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RAFAEL GRACIA BALLARÍN
Viernes, 12 de agosto 2011, 05:25
La especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria nació en España hace mas de 30 años para aportar al sistema sanitario una puerta de entrada ordenada y ha ido cobrando valor con el paso de los años, pasando a situarse como el eje sobre el que pivota la atención sanitaria. Por su cercanía a la población (¿quién no conoce a su médico de familia?), por su accesibilidad (¿quién no tiene un centro de salud muy cerca de su domicilio?), por su profesionalidad (¿qué médico de familia no ha estado más de 10 años de preparación y superado duras pruebas selectivas para acceder a su trabajo?), por su capacidad de resolución (¿qué médico de familia no resuelve el 85% de los problemas de su comunidad con ayuda de los profesionales de enfermería y pocos medios más, derivando a otros especialistas apenas el 10 % de los problemas?) y por su eficiencia (hacer más con menos, que se dice ahora).
Además, la sociedad ha alcanzado un estado de bienestar en el que la salud ha pasado a ser un valor extraordinariamente preciado, llegando a confundirse cualquier tipo de malestar con enfermedad. La enfermedad es temida más que el diablo, y el miedo acerca al sistema sanitario a las personas mucho más que la enfermedad en sí misma. Lemas como 'más vale prevenir' y 'es mejor cogerlo a tiempo' dan lugar a veces a comportamientos graciosos y temerarios por lo excesivos. Un profesional bien formado en conocimientos médicos y en técnicas de relación médico-paciente es el apropiado para compartir con el paciente las características de su problema de salud y el tipo de comportamiento, desde pasear o dejar de fumar hasta tomar alguna medicación, que le ayudarán a mejorar.
Para ello sería deseable que médico y paciente trabajen conjuntamente en el plan de cuidados que éste ha de seguir, atreviéndose a convivir con cierto grado de incertidumbre, inherente al ejercicio de la Medicina, y no intentar combatirlo haciendo pruebas innecesarias y medicalizando problemas que se resuelven solos, como algunas enfermedades víricas, lesiones de la piel, traumatismos, dolores de cabeza o diarreas. Médicos y pacientes deberíamos ser conscientes de que cualquier intervención, tratamiento o prueba diagnóstica pueden producir también perjuicios que en ocasiones son mayores a sus supuestos beneficios.
Todo esto viene a cuento de dos importantes acontecimientos que se van a producir en menos de un año en Euskadi: el desarrollo de una OPE en la que un grupo de médicos de familia obtendrá plaza para trabajar en el Servicio Vasco de Salud; y la celebración en junio de 2012 del Congreso Nacional de Medicina de Familia y Comunitaria que, desde la federación vasca, OSATZEN, estamos preparando para reunir en Bilbao a los mejores especialistas de nuestro entorno junto a especialistas internacionales para aprender, debatir, ensayar y actualizarnos sobre temas como la exploración física basada en la persona, la atención compartida al paciente con cáncer, el uso de antibióticos o las nuevas tecnologías en información y comunicación, cuyas conclusiones tendrán repercusión directa sobre los ciudadanos y ciudadanas vascas porque la Medicina de Familia está llamada a ser el eje del sistema sanitario y un pilar básico de la sociedad.
Por eso, cuando leemos las opiniones de algunos partidos y sindicatos sobre cómo debe ser el proceso selectivo para adjudicar las plazas de la OPE y opiniones de algunos articulistas tan cercanas al disparate como que «venir con un doctorado tiene bastante menos importancia que atender al paciente en la lengua que se sienta cómodo», sentimos pena e indignación. Es verdad que el paciente necesita palabras amables, como decía el mismo autor, y que será conveniente sean dichas en el idioma propio que le es propio, pero, sobre todo, se las deberá decir un profesional sanitario bien formado en Medicina.
Echamos en falta altura de miras en nuestros partidos y sindicatos que, además de su legítimo interés en defender a sus afiliados, podían estar atentos a asegurar que el sistema de salud cuente con los mejores profesionales para servir a los trabajadores, a los ciudadanos y a ellos mismos que un día lo necesitarán. Profesionales que han llegado allí por su esfuerzo, sus conocimientos y su experiencia y no por otra clase de razones.
Por todo ello nos parece interesante una OPE numerosa, con un examen que asegure que se valoran los conocimientos que debe tener un médico de familia y que sea capaz de seleccionar a los profesionales más apropiados. Que posibilite cierto rejuvenecimiento de una plantilla de la que casi la mitad de los médicos se jubilará en los próximos 15 años, lo que va a ocasionar un probable crack en el sistema. Que dé mayor puntuación a la formación especializada en Medicina de Familia, pues somos la única especialidad a cuya OPE pueden presentarse médicos de otra especialidad. Que reconozca a los asistentes a congresos acreditados, a los innovadores, a los que investigan, a los que no se identifican con la imagen del funcionario que tan bien reflejó Larra en el siglo XIX y Forges con sus chistes en el XX. Estamos convencidos que así nuestro sistema sanitario público se verá reforzado y los ciudadanos podrán ser atendidos como merecen.
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