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IÑIGO PUERTA
Martes, 27 de septiembre 2011, 11:29
«Este verano la llegada de gatos ha sido alarmante» advierte Raquel, una de las responsables del refugio Zuhaitz-pe, mientras abre un habitáculo adyacente a la clínica veterinaria. Más de treinta mininos de menos de tres meses descansan en una colmena de jaulas, salvo una gata adulta, que está amamantando a una camada. «Es la 'Supermami'. Ha criado a todos los gatitos de esta habitación. Si no fuera por ella, todos estarían muertos. Un cachorro sin madre no sobrevive más que unos días».
Normalmente existen dos periodos de recogida de gatos en las instalaciones de la Protectora. «En primavera y otoño, las gatas paren cada tres meses unas seis crías. Con la llegada del frío la reproducción se suele parar. Por eso solemos estar preparados» prosigue Raquel.
Sin embargo, las altas expectativas de recogida que preveían desde el inicio de la primavera se han desbordado. «Desde abril y mayo hemos recibido muchos, y es un proceso laborioso ya que tenemos que controlar las enfermedades que pudieran traer. Pero este año, creemos que por el clima, se han retrasado, y desde junio empezaron a llegar en oleadas. Ha sido una avalancha de gatos» reitera Raquel.
Una ama de adopción
La 'Supermami' es el vivo ejemplo de esta llegada masiva al refugio. «Vino aquí con una cría pegada al pecho y embarazada». Al poco tiempo, tuvo que apechugar con la situación, y se ha convertido en un pilar indispensable para la supervivencia de las crías que han llegado en tromba. «Ése, por ejemplo -señala a un gatito atigrado- era supersalvaje, y con la paz que le ha dado se ha tranquilizado. Este otro es mecánico, lo sacó la Ertzaintza dentro del motor de un coche, buscando calor».
Esta madraza felina lleva criados a más de 50 gatitos de todas las razas y colores. Su desbordante instinto maternal le ayudó a superar incluso la separación de su propia cría, que fue dada en adopción. No había tiempo para lamentos. Le esperaban sus demás hijos adoptivos. «Tratamos de no agobiarla. Le ponemos tres o cuatro cada vez, y los vamos rotando. Siempre mantienen el contacto y se oyen, ya que están en la misma habitación».
Mientras Raquel cierra su jaula, que acaba de ser fotografiada, uno de los cachorros adoptivos ha devuelto su toma. En un instante, la 'Supermami' hace desaparecer cualquier resto de leche, entierra los periódicos mojados bajo las piedras de un cubilete rojo, y asea el morro del pequeñín a lametazo limpio. «Son limpísimos», comenta Raquel. «Además ves cómo por instinto atiende mejor a los más pequeños».
Esta solidaridad felina no coge de sorpresa a los trabajadores de Zuhaitz-pe. «Las comunidades de gatos son matriarcales. El macho preña a las hembras, y si alguna se muere, las demás se hacen cargo de los cachorros. Son como grandes familias, lejos de la idea de que son totalmente independientes». De hecho, esta 'Supermami' es heredera de otra que llegó a criar incluso a un perrito que «en pocas semanas se hizo más grande que su 'mama' adoptiva. Jugaba con sus hermanitos como podía... pero ladraba. Era muy gracioso».
En la parte baja de las instalaciones de la Protectora, dos barracones dan cabida a varias decenas de gatos caseros, que descansan en un entorno enriquecido con almoadas y enseres que tratan de replicar un ambiente doméstico. Los gatos más jóvenes se entretienen como pueden y en la gatera contigua retozan «los adultos caseros que han sido abandonados. Son muy dóciles. El mayor maltrato a un gato casero es dejarlo en la calle. La mayoría se dejan morir en pocos días. Hemos visto muchos casos» lamenta Raquel. Cien metros más arriba, dos parcelas de terreno vallado alojan a los gatos callejeros, que no necesitan tantas comodidades. «En total tenemos casi trescientos. Faltan adoptantes».
Imagen distorsionada
«Aquí parece que los gatos no existen, tienen mala imagen. Sin embargo, en Francia hay más gatos que personas» constata Raquel. Además de su compañía y limpieza, los gatos son muy valorados como cazadores. «Conocemos la existencia de comunidades en puntos rurales, donde gente voluntaria los alimenta con piensos. Incluso traen a los nuevos miembros de esos clanes felinos para esterilizarlos y los devuelven a ese hábitat. Esas zonas se limpian de roedores, y al esterilizarles, además, entierran sus necesidades y desaparecen los olores».
Una de las causas por las que se les tiene fobia es por «echarles restos de comida en sitios transitados. Dan sensación de suciedad cuando son lo contrario». También la imagen del gato famélico «que se ve incluso en caseríos para que tengan hambre para cazar. Es justo al revés. Un gato esterilizado y bien alimentado estará fuerte y sano para cazar».
Por último, la posibilidad de contraer la toxoplasmosis en mujeres embarazadas se ha convertido en una causa común de abandono. «Se pueden hacer pruebas al gato y a la persona para ver si son portadores. Si come pienso, está vacunado y se le hacen las pruebas, no hay peligro».
