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MIGUEL VILLAMERIEL
Lunes, 1 de agosto 2011, 11:42
Patxi Zabaleta ha sido uno de los ideólogos de la ponencia que Aralar debatirá en su congreso del 1 de octubre. En ella se apuesta por una confluencia de todas las sensibilidades de la izquierda abertzale, aunque se insiste en la exigencia ética para desmarcarse totalmente de la lucha armada.
-¿El cese de la actividad armada de ETA es irreversible?
-No debe tener vuelta atrás. El único riesgo que existe es que hubiera alguna escisión al estilo del IRA Auténtico, pero sería un verdadero drama para este pueblo que además estaría abocado al fracaso.
-¿A qué espera ETA para anunciar definitivamente ese cese?
-No sé a qué espera, pero está tardando demasiado. Si en su último comunicado alababa el Acuerdo de Gernika, lo lógico sería que lo cumpliera. Sería la única salida digna, porque la dignidad del fin de la lucha armada de ETA se tiene que sustentar en la unilateralidad. No tiene que ser a cambio de nada. No sólo de precio político, sino de ningún condicionamiento. Ése sería el único fin que dejaría el episodio de la lucha armada de ETA como algo que se inició y se acabó por causas exclusivamente políticas.
-¿Cree que ETA comparte en su totalidad el Acuerdo de Gernika?
-Esa pregunta nos lleva a la cuestión de que, si lo compartiese, ya debería haberlo aceptado como pauta de actuación. No lo ha hecho así y, por lo tanto, alguna reserva tendrá. Tenemos que seguir exigiéndole, al igual que lo hacemos al Estado en temas que por desgracia aún no cumple, para la dignidad democrática.
-¿La organización armada anunciará algún día su disolución o será algo que ocurra paulatinamente?
-En el Acuerdo de Gernika no utilizamos la expresión 'disolución' conscientemente. Se ha redactado así porque creemos que lo que tiene que hacer ETA es anunciar el cese definitivo y unilateral de la lucha armada. Una vez garantizado, la existencia de la organización como ente tampoco sería preocupante.
-Ha mencionado varias veces el Acuerdo de Gernika...
-Este acuerdo representa para nosotros la hoja de ruta para lograr la pacificación. Aralar es uno de los firmantes de ese acuerdo, negoció su contenido, hizo aportaciones y, por lo tanto, vertió su propia ideología. Ese texto no tendría el contenido que tiene si no hubiera participado Aralar. El acuerdo es de todos y no debe hacerse un uso partidista de él.
-¿El final de la violencia puede posibilitar que toda la izquierda aber-tzale se una de nuevo?
-La gran condición es la exigencia del cese de la lucha armada, que es lo que nosotros planteamos en su día y a lo que se está acercando la otra sensibilidad de la izquierda abertzale. Pero para Aralar hay otras condiciones, como que se forme una estructura interna democrática que acepte la existencia de diferentes sensibilidades, algo que siempre ha habido en la izquierda abertzale. Yo soy fundador de Herri Batasuna y uno de los debates que había siempre era la existencia o no de militantes, de congresos, de diversidad de opiniones. Todo eso se tiene que dar.
-¿Aralar tiene intención de mantener la exigencia ética con la izquierda abertzale oficial?
-Una de las aportaciones cualificadas de Aralar tiene que ser la referencia ética. No porque con eso queramos marcar un límite o una diferencia, sino porque los principios democráticos y las referencias éticas van ganando peso y sólo lo que se hace en base a esos principios perdura y es mantenible en la política. Nosotros nos autoimponemos la obligación de incidir en esa referencia ética como única pauta por la que se tiene que actuar en política. Insistir sobre ello es una obligación de Aralar, no para imputar que otros no lo hacen, sino para recordar que así tiene que ser.
-¿La confluencia que propone Aralar para toda la izquierda aber- tzale se concreta en una coalición electoral para el 20-N, o en crear un único partido?
