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Equipo. Miembros del servicio Saiatu de cuidados paliativos en el domicilio. :: MORQUECHO
La Diputación ofrece atención en casa a enfermos en la etapa final de su vida
ATENCIÓN SANITARIA

La Diputación ofrece atención en casa a enfermos en la etapa final de su vida

El equipo Saiatu proporciona ayuda especializada a los pacientes y a su familia

JAVIER GUILLENEA

Lunes, 30 de mayo 2011, 09:24

La gran ilusión de su vida habían sido las flores. El día de su último cumpleaños, cuando ya estaba muy enferma y se sabía a un paso de la muerte, sus familiares y las personas que le cuidaban en su domicilio le dieron una de las sorpresas más agradables de su existencia. «Todos le llevamos flores y las plantamos en un jardín, con ella delante en una silla de ruedas».

Naomi Hasson es una de las personas que demostraron a la mujer que aún cerca de la muerte es posible ser feliz. Naomi es coordinadora del servicio Saiatu de cuidados paliativos en el domicilio, que desde el pasado 1 de febrero ofrece a familiares y enfermos un acompañamiento especializado en la última etapa de la vida del paciente. Se trata de un servicio gratuito que pretende complementar a los que ya proporcionan en la actualidad Osakidetza y las unidades de hospitalización a domicilio.

Los responsables del programa insisten en que «no se quiere duplicar actividades» y que el proyecto cubre una laguna existente en los cuidados paliativos, que es la de acompañar a la familia en el domicilio. Hay casos en los que los familiares tienen en su casa ayuda del ayuntamiento pero a las tardes no cuentan con nadie, y ahí entramos nosotros», explica Naomi Hasson.

El programa ha sido promovido por el departamento de Política Social de la Diputación de Gipuzkoa y el Fondo Social Europeo, y fue uno de los que resultaron seleccionados por la institución foral dentro de su estrategia para sacar adelante nuevos proyectos empresariales o de servicios que impliquen creación de empleo.

En Saiatu trabajan siete personas especializadas en cuidados paliativos que, además de acompañar a familiares y enfermos, desarrollan tareas como el aseo personal del paciente, el control de su alimentación, levantarle y acostarle.

El servicio cuenta además con el teléfono de contacto 666 685 038, que funciona todos los días a cualquier hora, y al que pueden llamar los interesados en conocer más de cerca Saiatu.

Rapidez de actuación

Uno de los elementos que distinguen al programa es su rapidez de actuación. «Nosotros acudimos enseguida. Hemos tenido el caso de una mujer de 80 años que estaba sola con su marido de 87 que sufría Alzheimer y un diagnóstico oncológico. Mientras Servicios Sociales intentaba poner las ayudas en marcha, esta mujer estaba sola. Nos llamaron del ayuntamiento y fuimos todos los días para cubrir lo que necesitaba esta mujer hasta que llegaran las ayudas», explica Hasson.

Otro de sus rasgos distintivos es el teléfono, que se ha convertido en un importante nexo de unión entre los especialistas de Saiatu y las familias que conviven con un enfermo avanzado. «Todos los días les llamamos a las nueve de la noche para ver cómo han pasado la jornada, preguntarles cómo se encuentran y recordarles que estamos disponibles a cualquier hora para atenderles».

El resultado de esta medida ha sorprendido a los responsables del programa de acompañamiento. «Los enfermos aprovechan esta llamada para desahogarse. Ellos hablan, nosotros escuchamos y se sienten más tranquilos. Más que nada, saben que tienen alguien con quien hablar. Es importante que sepan que no están solos, que hay alguien al otro lado de la línea telefónica».

Llamada a la noche

Naomi Hasson recuerda el caso de un paciente que le pidió que le concretara en qué podían ayudarle. «Yo le respondí que le podíamos dar un número de teléfono y con eso se quedó. Le visitábamos tres veces a la semana, pero sobre todo lo que más le tranquilizaba era saber que le llamábamos todas las noches para preguntarle cómo está».

El hombre falleció en su domicilio el pasado fin de semana. Él y sus familiares estuvieron acompañados durante las últimas 24 horas por Saiatu.

«Nuestro trabajo es duro pero también es un regalo. Lo que estamos aprendiendo de las familias y los pacientes es increíble». Los trabajadores de Saiatu han recibido formación específica para atender a personas que saben que van a morir y también a sus familiares, que muchas veces ocultan al enfermo un desenlace que todos conocen pero todos callan. Es un problema de miedos. El enfermo no confiesa a los suyos que presiente su fin y los parientes ocultan al paciente la gravedad de su situación. Al final todos se engañan.

El paciente dormido

«Hace poco tuvimos un caso en el que el enfermo estaba todo el día durmiendo. Yo dije a sus familiares que lo que ocurría es que para ellos era muy difícil hablar con el paciente de lo que estaba pasando y él se hacía el dormido, le era más sencillo cerrar los ojos que enfrentarse al dolor que sentían los que estaban a su alrededor», recuerda Hasson.

Los cuidadores de Saiatu les explicaron que lo que pedía aquel hombre era que le contaran la verdad. «Les hicimos ver que si él decía que no se sentía mejor no tenía ningún sentido negarlo y mentir asegurando que se iba a poner bien».

«Cuando una persona se está muriendo llega un momento en el que, aunque te duela, hay que despedirse del enfermo, dejarle sentir que se puede ir y que todos van a estar bien, porque muchas veces los que están muriendo tienen miedo a lo que será de sus familias. Por eso -añade Hasson- nosotros les decimos que no se preocupen, que cuando se vayan vamos a seguir estando con ellas».

Y este es un tercer rasgo distintivo del programa de cuidados paliativos. Sus integrantes mantienen el contacto con los familiares después de la muerte del enfermo y les ayudan a superar su duelo. Si el dolor por la ausencia es tan grande que se convierte en patológico, derivan el caso a especialistas.

Soñar con un viaje

Algo que han aprendido los trabajadores del programa Saiatu es que la proximidad de la muerte no significa el fin de la vida. Lo supieron cuando plantaron las flores en el jardín de la mujer. Y lo volvieron a comprobar con el hombre enfermo que en sus últimos días aún soñaba con viajar a una ciudad.

«Era su ilusión, y su médico le dijo que iban a buscar la fórmula para conseguirlo. Por desgracia no llegó a hacer el viaje, pero vivió sus últimas semanas preparándolo y pensando que podría cumplir su sueño. A menudo ocurre que las familias se hunden tanto en su tragedia que se olvidan de que el enfermo aún está vivo, que todavía está entre ellos, que quien está delante no es el cáncer sino su padre o su marido y que hay que buscar pequeñas ilusiones para él». Eso da mucha vida».

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