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Ollanta Humala, ¿riesgo o incertidumbre para Perú?
ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Ollanta Humala, ¿riesgo o incertidumbre para Perú?

Ante las elecciones de hoy en el país, se percibe cómo el populismo se atribuye una función mesiánica cuyo soporte es la utopía y no la razón

ALFREDO CRESPO ALCÁZAR

Domingo, 10 de abril 2011, 06:39

En 2011, América Latina sigue ofreciendo procesos electorales. Los peruanos están hoy, domingo, llamados a las urnas. Brasil, Colombia o Chile hicieron lo propio en 2010, apostando en unos casos por la alternancia y en otros por la continuidad, aunque siempre estando claro desde el principio quién iba a ser el ganador y qué proyecto político tenía en mente. En el caso de Perú no podemos decir lo mismo pese a la ventaja que ha tomado Ollanta Humala en los últimos días.

Perú puede mirar con optimismo al siglo XXI. Estabilidad democrática, crecimiento económico y seguridad jurídica han sido los rasgos definitorios de los gobiernos de Alejando Toledo (2001-2006) y Alan García (2006-2011). Atrás quedaron la corrupción e hiperinflación del primer gobierno de García (1985-1990) o el retroceso en derechos humanos y libertades mezclado con enfrentamientos con vecinos regionales (Ecuador) que se vivió durante los sucesivos gobiernos de Alberto Fujimori (1990-2001). Hasta la fecha, el fujimorismo ha sido la última aventura populista que ha conocido este país.

Durante el reciente Gobierno de Alan García, se puso de manifiesto que en América Latina es posible una propuesta gubernamental socialdemócrata, alejada de la órbita de influencia del socialismo del siglo XXI. Uruguay o El Salvador precedieron de idéntica manera. Así, el chavismo encontró en García a uno de sus principales oponentes que no dudó en enfrentarse al venezolano en cuestiones tan complejas como la de Honduras post-Zelaya, reconociendo al gobierno de Porfirio Lobo y exigiendo su retorno a organizaciones como la OEA.

De la misma manera, Alan García tampoco practicó un rancio antiamericanismo de consumo interno y sí consideró a Estados Unidos su socio tanto en cuestiones comerciales como de seguridad. Esta evolución positiva podría verse alterada si finalmente el ganador (en segunda vuelta) es Ollanta Humala, sin perder de vista que las complicaciones derivadas de la fragmentación electoral pueden repercutir en la gobernabilidad de Perú.

Uno de los grandes déficits de América Latina es su incapacidad para crear formaciones políticas con un programa claramente identificable y que estén por encima del nombre y de la personalidad de los candidatos, trascendiéndolos en el tiempo. Actualmente, Ollanta Humala y Keiko Fujimori son los favoritos para acceder al 'round final'; pero no siempre ha sido así y durante un tiempo fue Alejandro Toledo quien lideró las encuestas. El carisma del candidato sigue siendo el elemento más sobresaliente.

Ollanta Humala representa el populismo de izquierda. El 'modus operandi' de éste último por todos es conocido. Primero lleva a cabo una campaña que mezcla victimismo y nacionalismo a partes iguales, para después minar derechos y libertades bajo diferentes modalidades, que van desde el cierre medios de comunicación hasta la expropiación de empresas.

En este sentido, Ollanta Humala ha rebajado el tono de su discurso con respecto a 2006. Ha obrado así no solo por razones resultadistas sino porque la situación de su principal mecenas ideológico (Hugo Chávez) no es la mejor. Como consecuencia, ha priorizado en su programa un tema muy del agrado del votante ya que se presenta como el paladín de la lucha contra la corrupción. De este modo consigue que otras apuestas suyas, como los ataques al neoliberalismo o su deseo de crear una nueva Constitución (y el consiguiente establecimiento de una «nueva República con hegemonía progresista»), adquieran un perfil más bajo, pero no por ello menos peligroso.

Percibimos, una vez más, cómo el populismo se atribuye una función mesiánica cuyo soporte es la utopía y no la razón. Pedro Pablo Kuczynski, al que sus rivales han tratado de desacreditar llamándole «derechista» o «neoliberal», ya ha avisado de los verdaderos planes de Humala. Es obligado recordar que «modificar» la Constitución es una de las señas de identidad del populismo latinoamericano, ya sea de derechas o de izquierdas. Los argumentos barajados por Humala para postular la reforma constitucional son viejos tópicos como la búsqueda de la Justicia social bajo los cuales siempre se han disfrazado proyectos autoritarios y liberticidas, como los de Evo Morales o Hugo Chávez y hacia los cuales Alejandro Toledo ha mostrado rechazo y distanciamiento. Sin embargo, Humala guarda un calculado silencio.

Esta táctica, hasta ahora, le ha dado buenos resultados ya que ha conseguido revertir las adversas encuestas iniciales que le daban escasas opciones de estar entre los dos elegidos. Esto no implica necesariamente un triunfo en la segunda vuelta pues es evidente que habrá trasvase de votos entre el resto de candidatos que no accedan a la segunda vuelta final.

Finalmente, con su retórica «economía nacional de mercado», Ollanta Humala esconde que su política económica tendrá una de sus piedras angulares en la nacionalización. Complementariamente, olvida que nos hallamos en la era de la globalización, otorgando al Estado el rol de actor principal cuando de crear riqueza se trata, en vez de al sector privado. La economía, o por mejor decir, en el proyecto económico a aplicar desde el Gobierno es donde Humala se encuentra en minoría frente a sus cuatro rivales, apostando por lo que llama «modelo más social», donde el aumento del salario es la pieza más sobresaliente.

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