente no le gustaba la fotografía y le sigue sin gustar». ¿La prueba? «La Tate no abrió su primera exposición fotográfica hasta 2003», alega.
Y si nada escapa al ojo crítico de Parr, tampoco internet lo hace. «El peligro es que esperamos que todo sea gratis, pero a veces es necesario cobrar por los contenidos».
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