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El diestro Alejandro Talavante da un pase con la muleta a su primer astado. :: EFE
La primera desilusión
FERIA DE SAN ISIDRO

La primera desilusión

BARQUERITO

Lunes, 16 de mayo 2011, 04:06

Un desliz de Cuvillo: no fue la corrida que se esperaba. Ni las hechuras ni el trato, ni el fondo ni la forma. Fue llamativa la desigualdad de estampa: un primer toro con rica corona ancha y astifina, y con él confirmó la alternativa ambiciosamente el mexicano Arturo Saldívar; y un segundo, el de la devolución de trastos, que dio el peso pero no el trapío de Madrid porque fue un toro muy ventrudo y sin cara.

Saldívar salió arrancado y, de rodillas y en los medios, citó de largo para una aparatosa tanda en redondo: los cabezazos del toro fueron como balas que le pasaron silbando las sienes. Sopló viento pero no se arredró ni volvió la cara el torero de Jalisco. Firmeza y ajuste impecables, conmovedores.

Entre rayas se tranquilizó el toro. Una última tanda por laserninas u ortinas fue de pasarse el toro más cerca todavía. Un desplante que le salió del alma a Saldívar tuvo torería. Una estocada defectuosa soltando el engaño. Fría de primer toro, la gente se quedó corta en recompensa -saludos desde el tercio- y hasta reconocimiento. Hacía tiempo que no se veía confirmar en las Ventas a un torero tan bragado como éste. El toro de la devolución, bizco, se picó por libre y claudicó al salir de la tercera vara.

Morante, inédito con el capote por renuncio del toro, abrió faena en tablas con bella y solo aparente desgana. Cinco muletazos exquisitos de apertura y, encajado luego, tres en redondo muy templados, pero, al primer toque de castigo, el toro perdió las manos y se vino abajo sin remedio. Se oyó alguna protesta, por el toro, y Morante abrevió: una tanda de delicados muletazos.

El tercero tuvo mejor remate que el segundo pero lo protestaron más. Talavante brindó al público y abrió con estatauarios. En el remate sufrió un desarme. Noble, pero trompicado, el toro tomó engaño sin entrega y luego pareció que, más que descolgar, estaba en realidad empezando a afligirse. Talavante trató de encajarse en dos cambios de mano por delante, pero en los dos adelantó el toro por flojera y le hizo perder pasos.

Morante estaba en deuda y al cuarto, el de más armónicas hechuras, lo ligó de salida en siete lances de brazos en madeja. Se sintió el rugido de Madrid subrayando el invento. La media salió enganchada. Al salir de una vara trasera, enterró el toro pitones y se quebró. Morante firmó a compás muletazos caros: los seis de compás de la apertura jugando en la suerte natural y la contraria, y trenzando; y nueve repartidos en tres tandas con la diestra. En dos pisotones de muleta el toro lo desarmó dos veces y en la última baza claudicó el toro. Bizco, el quinto escarbó y echó las manos por delante. La escupida del caballo en la primera vara lo confirmó: tremenda estampida. Volvió a escupirse a nuevo castigo, pero no perdonó el quite Saldívar: tres chicuelinas raudas y una revolera airosa. Talavante lo llevó muy toreado con la zurda, le consintió sin arrugarse pero no rompió en ritmo la cosa.

La segunda faena de Saldívar, volvió a tener el sello de la firmeza y ahora el mando para someter por las dos manos viajes más llevaderos. Se rajó el toro al ir dominado. El último borrón de este patinazo de Cuvillo. Después de tanto derroche, no pasó con la espada Saldívar.

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