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Rehabilitación cognitiva. Afectados por daño cerebral en un taller de manualidades y pintura de la asociación ATEC en Gipuzkoa. :: MIKEL FRAILE
La vida a cámara lenta
DAÑO CEREBRAL ADQUIRIDO

La vida a cámara lenta

Alrededor de 7.000 guipuzcoanos viven con daño cerebral adquirido. Un problema que va en aumento y para cuya rehabilitación, larga y costosa, hay pocas ayudas. «Echo de menos la vida de antes. El golpe que tuve lo cambió todo», asegura Gorka, un donostiarra afectado

JUANMA VELASCO jmvelasco@diariovasco.com

Domingo, 29 de mayo 2011, 11:43

Gorka recorta fotografías de la Real Sociedad del periódico y las pega con un pegamento de barra en una agenda muy personal. «También guardo fotos de Martínez de Irujo y de Pau Gasol». En el taller de manualidades, lo hace casi todo con la mano derecha. «Tengo inmovilizado casi el 90% de la parte izquierda del cuerpo», explica el donostiarra. Entre foto y foto, en otras páginas escribe frases que le parecen interesantes. Una de ellas podría resumir la historia de este donostiarra de 36 años: «No sabes lo que es la felicidad hasta que no conoces la tristeza».

A Gorka la vida le dio «un vuelco» hace ahora once años. Un traumatismo craneoencefálico ocurrido cuando practicaba deporte le causó un daño cerebral adquirido que cambió su futuro y le hizo empezar otra vez «de cero». Él sabe que ya nunca será el mismo. «Echo de menos la vida de antes. El golpe lo cambió todo», afirma. Tras una larga y costosa rehabilitación -que cultiva día tras día-, a Gorka en ocasiones el pensamiento se le atasca. «Todo se hace más lento», reconoce.

Como Gorka González, se calcula que cerca del 1% de los guipuzcoanos -alrededor de 7.000 personas- sufren algún tipo de daño cerebral adquirido tras haber sufrido un accidente cerebrovascular (ictus), un traumatismo cranoencefálico (accidentes de tráfico, deportivos...), tumores, infecciones cerebrales... Las cifras son aproximadas porque «no existen estudios epidemiológicos recientes». Eso sí, para comprobar la huella del daño cerebral adquirido no son necesarias estadística. Las secuelas afectan al individuo en sus capacidades físicas, intelectuales y emocionales. Los afectados más graves permanecen en coma vegetativo. Para el resto, la vida cambia radicalmente. La rehabilitación es larga y costosa y las ayudas que los afectados reciben de las administraciones públicas «son escasas».

El daño cerebral adquirido es una de las primeras causas de discapacidad y, sin embargo, es «una de las más desconocidas». Su incidencia va en aumento. No en vano, los avances de la medicina han provocado que muchas personas que antes fallecían en los quirófanos ahora se salven. Además, el aumento de la esperanza de vida hace que los accidentes cerebrovasculares sean cada vez más frecuentes en población de edad avanzada.

Un vuelco de 180º

Es la hora del taller de pintura en el local de actividades de Atece, la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Gipuzkoa. El colectivo fue creado en 1994 por un grupo de familias que sumaron esfuerzos para sobrellevar lo mejor posible el cambio traumático en la vida de sus seres queridos.

En la sala, un grupo de afectados por daño cerebral se enfrenta al lienzo. A Iñaki, que está retocando un cuadro de tintes cubistas, le ha tocado completar el calendario que cuelga de la pared. «Ponen el día, el mes, el año, la estación e incluso el tiempo que hace. Es un ejercicio para orientarse en el espacio y en el tiempo», explica Susana Álvarez, una de las educadoras de Atece.

Aparentemente, parece un taller normal. Si no es por una silla de ruedas delatora, nadie diría que se trata de afectados por daño cerebral. «Cada uno tiene sus cosas. Hay quien sale de la sala para ir al baño y luego se encuentra desorientado, quien es incapaz de recordar lo que ha hecho apenas un minuto antes...», explica una de las educadoras.

En la mesa no todos pintan. Gorka se dedica a colocar fotos de la Real Sociedad en su agenda. De vez en cuando, escribe extensas notas en el blog de la asociación (atecegipuzkoa.blogspot.com). No en vano, antes de que ocurriera el accidente, el donostiarra trabajaba de periodista en una conocida emisora guipuzcoana. «Ya no puedo ejercer por mi problema», dice con la mirada triste.

