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CRISTINA TURRAU
Lunes, 20 de junio 2011, 04:13
Teólogo crítico con la actual jerarquía de la Iglesia católica, Juan José Tamayo ha publicado el libro 'Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo'. De las tesis que desarrolla en esta publicación hablará hoy en Donostia, en una charla dentro de Aula de Cultura DV, a las 20 horas, en la sala Kutxa de la calle Andía, con entrada libre. Próximo a la Teología de la Liberación, en 2003 la Conferencia Episcopal Española le tildó de 'hereje'. «Mi crítica es extrema y radical pero la Iglesia católica está cambiando desde la base».
- Acaba de publicar 'Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo'. Su tesis parece definida...
- Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI se mueven en el mismo modelo de Iglesia, la concepción restauracionista. Cuestionan el modo de entender la Iglesia del concilio Vaticano II y retroceden a etapas anteriores y a momentos históricos que no se corresponden con el actual. Se interrumpe el diálogo con la modernidad y el ateísmo, con las religiones cristianas y con las no cristianas. Benedicto XVI y, en parte, Juan Pablo II han dinamitado todos los puentes de diálogo con la modernidad, responsabilizándola de la crisis del cristianismo. También han roto los puentes con el mundo de la increencia y las iniciativas ecuménicas de etapas anteriores. Han tenido una actitud condenatoria con las religiones no cristianas y, en el caso de Benedicto XVI, muy especialmente con el islam. Otro puente que han conseguido quebrar es el del encuentro con las teologías de la liberación y las iglesias comprometidas con los pobres en el tercer mundo.
- Denuncia que la mujer en la Iglesia no tiene voz ni voto.
- Es una de las más graves incoherencias de los dos pontificados. La mujer es mayoría silenciosa y silenciada en la Iglesia. El comportamiento de ambos Papas ha supuesto una humillación para la mujer porque no se le reconoce como sujeto de derechos morales. Juan Pablo II usó un discurso de excelencia: la mujer es lo más maravilloso de la creación divina, pero se la excluye de todas las esferas de responsabilidad o directivas. Pero la exclusión más grave es la del ámbito de elaboración de la doctrina. Las mujeres acceden con mucha dificultad a los estudios teológicos, a la docencia en Teología y a la elaboración de los principios morales del cristianismo. Principios que luego se les imponen en lo que tiene que ver con el cuerpo, la sexualidad, la reproducción o la vida de familia, pareja y matrimonio.
- Considera que la beatificación de Juan Pablo II por parte de Benedicto XVI es «un intercambio de favores».
- Tiene su propia lógica. Benedicto XVI se lo debe todo a Juan Pablo II en el ámbito de su poder doctrinal y administrativo en Roma. Y como dice un refrán 'es de bien nacidos ser agradecidos'. Juan Pablo II llevó a Ratzinger al Vaticano y lo puso al frente de la poderosísima Congregación para la Doctrina de la Fe, que se encarga de vigilar la ortodoxia y a los teólogos que se alejan de ella y son calificados con facilidad de 'heterodoxos' o 'herejes'. El cardenal Ratzinger adquirió un poder extraordinario para controlar las revistas, los libros, la docencia, las cátedras y la formación de los estudiantes de Teología. Tuvo un poder omnímodo, como no ha tenido nadie en su puesto ni en la institución precedente, el Santo Oficio. Durante los más de 20 años que gobernó la Congregación se comportó con gran dureza y rigidez. Expulsó de la cátedra a teólogos, incluso colegas suyos, por no coincidir con sus opiniones; impuso censura a libros, cerró revistas y a muchos teólogos les puso en el papel de tener que renunciar a su proyecto intelectual. Intervino de manera activa en la elección de obispos en las diócesis importantes que estaban totalmente identificados con su teología neoconservadora. Juan Pablo II le nombró sucesor 'in pectore'. Pero hay más.
- A saber...
- En la beatificación de Juan Pablo II por Benedicto XVI hay detrás una búsqueda de blanqueo de delitos. Ambos estuvieron implicados hasta el cuello en el conocimiento de los casos de pederastia. Durante los más de 30 años de gobierno de ambos papas se han producido crímenes inhumanos contra niños y jóvenes. Y en este tiempo fueron cómplices de silencio. Los casos de ese tipo llegaban a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que era la responsable directa y única de tomar medidas.
- Y no se tomaban...
- Nunca se tomó una decisión sancionatoria contra los culpables. Se produce una complicidad por silencio, la más grave de todas las complicidades. Ante las críticas que arreciaban, por ejemplo, por la permisividad de Juan Pablo II con Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, el Papa piensa que la mejor forma es declarar beato a Juan Pablo II. Y así lava sus propios delitos.
- Benedicto XVI se ha caracterizado por su dureza en la condena de la pederastia en la Iglesia.
- Como corresponsable de delitos de encubrimiento, al llegar a Papa la bomba de relojería le estalla en las manos. Son tantos los casos y en tantos países que no puede mantener la situación. En los documentos y las declaraciones responsabiliza a los pederastas o a los obispos, por ejemplo, los de Irlanda. Pero nunca ha reconocido su responsabilidad, que es la más importante. Y no ha pedido perdón. Los documentos quedan en humo si no se excluye a estas personas del sacerdocio y se les pone en manos de la Justicia. Y ha habido obstrucciones a la Justicia.
- Critica la rápida beatificación de Escrivá de Balager.
- Es un caso escandaloso en la Iglesia católica. Dentro de los nuevos movimientos religiosos neoconservadores, el Opus Dei y los Legionarios de Cristo se ubican en el lugar social de los poderes establecidos. Estos dos papas se han puesto del lado de este tipo de movimientos y se han alejado de los sectores más fieles al Vaticano II y más comprometidos con los pobres.
- Presenta hoy su charla Joxe Arregi, que ha dejado el hábito franciscano por su enfrentamiento con el obispo Munilla.
- El caso de Joxe Arregi, como el mío 7 años antes, es la prueba más fehaciente de que el Santo Oficio sigue haciendo su labor. Es un teólogo valiente, comprometido y coherente. Le he defendido por solidaridad corporativa, pero sobre todo, por solidaridad con las personas que ven negados o recortados sus derechos en la comunidad en la que viven. Yo he padecido esa limitación, por parte de la jerarquía católica, en mi propia carne.
- ¿Cambiará la Iglesia?
- A pesar del duro análisis que hago y de mi crítica extrema y radical, pienso que la situación está revirtiendo. La realidad está cambiando dentro de la Iglesia católica. No en la cúpula o los sectores intermedios, pero sí en las bases. Y se desarrolla un movimiento comunitario muy prometedor. Ocurre con el hielo. Debajo de él hay agua, que va emergiendo por pequeños poros hasta que se convierte en un gran océano. Aquí sucede lo mismo. El proyecto de Iglesia participativa, igualitaria y solidaria con los pobres que se diseñó en el Concilio Vaticano II está cuajando en colectivos y organizaciones.
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