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Pier Paolo Pasolini, en una calle de Nueva York. :: ERRATA NATURAE
Cuando Pasolini fue a Harlem
CULTURA

Cuando Pasolini fue a Harlem

Un libro recupera dos textos sobre las dos visitas que el autor hizo a la ciudad en los sesenta. El escritor y cineasta italiano pasó de la fascinación a la decepción hacia la sociedad de EE UU

ALBERTO MOYANO

Viernes, 25 de febrero 2011, 04:43

Antes de que Giuliani impusiera el orden y de que el yihadismo atacara la ciudad, Nueva York fue un hervidero en el que se dieron cita los delicuentes reconvertidos en combatientes políticos, la peligrosidad social y la izquierda exquisita del 'radical chic'. A finales de los años sesenta, el escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini realizó dos viajes a la ciudad y si del primero regresó entusiasmado, del segundo volvió desencantado. Pocos años después, el polémico creador murió asesinado en circunstancias tan extrañas que 31 años después de cometido el crimen aún genera un goteo bibliográfico. Y mientras su legado cinematográfico padece los rigores del paso del tiempo, su obra literaria vuelve a las librerías con renovadas fuerzas.

Pasolini llegó por primera vez a la 'Gran Manzana' en 1966 y regresó tres años después. Fruto de aquellos dos viajes son los dos textos que la editorial Errata Naturae reúne ahora en el volumen 'Nueva York'. El primero es una entrevista que bajo el título de 'La poesía no se consume' recoge una entrevista que el autor de 'Ragazzi di vita' concedió en 1969 al entonces director del Instituto Italiano de Cultura, Giuseppe Cardillo. Se trata de la transcripción de una casete perdida durante cuatro décadas en los sótanos del Instituto Italiano, en la que un Pasolini en crisis -y por lo tanto, en proceso de cambio- se despacha en torno a los temas recurrentes en su obra: la religión, el ateísmo, lo sagrado, el sexo, la poesía, el racismo, África y la utopía.

La entrevista muestra a un Pasolini consciente de su aislamiento en el mundillo de los pensadores italianos de la época, introspectivo y definitivamente alejado ya del arrebato pasional que le había causado tres años antes la sociedad estadounidense, a la que ya sólo menciona para reprocharle su consumismo. En cuanto al poeta que mejor cantó al lumpen-proletariado de la periferia romana, simplemente ya no existe. Es la distancia que separa al autor de 'Accattone' del que firma 'Teorema'.

En cambio, el segundo texto que conforma el libro, escrito en 1966 como resultado de una estancia de diez días en Nueva York, es efervescente. Allí cree encontrar el espíritu partisano que desapareció de Europa tras la II Guerra Mundial. Nada detiene su frenesí. «Quien no ha visto una manifestación pacifistay no violenta en Nueva York carece de una gran experiencia humana», afirma tres lustros antes del advenimiento de Reagan y los 'yuppies'. «He vivido de lleno una situación de descontento y de exaltación, de desesperación y de esperanza: de contestación absoluta contra el sistema», escribe Pasolini, tras dar cuenta de sus experiencias con jóvenes negros partidarios de la lucha armada, neonazis del Village, sindicalistas de Harlem y representantes de las izquierdas, tanto de la 'exquisita' como de la de 'La Droga'. Sobre estos últimos, sentencia: «Están viviendo una tragedia. Y puesto que no saben sino vivirla y no la valoran, mueren víctimas de ella».

Acostumbrado al monocolor de una Italia, y por extensión de una Europa, que apenas empieza a salir de la postguerra, Pasolini sucumbe a la explosión de colores que Nueva York le ofrece. «¿Cómo englobar en una única categoría todos los tipos -extraordinarios- que se pasen por Manhattan?», se pregunta, estupefacto, antes de continuar: «¿Cómo sintetizar, en una sola cara, la cara estirada del anglosajón, la loca del irlandés, la triste del italiano, la pálida del griego, la salvaje del portorriqueño, la neurótica del alemán, la divertida del chino, la adorable del negro...?»

El 'Nueva York' de Pasolini -ilustrado con una decena de fotografías del escritor en los bares y calles de la 'Gran Manzana'- se abre con una excelente introducción del profesor de la Universidad Estatal de la ciudad estadounidense, Luigi Fontanella. El prólogo recupera la descripción que de Pasolini hiciera uno de sus mejores amigos, el también escritor Alberto Moravia, cuando dijo que «su gran originalidad fue escribir poesía civil de izquierdas, dejando a un lado el humanismo y volviendo al decadentismo europeo».

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