-Nuestra ponencia base para el V Congreso hace una propuesta para las próximas elecciones generales que pretende partir de la realidad actual: en Navarra, NaBai es fuerza mayoritaria y proponemos una coalición NaBai-Bildu, que tendría que contar con el beneplácito de los demás agentes. En la CAV, la coalición sería Bildu-Aralar, porque Bildu tiene más respaldo electoral. Por otro lado, pensamos que hay que crear una especie de Entesa catalana al estilo vasco para el Senado, que es lo que en la ponencia denominamos Euskal Herria Bai. Ahí podrían entrar, si quisieran, el PNV y otras fuerzas que estuvieran a favor del derecho a decidir. Aunque Aralar no es partidaria de polos nacionalistas.
-¿Pero una coalición electoral entre todos los partidos nacionalistas no tiene algo de polo?
-Si es para el Senado no, tendría una formulación de Entesa. Los que participan en la catalana están de acuerdo en una cosa, en que Cataluña es una nación y en que tiene derecho a decidir. Pero los senadores catalanes no están en el mismo grupo y cada partido actúa por su cuenta, por lo que es lo contrario a un polo. Es una unión nacional, pero desde la divergencia.
-¿La intención de Aralar es mantener un perfil político propio?
-Nosotros estamos haciendo una oferta de coalición que puede ser aceptada o no, pero que, si no lo es, no nos impedirá seguir nuestro camino en solitario.
-¿Una convergencia con la izquierda abertzale oficial no conllevaría el riesgo de que Aralar acabase siendo fagocitada?
-Cabe esa posibilidad y probablemente es algo en lo que algunos piensan, pero si la izquierda aber-tzale se construye desde la preponderancia de una de sus sensibilidades nunca tendrá la riqueza de la pluralidad. Bildu ha tenido un gran éxito electoral, pero ahora tiene una gran responsabilidad de gobierno. Es una situación envidiable, pero que no tiene todas las respuestas. La izquierda abertzale del futuro se tiene que edificar desde la concurrencia de todas las sensibilidades, y si Sortu o Batasuna deciden seguir adelante en solitario será una decisión legítima, pero a mi juicio errónea.
-En las últimas elecciones Aralar sufrió con la irrupción de Bildu.
-Sí, nos hemos quedado en 37.000 votos en la CAV, aunque es curioso que, según el último Euskobarómetro, Aintzane Ezenarro es la política mejor valorada. Eso significa que Aralar tiene una gran audiencia y que, en un momento dado, dependiendo de las circunstancias, podría jugar papeles diferentes a los que juega actualmente. Esas mismas encuestas hablan de que el 5% de los votos que han ido a Bildu provenían de los que antes votaron a Aralar, lo que es legítimo, porque los votos no son de nadie, sólo de los votantes.
«Bildu ha sido impulsado»
-¿Se premió a Bildu por el paso que ha dado la izquierda abertzale a favor de las vías políticas?
-Sin duda. No sólo se le ha premiado, sino que se le ha impulsado. ¿Por qué? Porque han dado este paso. ¿Y para qué? Para que sigan adelante en ese camino y no se vuelvan para atrás. Pero, con las responsabilidades de gobierno que han adquirido, en el futuro también pesará mucho el cómo lo hagan.
-¿Qué cree que ha impulsado a la izquierda abertzale oficial a dar ese paso en este momento?
-Un cúmulo de razones, pero las más importantes son las ideológicas. La izquierda abertzale no ha tenido ideológicamente más remedio que venir a esta situación, y Aralar ha tenido una contribución sustancial en ello. Conozco muy bien a mucha gente que está en Bildu y sé cómo pensaban antes y cómo piensan ahora. Y ya antes preveían que no iban a tener más remedio que venir a estas posiciones. Aunque, para nosotros, lo han hecho demasiado tarde.
-¿La ilegalización ha podido influir en ese cambio?
-La presión del Estado con la ilegalización o la lucha antiterrorista no creo que haya supuesto ni el 5% de las razones del cambio. Estas guerras nunca se ganan con la Policía, que tiene que existir y hacer su trabajo, pero que no soluciona los problemas de motivación política.
-¿Aquí ha habido una guerra?
-No, pero la motivación subjetiva de las personas que han estado en ETA, como la de aquellas personas que han estado en cualquier insurgencia armada, hace que en su mente siempre exista una motivación de ese estilo. Y esa motivación tiende a regenerarse si no se aborda el problema de fondo que la provoca. Por eso la lucha ideológica es siempre la única eficaz, la única digna y la que más resultados da, muy por encima de las luchas policiales o de otra índole.
