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M. VILLAMERIEL
Domingo, 13 de febrero 2011, 04:31
Hay pocas voces tan autorizadas como la de Julen de Madariaga para hablar de la evolución de ETA y del largo proceso que ha llevado al rechazo de su violencia. Fue uno de los fundadores de la organización a finales de los 50, uno de los primeros militantes en dejar ETA posicionándose claramente en contra de la lucha armada y uno de los primeros en dejar HB por rechazar el apoyo a la violencia.
Tras aclarar que tiene el convencimiento de que «todo pueblo, como toda persona, tiene derecho a defenderse cuando se considera agredido» y que «la violencia institucional muchas veces es más reprobable que la lucha armada de un grupo», señala que «llevo unos 20 años mostrándome en contra de la violencia de ETA. Sobre todo, porque me parece inoportuna políticamente y no sólo no nos beneficia, sino que incluso nos hace daño. En los inicios me parecía necesaria, porque a mi juicio el pueblo vasco ha sido históricamente agredido, pero a partir de los años 80 las cosas empezaron a cambiar y ETA no supo adaptarse a los nuevos tiempos».
Madariaga señala que «ETA tiene cada vez menos fuerza, menos apoyo, pero ¿por qué? Habrá quien diga que por los golpes policiales que ha recibido en los últimos años, pero yo creo que es sobre todo porque no ha sabido adaptarse, porque sigue actuando como si estuviera anclada en los años 60, y eso no tiene sentido».
Alguna vez ha dicho que en su día crearon «un monstruo». «Es una expresión contundente, pero muchas veces la evolución de ETA me ha llevado a pensar eso. El problema es que cuando tú creas algo no siempre puedes controlar que, con el tiempo, no acabe escapando de la idea inicial». «Creo que fui el primero que se pronunció públicamente en contra de la violencia de ETA viniendo de ese mundo -continúa-. Fue a principios de los 90. La última vez que estuve en la cárcel, cerca de París, fui agredido por otro preso de ETA tras una discusión por diferencias exclusivamente políticas. Aquel preso hoy es bastante conocido: Josu Ternera. Después de aquello decidí que no quería saber nada de esa gente y escribí una carta en la que decía que lo dejaba».
Al salir de la cárcel en el 91 se instala en Bilbao y retoma su trabajo como abogado. «Al poco tiempo entro en HB, aunque nada más llegar ya empezaron las divergencias, porque mi idea era que el funcionamiento interno del partido fuera más democrático. En ese mundo los movimientos son lentos, porque si marcas distancias te dicen que das bazas al enemigo, por eso se tiende a cerrar filas».
Su desacuerdo con la estrategia de HB le hizo abandonar el partido y hace diez años fue uno de los fundadores de Aralar junto a otros dirigentes de la izquierda abertzale. «Tanto al dejar ETA como HB percibí una actitud de rechazo muy grande entre los que eran mis compañeros. Nos han hecho muchas faenas por no pensar como ellos, por un problema de intolerancia. Lo más doloroso fue que nos llamasen traidores. Ahora veo que empiezan a utilizar palabras que yo llevo 20 años usando, pero ni por asomo harán un mínimo amago de pedir disculpas».
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