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SANTIAGO ERASO
Viernes, 27 de mayo 2011, 04:35
Hace un mes, antes de que se iniciara este incipiente fenómeno de crítica social -conocido como movimiento 15 de Mayo- que ha ocupado las plazas de nuestras ciudades, escribí sobre el libro 'Indignaos', llamamiento a la insurrección pacífica que Hessel hace a los jóvenes del mundo. En la columna comentaba que además de este éxito editorial se han divulgado otros ensayos mucho más exhaustivos y con mayor rigor político. Uno de ellos es 'La quiebra del capitalismo global', de Ramón Fernández- Durán, fallecido recientemente tras una 'muerte digna' consecuente con toda su trayectoria vital e intelectual. Seguramente, si su perseverante enfermedad le hubiera dejado vivir, este destacado miembro de Ecologistas en Acción también hubiese estado en la Puerta del Sol, a lado de las miles de personas que siguen reclamando todavía hoy, después de las elecciones, una mejor democracia.
Otra publicación que se está convirtiendo en el libro de referencia del 15M es 'La crisis que viene', magnífica versión abreviada del anterior 'Fin de ciclo', de Isidro López y Emmanuel Rodríguez y editada por Traficantes de Sueños, una iniciativa social que se dirige a cartografiar otras formas de vida y que difunde su catalogo no solo en papel sino también en formato digital de descarga gratuita. Los autores insisten en que los últimos años estamos asistiendo, atónitos, a un espectáculo político donde los gobiernos conservadores y socialdemócratas acuden, sin rubor, al rescate multimillonario de grandes bancos a la vez que promueven constantes recortes sociales y privatizaciones encubiertas que están terminando con el Estado del Bienestar.
El 15M señala un punto de inflexión en las políticas de movilización ciudadana y de crítica a la política institucional hegemónica. Más allá del reciente resultado electoral y sus múltiples interpretaciones - el conjunto de votos del PP y del PSOE suman 14.750.118, poco más de un 40%-, las formas heterodoxas de toma del espacio público y reivindicación democrática, herederas de otros movimientos como el 'No a la Guerra', 13M, V de Vivienda o las más recientes del norte de África o Islandia, hablan sobre el hartazgo que producen en la sociedad las viejas formas de hacer política.
Cuando se produjo el momento más crítico del desastre financiero que dio origen a la crisis, los grandes lideres mundiales, desde Obama hasta Sarkozy, no pararon de proclamar la necesidad de reformar el sistema y reforzar el papel de los Estados y los Organismos Internacionales en el control de los flujos económicos. Pasada la primera alarma y la urgencia del momento, ¿dónde quedan las promesas de humanización del capitalismo? ¿dónde los compromisos de acabar con los paraísos fiscales? ¿dónde la voluntad de controlar más y mejor el sistema financiero y gravar a las rentas especulativas? ¿dónde han quedado los intentos de reforma fiscal para los que más tienen? En este sentido, el movimiento 15M persigue, en cierto modo, mejorar la democracia, a la vez que se piensa la economía social. Por tanto, al menos, reconocer el derecho a la ciudadanía para todos, en consecuencia con los tiempos globales que vivimos, la defensa sin ambages de los bienes comunes (salud, educación y cultura, conocimiento, internet, recursos ambientales), otras formas de gobernanza mucho más participativa y, sobre todo -esto es fundamental- apuntar nuevas formas de distribución de la riqueza. No cabe duda que tenemos que perder el miedo impuesto por una atmósfera mental afectada por la idea de escasez y conquistar la alegría de un mundo que todavía hoy, bajo la amenaza de una larga decadencia, es más rico que nunca. Aunque, lamentablemente, una parte importante de la riqueza esté en manos de muy pocos privilegiados.
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