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Begoña del Teso
Viernes, 11 de noviembre 2011, 04:04
Podóloga posturóloga, tiene su clínica del pie en una de esas bocacalles cubiertas del nuevo Antiguo. Su zona lleva el nombre de una dama donostiarra que en el siglo XVII dejó su fortuna para que se construyese el convento de las carmelitas descalzas de esta ciudad: Simona Lajust. Ana Olga, campeona de pala en las fiestas de Ereñozu, acaba de volver de un congreso en París. Eso ha cortado su preparación para la Behobia. Por cierto, en el cuarto de baño de su consulta, frente a frente, una acuarela de Turner y un camello dibujado por un niño saharaui. En su gabinete, finísimas plantillas para nada ortopédicas y esas zapatillas, las Cinco Dedos Vibram que han revolucionado el mundo del calzado deportivo.
Yo también creo que sentimos envidia del que corre descalzo.
¿Verdad que sí? Esas leyendas de los grandes atletas africanos que entrenan descalzos en la sabana.
El gran señor etíope premio Príncipe de Asturias...
Gebrselassie.Y también Bikila.
El dios descalzo le llamaban... Aquellos momentos increíbles en el Cross de Lasarte cuando...
Lo sé: ha habido años en que estaba tan embarrado el circuito que los corredores se quitaban las zapatillas porque eran solo un estorbo.
En mi recuerdo veo a Mariano hacerlo. A Zatopek, no creo.
De Zatopek no olvidarás sus zapatillas de cuero rojo, tan diferentes a las del siglo XXI, que han alcanzando la cima de la tecnología.
Alejándose de algo tan fundamental como la necesidad de poner los pies en la tierra.
Tan fundamental que es difícil convencer a un niño de que no tiene que andar descalzo. Sí, necesitamos el contacto con el suelo.
Además tiene algo de heroico: ese desplante del torero que en una tarde de lluvia se descalza.
Pero es que se trata incluso de algo terapéutico. Con una zapatilla normal o increíblemte tecnificada pisas con el talón y el impacto del movimiento realizado durante la carrera llega a provocar lesiones. Con zapatillas que, aun tecnológidamente avanzadas, recuperan el contacto con el asfalto, el impacto se distribuye por todo el pie.
El asfalto ha de ser mucho más duro que la tierra, ¿no? Ves a un surfista descalzo por la calle y...
En el congreso de París de donde vuelvo se ha discutido eso. Parece comprobado que no: la tierra puede ser muy dura. Tanto o acaso más que el mismo conglomerado.
Tú te has entrenado con esas zapatillas, con las Cinco Dedos. Son de microfibra, de poliuretano, de piel de canguro y las que más pesan no pasan de los 200 gramos. ¿Sensaciones?
Olvidas un detalle: fuera del mundo de los deportistas, tanto de elite como populares, se han hecho famosas porque un día fotografiaron a Scarlett Johansson con ellas.
¡Cierto! Corría con Sean Penn y Owen Wilson.... Pero háblame de tus entrenamientos.
Al principio te sientes rara. Piensa que en realidad, el ser humano, digamos que occidental, ha mucho que ha separado sus pies del contacto con la tierra. Al recuperarlo, a pesar de que poco a poco te vas acostumbrando y acabas disfrutando de sentir la pista o el asfalto en todas sus rugosidades y texturas, empiezas a poner en acción músculos que no estás habituada a usar. Las agujetas son tremendas. En los gemelos, por ejemplo. Después descubres que tu equilibrio, tu agilidad y velocidad han mejorado muchísimo. Notas estímulos que hasta entonces te han sido desconocidos. Es cuestión, lógicamente de hacerse a ellas. Yo he llegado a correr 14 kilómetros. Pero tenlo muy presente: no se te ocurra comprar unas Five Fingers hoy y ponértelas el domingo por primera vez en la Behobia. El domingo no estrenas nada. Prohibido. Otra recomendación de perogrullo: para correrla es im-pres-cin-di-ble tener el pie sano. Sano y cuidado. Una ampolla puede convertirse en una auténtica tortura dentro de 48 horas.
Tú has ejercido de podóloga en varias carreras y creo que tienes algo que decir sobre las uñas.
Aunque suene ridículo: bien cortadas. Y, por supuesto, nada de zapatillas un número mayor del pie que calzas o te machacarás las uñas. Se te encarnarán, sufrirás traumas en ellas, se te amoratarán. Tendremos que meterte pequeños bisturís por debajo para sacarte la sangre acumulada. Y eso duele. Mucho.
La idea de que las posturas son inconscientes, ¿qué implica?
El cerebro busca siempre su manera de lograr el equilibrio. Por pronación, supinación o como sea. De nada sirve que intentemos rellenar el arco del pie o corregir ortopédicamente ciertas desviaciones posturales. Nuestro cerebro enviará pronto la señal de reequilibrarse. Se puede, sí, usar novísimas plantillas que mandan estímulos a las terminaciones nerviosas y provocar así una reacción postural.
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