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IÑAKI ZARATA
Sábado, 24 de diciembre 2011, 03:30
Se presentó anoche Mikel Urdangarin en un Victoria Eugenia que no llenó y se trajo el mismo apoyo instrumental de su visita a Lugaritz, en febrero 2008. Proponía la revisión del recién editado CD 'Zuzenean', grabado hace un año en Bilbao. El de Amorebieta acumula una notable colección de aires muy melancólicos, en la sensible estela de los grandes del folk euskaldun. Y la recopilación, en el doble disco grabado y en su recuperación en concierto, es buena muestra de su habilidad para poner en solfa sus preocupaciones poéticas y algunos textos ajenos.
Hay una base vocal recia en registro vocal, pero el ambiente de sus entonaciones suena cálidamente cercano. Y el organizado quinteto arropó con tino los 26 aires que sonaron. El resultado global, mayormente en clave de vals, pareció de nuevo serio, casi trascendente, más allá de algún canto divertido y del tono jocoso de las presentaciones que el ex bertsolari explicó.
El de Zornotza saludó con los versos alcohólicos de 'Lau koplatxo' y la entrañable tristeza de 'Esne saltzailea'. Las interrogantes de 'Hezurrak' y los gélidos recuerdos en 'Urriko poema' fueron entonando la velada, aunque el guión siguiera por derroteros tristes: 'Hau ez da amodiozko kanta', 'Anek idatzi dit zutaz', 'Hauskor'. El cambio de ambiente lo propició la vitalista 'Martxa baten lehen notak', de Joxan Arttze y musicada por Mikel Laboa. Un recuerdo al maestro ausente que, según explicó Mikel, le dejó "una profunda marca" cuando lo conoció en Ibaeta.
Retornaron las divagaciones íntimas en 'Ezin esan' y se sintió la fiesta en las correrías rurales o urbanas de 'Panderuaren gizona'. Tuvo el cantante un lapsus en 'Gaur gurutzatu gara' y consiguió las primeras palmas acompañantes de la noche en la cuasi irlandesa 'Killin', alegrías que volverían a romper el tono serio general de la vela en la costera 'Txatxamatxalinatxu'.
Hubo un segundo capítulo, con Urdangarin en solitario y con violín, para regresar con todo el grupo y con brío en la épica 'Haitzetan' y la recuperación, en su inglés original, del hit ochentero 'Wonderful life', de Black (Colin Vearncombe). Ofreció más épica en 'Non geratzen den denbora' y remató las dos horas largas de sesión con 'Ohiana' y 'Zurekin'. Más la hermosa 'Baratze bat', de Pier Paul Berzaitz. Como el florido huerto de intimismo creativo que Mikel trabaja.
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