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F. APEZTEGUIA
Domingo, 8 de enero 2012, 03:48
Llegaron tarde, pero lo hicieron para quedarse. El mundo de la medicina era a finales del siglo pasado prácticamente el único ámbito de la ciencia que se libraba de la presencia de autómatas . Los robots se convirtieron en compañeros de trabajo, asistentes domiciliarios y héroes infantiles hace ya mucho tiempo, en la década de los sesenta. Pero no lograron traspasar las sagradas puertas batientes del quirófano hasta hace muy poco, en el año 2001, cuando una máquina con nombre de genio cambió para siempre la cirugía de próstata. El 'Da Vinci' sigue siendo desde entonces protagonista indiscutible de la saga robótica nacida al calor de la salud humana, pero ya no es el único ingenio mecánico de bata blanca. Un hospital de Montreal superó en 2010 el reto de practicar una cirugía realizada al completo por robots. Un androide anestesia, otro corta y pega.
El cine permitió hacer soñar al público de 1966 con la epopeya de un equipo científico que lograba miniaturizar un submarino hasta hacerlo navegar por el flujo sanguíneo y practicar una delicada operación cerebral con sus potentes armas láser. Aquel 'Viaje alucinante' ya no es ciencia ficción. El Instituto Suizo de Tecnología de Zurich trabaja en el desarrollo de unos robots inyectables, unos artilugios pequeñísimos, de milésimas de milímetro, concebidos como auténticos microlaboratorios que, según anuncian, mejorarán el diagnóstico y el tratamiento de las dolencias cardiacas, las complicaciones intraoculares y las del oído interno. Como en el clásico de Raquel Welch, diminutas agujas, sensores químicos y micro-bombas descubrirán fallos en el organismo y repelerán con su arsenal terapéutico la acción de virus y bacterias.
Esa es, al menos, la idea, aunque todavía, pese a los enormes avances, sin duda increíbles, que se han dado en la última década en el sector de la robótica sanitaria, la realidad resulta menos perfecta. Los robots, de momento, no pueden sustituir a los cirujanos, únicamente «asistirles». «El robot no distingue estructuras. No sabe si lo que maneja es una próstata o el recto, si lo que va a cortar es un vaso sanguíneo que va a desangrar al paciente o si realmente está desecando la próstata», afirma el jefe de Urología del hospital de Basurto, Miguel Unda, responsable de uno de los 14 'Da Vinci' que operan en España, cinco de ellos en el País Vasco; y en total, unos 4.000 en el mundo.
El equipo bautizado con el nombre del genio italiano está considerado como el único robot con capacidad de intervenir sin que el cirujano toque al paciente con sus manos. A través de sus delicadas pinzas, la máquina, todavía un armatoste de considerables dimensiones, llega a lugares donde los dedos del médico, por mucha pericia y experiencia que acumule, nunca llegarán; y tiene la ventaja añadida de que no es un humano, no le tiembla el pulso ni un ápice.
Efectos secundarios
Los resultados hablan de las ventajas de contar con un androide en el quirófano. Con el 'Da Vinci', la pérdida de sangre durante la intervención se reduce un 25%, lo que rebaja la necesidad de transfusiones y permite que los pacientes se recuperen antes. Los cinco días de ingreso hospitalario que precisaba la cirugía tradicional se han quedado en dos o tres y las 'reacciones adversas' del tratamiento también se han limitado. Aunque los resultados dependen de la edad del enfermo, el robot ha logrado que en la cirugía prostática, la primera en la que se empleó, los problemas de incontinencia urinaria se reduzcan de un 46% a un 8%; y la pérdida de érección afecte 'sólo' a uno de cada cinco varones. «El 'Da Vinci' lo ha cambiado todo», señala concluyente el urólogo catalán Humberto Villavicencio, el especialista que lo introdujo en España.
El primer robot de la Historia recibió autorización para operar en Estados Unidos en el año 2001. La idea se concibió con la primera Guerra del Golfo. En 1980, el Gobierno de George Bush padre pidió a la industria que diseñara algún cachivache que evitara tener que mandar cirujanos a la primera línea del frente. Investigadores del parque tecnológico de Silicon Valley, en California, aunaron esfuerzos y diseñaron el 'Da Vinci'. El primer reto que se le puso al nuevo equipo consistió en arrancar un tumor a un paciente en Francia con un prototipo controlado desde Estados Unidos.
El éxito fue sólo relativo. La distancia era tan larga que la señal llegaba con un segundo de retardo. Con el experimento, el Ejército perdió una unidad de salvamento y la medicina ganó un cirujano mecánico. El cambio valió la pena. Lo que en 2001 sólo se empleaba para el tratamiento quirúrgico del cáncer de próstata, en la actualidad ha ampliado su campo de operaciones a la ginecología, la oncología, la cardiología e incluso la cirugía infantil.
El asistente que necesitaba el doctor robot llegó hace apenas cuatro años. El 'McSleepy', un ingenio también conocido como 'Robot Dormilón', automatizó la aplicación de la anestesia en 2008. Concebido como un equipo asistencial, en octubre de 2010 el 'McSleepy' unió sus fuerzas a las del 'Da Vinci' y juntos lograron extirpar la próstata a un paciente del hospital General de Toronto, en Canadá. Fue la primera intervención en la historia realizada al 100% por robots, controlados, eso sí, por profesionales humanos. «Los robots no sustituirán a los médicos. Sólo servirán para que, poco a poco, lleguemos más lejos», admitió el urólogo Armen Aprikian, que dirigió la intervención.¿Estará en lo cierto el facultativo canadiense?
De lo que no cabe duda es que con el 'Da Vinci', un ingenio que va ya por su tercera generación, la robótica ha revolucionado el mundo de la salud. Han aparecido simuladores de realidad virtual que permiten a estudiantes y licenciados practicar con pacientes imaginarios; prótesis inteligentes para la reconstrucción del aparato locomotor; máquinas que organizan y ajustan las dosis de los medicamentos a las necesidades de cada paciente... Incluso ropa biónica, que ayuda a los discapacitados a desplazarse con mayor facilidad.
Activados con la mente
La informática ha favorecido la mejora de los equipos de diagnóstico y la aparición de múltiples servicios y accesorios. Destaca entre todos ellos la telemedicina, la atención sanitaria a pacientes monitorizados en sus domicilios. Esta práctica, extendida en países como Estados Unidos, comienza a ser una realidad también en nuestro entorno, aunque todavía de manera tímida.
La invasión de la esfera sanitaria por parte de los autómatas ha chocado, sin embargo, con un enemigo inesperado: la crisis. «La robótica sólo se implantará cuando sea útil a un coste razonable», vaticina Javier Mínguez, ingeniero informático de la Universidad de Zaragoza y miembro de varios grupos de investigación en neurología y robótica. Sabe de qué habla. Trabaja en tres proyectos de robots que se activan con el pensamiento del paciente. Falta tiempo, pero ya están aquí.
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