

Secciones
Servicios
Destacamos
MIKEL G. GURPEGUI
Viernes, 16 de diciembre 2011, 03:21
Desayuno (...). 10 mañana: Caldo. 11,30: Ración común consistente en: Un plato de sopa variada de puchero. Un plato fuerte. Un plato de legumbres o verdura. Un plato de postre, que podría ser: de cocina, fruta, o café con leche, éste último empleado en nuestro Hospital de una manera general. Vino: 125 gramos. Merienda 3 tarde; café con leche o chocolate. Cena: 6 de la tarde: Un plato de sopa de aceite. Un plato fuerte variado. Postre: En la actualidad café con leche generalmente. Vino: 125 gramos. Aparte de esto, gran variedad de platos extraordinarios».
Es, en palabras escritas por su propio director, el horario y características de las comidas que se daban a los enfermos ingresados en el Hospital Civil de San Antonio Abad, también conocido popularmente como de Manteo, en 1932. Es también uno de los muchos datos, significativos y anecdóticos, que acumula el libro sobre los '50 años del primer hospital de San Sebastián' que ha escrito Manuel Solórzano, enfermero de profesión y especialista en su gran pasión, la vertiente sanitaria de nuestra historia.
La publicación se presentó ayer mismo en el centro cultural Okendo, a un paso de donde se extendió el gran centro hospitalario donostiarra entre 1887 y 1960 (hasta su sustitución por la actual ciudad sanitaria del alto de Miramón).
Como explica Solórzano en su obra, «el Hospital San Antonio Abad en el Manteo se inauguró el 20 de enero de 1887. Y el traslado de enfermos comenzó el 24 de octubre de este mismo año. Allí se daba atención preferente a los enfermos pobres de la Capital, a los acogidos de la Misericordia y a los enfermos provinciales. Tenía habitaciones para distinguidos, comunes y para el personal de la casa; sala de maternidad; quirófano; y los servicios pertinentes. Se atendía a los enfermos crónicos y quirúrgicos; a las embarazadas y parturientas de la ciudad y de la provincia. Era un buen Hospital en el momento de su creación, con un pabellón especial para enfermos contagiosos. Con el tiempo, resultó insuficiente para cubrir las necesidades municipales y provinciales que se le fueron agregando».
El libro detalla las sucesivas ampliaciones y evoluciones del centro sanitario de referencia. En la calle de la Memoria de hoy nos quedamos en aquellos primeros años de finales del XIX en que «la escasez de personal y la gran distancia existente entre las salas impedía que, durante la noche, se pudiera ejercer una activa vigilancia sobre los enfermos; a los presos trasladados al Hospital había que tenerlos con guardia permanente. Se aprovechó para levantar una cárcel de partido con enfermería propia para ponerse a recibir presos desde el 1890 en adelante».
Aporta Manuel Solórzano un documento de 1894 firmado por el alcalde Joaquín Lizasoain, como presidente de la Junta de Beneficiencia, en el que se establecían las condiciones para poder ingresar en Manteo (y «cortar los abusos que se pudieran cometer»): «Para los enfermos que no sean naturales de San Sebastián y no figuren en el padrón de vecinos, será necesario que por medio de información de dos testigos acrediten el tiempo que llevan de residencia en esta Ciudad».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.