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J.S.
Domingo, 11 de diciembre 2011, 03:25
Cuando el pasado 28 de noviembre el número dos del PP vasco, Iñaki Oyarzábal, compareció denunciando que el proyecto presupuestario del Gobierno Vasco no le gustaba y que los socialistas «cada día nos lo ponen más difícil», daba la sensación de que el distanciamiento entre los dos socios parlamentarios era más grande que nunca. Siete después, el anuncio de que PSE-EE y PP cerraban el acuerdo presupuestario devolvió a su cauce unas aguas que, en realidad, nunca estuvieron tan revueltas como parecía.
«Después del resultado de las generales, por debajo de las expectativas, y a poco más de un año de las elecciones vascas, cada partido trata de marcar perfil propio y sacar la cabeza. Y eso es lo que hizo el PP: una escenificación», coinciden voces solventes del Gobierno Vasco y el PSE-EE. Efectivamente, el pacto presupuestario nunca corrió peligro ya que, pese a que el partido de Antonio Basagoiti lo consideraba mejorable, un desacuerdo en torno a las cuentas públicas vascas de 2012 hubiera supuesto un rejón de muerte para el Ejecutivo de Patxi López, en el último año de legislatura y con la crisis económica acechando.
No obstante, la cercanía con las citas electorales y la gestión del final de la violencia suelen provocar ciertas tensiones entre los dos partidos, aunque desde ambas partes relativizan el alcance de estas diferencias. Y lo cierto es que el acuerdo en los Presupuestos salvaguarda el futuro del Gobierno de Patxi López y refuerza las posibilidades del Ejecutivo del PSE-EE de agotar la legislatura.
Este nuevo blindaje del pacto del cambio no por esperado deja de ser menos importante. De hecho, el PNV, principalmente, y la izquierda abertzale han intensificado las críticas para debilitar la posición del lehendakari desde que las urnas del 20-N dictaron el triunfo de las dos fuerzas nacionalistas vascas. Los jeltzales, además, agitan el fantasma del adelanto electoral para recordar a López su dependencia de los populares y su «minoría social» que se reflejaría en la mayoría abertzale en las generales. Esta presión política, sumada al continuo embate de la crisis financiera, coloca al Gobierno Vasco socialista ante un final de legislatura complicado en el que no van a sobrar los apoyos, y en el que tendrá que trabajarse también el respaldo del PP en asuntos pendientes como la Ley Municipal, la fiscalidad o el reciente anuncio de recortes al funcionariado vasco. Los partidos nacionalistas no descartan que en otoño de 2012 se convoque finalmente la cita con las urnas, prevista en principio para febrero o marzo de 2013.
La gestión de la paz
La gestión del final del terrorismo también ha amenazado con enrarecer el clima de entendimiento entre los dos socios. De hecho, el único desacuerdo presupuestario pactado gira en torno a la subvención a las víctimas de abusos policiales. El PP ve con recelo estas ayudas, al considerar que se busca la «equiparación con los asesinados por el terrorismo». El PSE-EE minimiza la situación y cree que no deja de ser un millón de euros respecto a un presupuesto global de 10.449 millones.
Al PP no le gustaron ni las declaraciones del lehendakari invitando al futuro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a comenzar los acercamientos de presos, ni las palabras del presidente del PSE-EE, Jesús Eguiguren, urgiendo al PP a «empujar en favor de la paz». No obstante, la intención de López de tender la mano al nuevo Ejecutivo central, y el respeto a los fundamentos del Acuerdo de Bases, en lo relativo a la firmeza antiterrorista, ayudarán a culminar el viaje iniciado en 2009, tras desbancar al PNV del poder en Euskadi, después de treinta años de gobiernos nacionalistas vascos.
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