«Este verano la llegada de gatos está siendo alarmante» advierte Raquel, una de las responsables del refugio Zuhaitz-pe, mientras abre un habitáculo adyacente a la clínica veterinaria. Más de treinta mininos de menos de tres meses descansan en una colmena de jaulas, salvo una gata adulta, que está amamantando a una camada. «Es la 'Supermami'. Ha criado a todos los gatitos de esta habitación. Si no fuera por ella, todos estarían muertos. Un cachorro sin madre no sobrevive más que unos días».
Normalmente existen dos periodos de recogida de gatos en las instalaciones de la Protectora. «En primavera y otoño, las gatas paren cada tres meses unas seis crías. Con la llegada del frío la reproducción se suele parar. Por eso solemos estar preparados» prosigue Raquel.
Sin embargo, las altas expectativas de recogida que preveían desde el inicio de la primavera se han desbordado. «Desde abril y mayo hemos recibido muchos, y es un proceso laborioso ya que tenemos que controlar las enfermedades que pudieran traer. Pero este año, creemos que por el clima, se han retrasado, y desde junio empezaron a llegar en oleadas. Ha sido una avalancha de gatos» reitera Raquel.
Una ama de adopción
La 'Supermami' es el vivo ejemplo de esta llegada masiva al refugio. «Vino aquí con una cría pegada al pecho y embarazada». Al poco tiempo, tuvo que apechugar con la situación, y se ha convertido en un pilar indispensable para la supervivencia de las crías que han llegado en tromba. «Ese por ejemplo -señala a un gatito atigrado- era supersalvaje, y con la paz que le ha dado se ha tranquilizado. Este otro es mecánico, lo sacó la ertzaintza dentro del motor de un coche, buscando calor».
Esta madraza felina lleva criados a más de 50 gatitos de todas las razas y colores. Su desbordante instinto maternal le ayudó a superar incluso la separación de su propia cría, que fue dada en adopción. No había tiempo para lamentos. Le esperaban sus demás hijos adoptivos. «Tratamos de no agobiarla. Le ponemos tres o cuatro cada vez, y los vamos rotando. Siempre mantienen el contacto. Se oyen, porque están en las jaulas de alrededor».
Mientras Raquel cierra su jaula, que acaba de ser fotografiada, uno de los cachorros adoptivos ha devuelto su toma. En un instante, la 'Supermami' hace desaparecer cualquier resto de leche, entierra los periódicos mojados bajo las piedras de un cubilete rojo, y asea el morro del pequeñín a lametazo limpio. «Son limpisimos», comenta Raquel. «Además ves cómo por instinto atiende mejor a los más pequeños».
Esta solidaridad felina no coge de sorpresa a los trabajadores de Zuhaitz-pe. «Las comunidades de gatos son matriarcales. El macho preña a las hembras, y si alguna se muere, las demás se hacen cargo de los cachorros. Son como grandes familias, lejos de la idea de que son totalmente independientes». De hecho, esta 'Supermami' es heredera de otra que llegó a criar incluso a un perrito que «en pocas semanas se hizo más grande que su 'mama' adoptiva, jugaba con sus hermanitos como podía... pero ladraba. Era muy gracioso».
En la parte baja de las instalaciones de la Protectora, dos barracones dan cabida a varias decenas de gatos caseros, que descansan en un entorno enriquecido con almoadas y enseres que tratan de replicar un ambiente doméstico. Los gatos más jóvenes se entretienen como pueden y en la gatera contigua retozan «los adultos caseros que han sido abandonados. Son muy dóciles. El mayor maltrato a un gato casero es dejarlo en la calle. La mayoría se dejan morir en pocos días. Hemos visto muchos casos» lamenta Raquel. Cien metros más arriba, dos parcelas de terreno vallado alojan a los gatos callejeros, que no necesitan tantas comodidades. «En total tenemos doscientos y pico. Faltan adoptantes».
Imagen distorsionada
«Aquí parece que los gatos no existen, tienen mala imagen. Sin embargo, en Francia hay más gatos que personas» constata Raquel. Además de su compañía y limpieza, los gatos son muy valorados como cazadores. «Conocemos la existencia de comunidades en puntos rurales, donde gente voluntaria los alimentan con piensos. Incluso traen a los nuevos miembros de esos clanes felinos para esterilizarlos y los devuelven a ese hábitat. Esas zonas se limpian de roedores, y al esterilizarles, además, entierran sus necesidades y desaparecen los olores».
Una de las causas por las que se les tiene fobia es por «echarles restos de comida en sitios transitados. Dan sensación de suciedad cuando son lo contrario». También la imagen del gato famélico «que se ve incluso en caseríos para para que tengan hambre para cazar. Es justo al revés. Ungato esterilizado y bien alimentado estará fuerte y sano para cazar».
Por último, la posibilidad de contraer la toxoplasmosis en mujeres embarazadas se ha convertido en una causa común de abandono. «Se pueden hacer pruebas al gato y a la persona para ver si son portadores. Si come pienso, está vacunado y se le hacen pruebas no hay peligro».
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