-¿Por qué se ha tardado tanto en llegar a esa conclusión?
-La travesía por el desierto que ha hecho Aralar en estos diez años ha sido fundamental para que la izquierda abertzale no tenga más remedio que cambiar su posicionamiento ante la lucha armada. Como dijo Arnaldo Otegi en una frase muy afortunada, el viraje de un trasatlántico cuesta mucho. Es cierto, pero para entrar en el puerto, además de virar, hace falta un práctico, que es el precursor, el que marca el camino. En este caso, Aralar.
-¿Qué siente al ver que aquéllos que le criticaron en su día adoptan ahora una postura similar?
-Me siento muy satisfecho. Las dos sensibilidades políticas de la izquierda abertzale siempre hemos estado en confrontación ideológica, desde mucho antes de que naciese Aralar, pero nunca ha habido tanta unificación ideológica como ahora, y además en el camino que nosotros hemos marcado. No seré yo el que les devuelva los epítetos que en su día nos dedicaron.
-¿Sufrió mucho tras la escisión de Aralar?
-Sí. La política es como la vida, a veces es cruel y te hace sufrir más el compañero que el adversario. Pero los desplantes ya los tenemos olvidados.
-¿Qué falta para que las dos sensibilidades se vuelvan a dar la mano?
-Seguimos esperando que se solucione de manera irreversible la lucha armada. Comprendo muy bien que algunos presos, como los de Nanclares, se autotitulen con una referencia a la 'irreversibilidad de los caminos de la paz'. El nombre es lo de menos, pero esa perspectiva es imprescindible.
-¿Ve ciertas similitudes entre el camino emprendido por los presos críticos y el que tomó Aralar hace diez años?
-Hay ciertos paralelismos y ciertas diferencias. En lo ideológico hay similitudes, pero no tantas en las trayectorias personales.
-¿Aralar ha tenido algo de provisional desde su fundación?
-Somos tan provisionales como Bildu y como Sortu, como la otra sensibilidad de la izquierda abertzale. El futuro tiene que ser diferente. Se puede construir desde la preponderancia, con una de las dos sensibilidades tratando de ocupar todo el espacio político, pero sería el camino de la pobreza ideológica. Otra opción sería desde el reconocimiento de la pluralidad, que es el camino ideológicamente rico. Ése es el nuestro, pero el arreglo entre dos partes no sólo depende de una de ellas.
-¿Cómo debería abordarse la recta final a tantos años de sufrimiento en Euskadi?
-Desde el respeto recíproco y desde la verdad. Hay que levantar toda una serie de velos. Por ejemplo, en el tema de las víctimas. La dignidad en el respeto a las víctimas está en considerar a todas las víctimas de todas las violencias: las de ETA, las de los GAL... El que no acepta a todas las víctimas está utilizando el concepto de víctima.
-Ahora que se habla del relato de lo ocurrido, ¿cuál sería su relato?
-Hay que tener en cuenta muchas referencias. Una es que en la mente de todas las personas que han estado en ETA ha existido una especie de ideario político. No han sido mercenarios. Lo que pasa es que su actuación no sólo ha generado enormes sufrimientos, sino que no puede considerarse como base para una reclamación política. En el relato no puede haber frutos por la práctica de la lucha armada, que es en el fondo el gran debate que tenemos con la otra sensibilidad de la izquierda abertzale. ¿Por qué insistimos tanto en la unilateralidad? Por el relato, que es básico para las referencias éticas y el arreglo social del futuro.
-¿Cree que la izquierda abertzale oficial dirá algún día que la lucha armada no ha sido útil?
-Tiene que acabar así y va a acabar así. Por eso es importante que el éxito electoral de Bildu se respete, pero tampoco se maximalice.
-¿Cómo sería un final ordenado de la violencia?
-El final ordenado tiene que tener un cese unilateral por parte de ETA, una asunción del protagonismo por parte de las fuerzas políticas sin exclusión y la convicción de que la cuestión de las víctimas y los presos, que está pendiente, no se debe afrontar como parte de la solución del conflicto, sino que ha de solucionarse dentro del mismo conflicto.
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