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OIER FANO
Viernes, 9 de diciembre 2011, 09:00
En el deporte, como en la vida, siempre hay lugar para sorpresas. Quien diga que está todo inventado, que está todo visto, es que no tiene ni idea de qué va esto. Hay quien, ante la marcha del planeta y del sistema, decide dar un giro radical y aplicar aquello del carpe diem de forma salvaje. A su forma, como debe ser.
Para muestra, Sergi Rodríguez Basolí. Hace seis meses pensó en Girona: «A que cojo una piragua y doy la vuelta a la Península hasta llegar a Donostia». No es una bilbainada. El catalán empezó la aventura en la localidad francesa de Argeles Sur Mer. A sus 27 años, este ingeniero especializado en energías renovables lleva desde el pasado 11 de junio recorriendo la costa ibérica y ayer alcanzó Donostia, meta de su periplo.
Su viaje da para un libro. Ayer hablamos con él. Apenas unos minutos, estaba fuera de sí, agotado, con ganas de descansar, cenar y dormir. Pero nos explicó los entresijos de esta singular aventura. «Han sido casi doscientos días de travesías en mi ligero kayak amarillo. Estoy agotado, pero feliz. En mi blog aclaré desde el principio que no me considero kayakista. Soy ingeniero. Tenía trabajo y casa en Girona. Pero no me gusta la velocidad a la que va el mundo. Estamos todo el día pegados a un ordenador, a un móvil. Vi una película que se llama 'Hacia rutas salvajes', dirigida por Sean Pean y me inspiré. Dejé la casa que tenía, dejé mi trabajo. Me salí del sistema. Tenía una inquietud interior desde hace mucho, un llamamiento a querer vivir más cerca de la naturaleza». La película está basada en el relato real del joven Christopher McCandless, que como nuestro protagonista, abandonó el mundo civilizado, dejó sus posesiones y puso rumbo a la salvaje Alaska.
«Quise dar un vuelco a mi vida, pero tengo que añadir que amo la Costa Brava y a mi hermana, que se acaba de comprar casa en San Sebastián, en donde es feliz junto a su novio. Así que me pareció algo simbólico, una aventura de esas que merecen la pena afrontar en una vida. Y me puse a ello».
En cada travesía diaria alrededor de la Península Ibérica, nuestro amigo llevaba encima «un saco de dormir, una tienda de campaña en verano para hacer noche en cualquier cala que me pareciese atractiva, documentación, una tarjeta de crédito y ropa seca. Todo quedó librado al azar. No diseñé mi viaje. Me dejé llevar. Luego, la meteorología dictaba sentencia. Sin prisas ni previsiones. En verano no hubo problemas para dormir, como decía, elegía calas y playas. Al llegar a Portugal, empecé a buscarme la vida, el frío había hecho acto de presencia. Cuando alcancé Galicia, las asociaciones de piragüistas entre otros se enteraron de la noticia y me trataron genial. Y en la zona norte he pernoctado gracias a la red social 'couchsurfing', en la que la gente cede un sofá, un lugar en su casa». Sergi es feliz. Es lo más importante. Y ahora tiene previsto pasar las navidades en Catalunya, a donde volverá... ¡en bici! «Quiero seguir disfrutando». Un tipo grande... y valiente.
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