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SALUD. EL CONTROL DE LAS PRUEBAS RADIOLÓGICAS

Osakidetza registrará el historial de radiaciones recibidas por los pacientes

Empezará por controlar a través del ordenador la exposición a los menores de 14 años. El objetivo es racionalizar el número de pruebas radiológicas, no inocuas, y velar por la seguridad de los enfermos

ARANTXA ALDAZ aldaz@diariovasco.com

Lunes, 28 de febrero 2011, 03:47

El avance tecnológica de la radiología ha permitido a los médicos escrutar la anatomía del paciente con precisión hasta hace pocos años inimaginable, de gran ayuda para lograr un diagnóstico que puede significar la diferencia entre la vida o la muerte. Una tomografía axial computerizada (TAC) permite localizar un tumor, valorar el estado de las arterias coronarias a un enfermo de corazón o confirmar el alcance de una lesión cerebral. Ese examen proporciona imágenes exactas, no invasivas, sin dolor para el paciente. El problema es que las pruebas radiológicas no son inocuas. Un ejemplo. La dosis de radiación ionizante emitida por un TAC abdominal, la prueba radiológica potencialmente más peligrosa, equivale a la exposición a 500 radiografías de tórax. «Los estudios científicos han confirmado que el mayor riesgo que tiene la radiación es desarrollar un cáncer en el futuro», afirma Ángel Morales, responsable del programa de radioprotección del Hospital Donostia. «Un paciente de unos treinta años al que se le practica un TAC abdominopélvico, con el que se puede dar una dosis de radiación de entre 10 y 15 milisieverts, tiene un riesgo de desarrollar un cáncer por cada 2.000 personas», unas cifras a menudo desconocidas por el enfermo pero que pueden ser un mal menor cuando se trata de afrontar una grave enfermedad.

La justificación de la prueba, que esté prescrita adecuadamente y en dosis ajustadas, es la regla de oro de los radiólogos. «El primer gran error en la radiología es hacer una radiografía que no esté médicamente indicada. Los riesgos de la prueba tienen que estar siempre justificados por los beneficios esperados por el diagnóstico, por ejemplo en el caso de un enfermo de cáncer. No se trata de no hacer esa prueba, sino de prescribirla estrictamente cuando sea necesaria. Las pruebas radiológicas son una herramienta de extrema utilidad, pero si se hacen de forma adecuada», apunta Morales.

Cada vez más TACs

El buen hacer de cada profesional, sin embargo, no parece antídoto suficiente ante el crecimiento «explosivo» de las pruebas radiológicas. En el Hospital Donostia, por ejemplo, el número de TACs está aumentado en los últimos años a un ritmo de entre un 8 y 10%, como consecuencia de la mayor demanda asistencial, pero también de un uso contraproducente de estos exámenes que a menudo se prescriben por su alta calidad de imagen sin tener en cuenta otras alternativas no dañinas que también podrían proveer un diagnóstico, como la resonancia magnética, o los ultrasonidos.

Capitaneada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la comunidad médica internacional se ha movilizado para reducir los riesgos innecesarios de la radiología, «al mismo tiempo que maximizar los beneficios para la salud». Anticipándose a una normativa europea más exigente, el Departamento de Sanidad ha decidido mejorar el control de la radiación que reciben los pacientes y recogerá el historial de la exposición acumulada a lo largo de toda la vida del enfermo. Según explica Enrique Peiró, responsable de los programas de Salud Pública de Osakidetza, esa información podrá ser consultada a través del ordenador, como un archivo más de la historia clínica electrónica del paciente, lo que proporcionará al médico y al radiólogo un dato «muy útil» para valorar la idoneidad de prescribir o descartar una nueva prueba.

El sistema de anotación será automático, como una especie de cartilla radiológica pero digitalizada. Cuando un paciente se someta a una prueba, la dosis de radiación que reciba será registrada por el aparato y a su vez será enviada a un servidor que la memorizará. Los técnicos de Osakidetza ya han probado el modelo informático que se utilizará en un TAC del Hospital de Txagorritxu. Osakidetza prevé desarrollar este registro este mismo año, empezando por la población pediátrica, de menos de 14 años, que es más sensible a la radiación, por el mayor número de células inmaduras proliferantes, y disponen de un mayor tiempo para expresar los efectos tardíos de la radiación, que son acumulativos a lo largo de la vida. «La idea es extender el registro a toda la población sanitaria en diferentes fases, pero empezaremos por los niños y por las radiaciones que emiten los TACs. No es la prueba radiológica más frecuente, pero sí la más radiante», justifica Enrique Peiró.

El objetivo, recalca, «no es reducir las pruebas radiológicas de utilidad médica, sino sensibilizar sobre un uso más racional y evitar las prescripciones innecesarias». La puesta en marcha del registro irá acompañada de sesiones informativas y un dossier que se entregará a los médicos, que está siendo elaborado por un grupo de trabajo en el que participan radiólogos, especialistas en radiofísica, epidemiólogos y técnicos informáticos.

El límite de dosis

Euskadi se convertirá así en la primera comunidad autónoma en implantar un registro automático de radiaciones, subraya Peiró. La Comunidad de Madrid y algunos hospitales andaluces también han implantado un sistema de control, pero en ambos casos se trata de una cartilla de papel, como la de las vacunas, donde se anota las dosis de radiación recibidas por los niños.

¿Y cuánta radiación es mucha? El radiólogo Ángel Morales explica que no hay una dosis límite válida para todos los pacientes, porque cada caso, en función de la edad, peso y enfermedad, se trata de forma diferente. Morales subraya la importancia para una correcta práctica médica de los otros dos principios de la radioprotección. «Uno es la optimización, conseguir con la menor dosis de radiación la mejor calidad de imagen y el otro es la limitación de la dosis. En algunas imágenes médicas, como la radiología de tórax o de la columna lumbar, tenemos unos valores de referencia que no se pueden superar», unos protocolos «exhaustivamente» regulados para garantizar la seguridad del paciente.

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