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FRANCISCO APAOLAZA
Sábado, 19 de noviembre 2011, 10:38
Una noche loca de sexo desenfrenado hasta el amanecer representa en la sociedad actual lo más parecido al paraíso en la tierra. Y para muchos es un infierno. Le ocurre a Laura Brashier, peluquera californiana de 50 años que como tantas mujeres sufrió un cáncer de cuello de útero (el segundo cáncer más frecuente en mujeres de todo el mundo). Pasó hace doce años y Laura ganó la batalla a la enfermedad, pero su cuerpo nunca fue el mismo. «Seguía siendo la misma mujer apasionada, pero realizar mis funciones sexuales me resultaba tremendamente doloroso». Sin poder llegar al coito por las secuelas físicas que le dejó la terapia, entablar una relación duradera con alguien le suponía un obstáculo insalvable. Hasta que se bloqueó y se refugió en sí misma. Un buen día, pensó que no era la única en quedarse en la casilla de salida, y surgió una idea: juntar a los que, como ella, estaban fuera de la ecuación del sexo, que no del amor. Poco después fundaba 2Date4Love.com (to date for love -citarse para amar-), una red social para personas que no pueden o no quieren practicar sexo.
En unos meses ha conseguido miles de suscriptores afectados por diversas dolencias físicas o psíquicas que les alejan de las relaciones sexuales. Al menos, del coito. Afectados por tratamientos, operaciones, traumatismos... Se apuntan al servicio, reciben peticiones de citas y se encuentran con otros similares a los que no tienen que explicar que no podrán acostarse con ellos ni atormentarse con la casi certeza del rechazo. Funciona a la manera de otras webs como 'Meetic' que emparejan a personas con perfiles compatibles para reunirlas en encuentros que podrán terminar en el cine, en un paseo o en un altar, pero no entre las sábanas.
A pesar de la importancia del sexo en la sociedad (es, entre otras cosas, el arma más potente de la publicidad), hay muchos que lo consideran sobrevalorado. Desde hace años prolifera una tendencia que, como tantas nació en Estados Unidos, y que reúne a miles de personas que se declaran asexuales. Según cuentan, están los heterosexuales, los homosexuales, los bisexuales y ellos. Se confiesan herederos de aquello que en los 80 y 90 se llamaba Deseo Sexual Inhibido y Deseo de Desorden Sexual Hipoactivo. Es decir, que ni tienen ganas de 'encamarse', ni les importa. En sus webs aseguran que son en torno a un 1% de la población.
Sexo no deseado
¿Se trata de una opción personal o la consecuencia de un desorden psicológico? «No sé si no desean el sexo o no quieren desearlo», aclara Natalia Rubio, sexóloga, psicóloga, presidenta de la Asociación Estatal de Sexualidad y Discapacidad, que advierte de la visión «'coitocentrista'» de lo erótico. «La sexualidad no está solo en los genitales, sino en las relaciones personales y en aprender a disfrutar de todo el cuerpo con otras manifestaciones como las caricias, las masturbaciones...». Cada vez hay más discapacitados que buscan en la consulta de los sexólogos el camino al placer en pareja. «Aquí aprenden a aceptar sus limitaciones y a conocer todo su cuerpo», explica Rubio, que no ve claro ese concepto de 'asexual': «Una cosa es no tener hambre y otra muy distinta no tener ganas de comer tal o cual cosa». La clave está, según la experta, en que determinados modelos sexuales -muchos de ellos derivados de la industria del porno- generan frustración en la persona. «Imaginas todos esos coitos, esos cuerpos ideales de la muerte, los orgasmos inacabables, las erecciones eternas... Ahora te pones a ello y te crea una frustración. Si no lo entiendes, rechazas ese modelo. Esa gente no está rechazando la sexualidad, sino algunos tipos de sexualidad».
Los damnificados son legión. Según el Estudio español sobre Hábitos, Preferencias y Satisfacción Sexual en estudiantes universitarios, los índices de insatisfacción por dificultades orgánicas en relaciones coitales arranca en el 7% en los más jóvenes y aumenta con la edad. A partir de los 35 años pueden llegar a entre el 11 y el 13% y a partir de los 40 años supera el 16%. Cuando una persona no 'cumple' con los cánones, tiene varias opciones. La más común es callarse y sufrir; la siguiente, acudir a la consulta de un sexólogo con una frase en la boca: «No somos normales». La cuestión es saber cuál es la norma. «No es lo que dice la televisión obviamente». Con 40 años, un matrimonio que lleva 20 años juntos visita preocupado al médico porque tienen dos coitos al mes... «Y eso es perfectamente normal».
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