En un partido de fútbol

A Gorka le «cambió todo» un día de enero de 2000, cuando tenía 25 años. «No recuerdo si fue el mismo día de San Sebastián o al día siguiente», asegura. Como acostumbraba a hacer entonces, jugaba un partidillo de fútbol con la cuadrilla en un frontón de Beraun. «Por entonces tenía muy buena técnica y buen tiro. Aquel día quería meter gol. Tiré del número cinco del frontón con tan mala suerte que caí de espalda y me golpeé en la nuca», recuerda.

Sus amigos se acercaron para ver cómo se encontraba. «Yo estaba consciente. Me pedían que me levantase pero no podía». Gorka recuerda que ese día no había ambulancia de Cruz Roja en el frontón y que su hermano tuvo que ir a por su coche para llevarle a la Residencia. «Después de la operación, el médico nos dijo que si hubiéramos tardado diez minutos más, habría fallecido», cuenta el donostiarra.

Pasó mes y medio en la UCI. Posteriormente, estuvo ingresado medio año en el centro Aita Menni de Arrasate para rehabilitarse. «Todavía estamos pagando el crédito que pedimos para abonar la rehabilitación», asegura.

A Gorka se le quedó inmovilizado el 90% de su lado izquierdo del cuerpo. «También oigo muy mal de los dos oídos y, en ocasiones, el pensamiento se me atasca. Igual me preguntan cosas que sabía pero tardo mucho tiempo en recordarlas. Todo se hace más lento, hablo más despacio y tengo otros pequeños defectos»...

Su vida dio un vuelco de 180º. «Tienes que empezar una vida nueva y volver a planteártelo todo. Es como empezar de cero». El donostiarra, vecino de Altza, reconoce que tanto su accidente como su rehabilitación fue muy dura. «Pero ha sido más duro para mi familia. Lo que yo sufro eso ya lo sé, pero me duele más lo que puede sufrir mi familia por mí».

Gorka acude a diario al centro de Atece donde realiza diferentes actividades. «Leo todos los días EL DIARIO VASCO y por las tardes doy una vuelta por ahí. Voy solo porque todos los amigos de mi cuadrilla trabajan, tienen niños. De vez en cuando quedamos para alguna cena, pero ya no es lo mismo. Antes la cuadrilla era una piña», dice.

El altzatarra echa de menos su vida de antes. «Hacía deporte, podía conducir un coche, trabajaba de periodista... Echas de menos hasta el día a día».

Entregado a la pintura

Sentado cerca de Gorka se encuentra José Ignacio Martínez, el delfín del taller de pintura de Atece. De hecho, varios de sus cuadros, junto a los de otros compañeros, se expondrán del 20 al 25 de junio en Etxarriene, en la casa de cultura de Martutene. Estos días da las últimas pinceladas a un retrato de Susana, una de las educadoras del centro. «Desde que tuve los infartos he redescubierto la afición por la pintura. De pequeño recuerdo que dibujaba mucho. Ahora me paso horas y horas. Pintando me siento en mi mundo».

Las secuelas que padece José Ignacio quizás son menores que las de otros compañeros. Pero a este vecino de Martutene, de 58 años, la cojera le delata. «Tengo medio cuerpo semiparalizado. No tengo fuerza en la mano ni en la pierna... Además, a veces se me olvidan las cosas. Ya no puedo trabajar ni nada», dice el donostiarra, que ha trabajado media vida de transportista autónomo.

Con 55 años, José Ignacio sufrió en menos de un año tres ictus cerebrales y dos infartos de miocardio. «Pasé un año de rehabilitación en el ambulatorio de Amara para recuperar la movilidad. Fue muy duro. Al principio pensé que nunca más iba a poder andar», cuenta.

Tras la rehabilitación, ahora es capaz de andar sin muletas. «Aunque a veces me caigo en superficies lisas». Los ictus le han cambiado la vida. «Ya no puedo hacer lo que hacía antes. Se me olvidan las cosas, no puedo subir cuestas, me canso mucho... Ahora cobro una pensión por la incapacidad. Eso sí, en casa ayudo en todo lo que puedo», matiza el donostiarra.

Como José Ignacio, actualmente la mayoría de afectados por daño cerebral adquirido se debe a accidentes cerebrovasculares que, aunque principalmente afectan a mayores de 50 años, «cada vez aparecen en gente más joven». También son jóvenes los afectados por la otra gran causa del daño cerebral adquirido: los traumatismos cranoencefálicos por accidentes de tráfico, laborales, deportivos... Asimismo, también producen daño cerebral tumores, infecciones cerebrales...

A José Ignacio, Gorka y al resto de compañeros de Atece no solo les une el mismo problema. Todos intentan superarse día a día a pesar de sus limitaciones.

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