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López y Lasa, director foral de Protección a la Infancia. :: LOBO ALTUNA
«El acogimiento familiar nunca perjudica al menor»
INFANCIA

«El acogimiento familiar nunca perjudica al menor»

El psicólogo Félix López defiende esta figura legal como la mejor fórmula para el desarrollo de los niños apartados de sus padres biológicos

ARANTXA ALDAZ

Domingo, 27 de noviembre 2011, 03:19

Imagine que regresa de golpe a la infancia y que le dejan solo en una habitación. De pronto aterriza por la ventana un extraterrestre que le atropella a preguntas, sorprendido por su primera visita a la Tierra. Siga imaginando y responda. ¿Qué tal son los seres humanos? ¿Qué tal se vive por aquí? ¿La gente se respeta? ¿Son felices? La mayoría de los niños respondería con la inocente alegría que se presupone a esa edad, pero desgraciadamente algunos menores le dejan de encontrar sentido a la vida, víctimas de un comportamiento inadecuado, muchas veces cruel, de sus padres biológicos. Ese experimento de ficción lo pone en práctica en muchas consultas el catedrático de Psicología por la Universidad de Salamanca Félix López, uno de los primeros defensores de la figura del acogimiento familiar, que ha colaborado en la redacción de los protocolos de valoración de menores en situaciones de desamparo y que ayer habló en el Museo de la Ciencia de Donostia. Lo hizo en el XI encuentro de familias acogedoras de Gipuzkoa, asociadas en Beroa, un público volcado con la misma causa, la de ayudar a los niños que son apartados de su familia biológica para garantizarles una infancia de afecto y no de dolor.

El experto ofreció durante su intervención una serie de consejos para que estos padres voluntarios enseñen a sus 'nuevos' hijos «a amar la vida», a sentirse protegidos y queridos, a reconstruir su biografía futura, y a aceptar que su película de la vida «ha empezado mal, pero puede arrancar mucho mejor». En la actualidad, 241 familias intentan cada día cumplir esa difícil misión. Y se necesitan voluntarios para atender a quince menores más.

La figura legal del acogimiento familiar otorga a una familia la guarda de una persona menor de edad que ha sido separada de sus padres biológicos. Gipuzkoa puede presumir de ser uno de los primeros territorios que potenció esta medida de protección que ahora quiere también extender el Gobierno central a través del anteproyecto de Ley de Protección de la Infancia, en el que se contempla que todos los niños menores de tres años en situación de desamparo no ingresen en un piso de acogida, sino directamente en una familia, para recibir el calor incondicional de unos padres imposible de trasladar en un centro de menores, por muy bien que éste funcione. Los expertos, como López, defienden el acogimiento familiar por encima de los orfanatos como la fórmula más propia para el desarrollo de los menores. «Pero todavía hay profesionales que creen que el acogimiento familiar es perjudicial para el niño», pues consideran que la desvinculación de su familia de acogida es «más peligrosa» desde el punto de vista emocional que la estancia en un centro. Esos detractores, aunque minoritarios, siguen existiendo, dijo ayer López, que quiso desmontar las falsas creencias que aún rodean a esta figura de protección.

«Cantar a la vida»

«El niño está mejor en una residencia que en una familia de acogida, porque el acogimiento le condena a establecer un vínculo con la familia que luego tendrá que desvincularse. Y mejor que eso no suceda» es solo uno de los comentarios que ha escuchado este catedrático, que zanja esta resistencia: «Es un grave error pensar así, porque los niños pueden establecer varios vínculos de apego. Diré más, las relaciones de apego están abiertas durante toda la vida, primero con los padres, luego con los amigos, la pareja... Es un vínculo maravilloso que no entra en competencia. Y siempre suma. Cuanto mejor quiera a su familia de origen, mejor se relacionará con sus padres de acogida. Y viceversa».

Los años de desprotección dejan profundas heridas en los menores que afloran tarde o temprano en forma de ansiedad, de fracaso escolar, insomnio... obstáculos en la vida cotidiana que la familia de acogida debe aprender a sortear para que los críos aprendan a reconciliarse con su pasado. La buena voluntad de los acogedores choca muchas veces con la dura realidad y pueden llegar a verse desbordados. Félix López les inyectó ayer una buena dosis de optimismo para encarar esa tarea. «Los menores tienen necesidades físicas, emocionales y sociales. Necesitan saber que viven en un mundo acogedor, que no está lleno de peligros. Un niño necesita cantar a la vida, por eso es tan importante que los padres también lo hagan, que les enseñen el sentido positivo de la vida. Los padres tenéis que desmontarle esas experiencias negativas del pasado con nuevas experiencias positivas. Con paciencia y sobre todo tiempo».

Y recordó, para que la recitaran de vez en cuando como faro en esa travesía familiar, las 'Palabras para Julia', el poema de José Agustín Goytisolo. «La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos».

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