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KEPA OLIDEN
Domingo, 8 de enero 2012, 03:46
El antiguo puente San Isidro engrosará en breve la larga lista de elementos arquitectónicos desaparecidos en nombre del progreso. La agencia vasca del Agua URA demolerá este puente del siglo XVIII por considerarlo un 'punto negro' en caso de riadas. Este histórico puente musakolarra tiene los días contados, y a primeros del presente año 2012 será derribado y reemplazado por otro nuevo y con mayor amplitud de luz.
Otro puente coetáneo, el que cruzaba el río Aramaio a la altura del caserío Mendiazpi (Taulero), de Uribarri, desapareció en 2008 en el marco de las obras de la variante de Olandixo. El arco fue desmontado con vistas a una eventual reconstrucción. Los pilares corrieron peor suerte: al poco, una gran riada destruyó las dos columnas y arrastró todos sus sillares.
De este puente del siglo XVIII por el que discurría la calzada entre Arrasate y Aramaio sólo quedan el recuerdo y los restos de su cimentación. Y de su desmontado arco ya nadie se acuerda. Nadie sabe qué fue de estas piedras ni dónde se hallan almacenadas. Unas piedras que fueron traídas a Mondragón hace más de 300 años procedentes de una derruida ermita de Elorrio, y que durante tres siglos sustentaron el desaparecido puente de Mendiazpi.
No tan antiguo pero tampoco menos histórico era el puente del ferrocarril Vasco-Navarro que se demolió en el marco de las obras de la depuradora de Epele. El viejo puente ferroviario de Etxezarreta, en Musakola, fue derribado un día de verano de 2010 sin contemplaciones. Con él cayeron el puente de acceso a la finca de Etxezarreta y el puente ferroviario de Zubillaga. Así desaparecían, sin reparar en el valor arquitectónico o histórico que pudieran entrañar, tres construcciones que databan de la segunda mitad del siglo XIX (en el caso del puente de acceso a la finca de Etxezarreta) y de principios del siglo XX (el tren llegó a Arrasate en 1918).
El molino de Barrenatxo, uno de los últimos de sus características en Mondragón, aún perdura. Aunque no por mucho tiempo. Su futuro es muy poco halagüeño, sobre todo después de que en 2008 el departamento foral de carreteras decretara que 'estorba' a la servidumbre de la carretera Gi-2620 a cuyo pie se halla.
El dictamen negativo emitido por la diputación impide que se pueda acometer su restauración, como reiteradamente han solicitado los vecinos de Uribarri rural. Su estado de abandono y ruina auguran un fatal desenlace para este elemento histórico 'atropellado' por la carretera GI-2620.
Calzada Real
El estudioso de la historia local José Ángel Barrutiabengoa no entraba a rebatir las justificaciones técnicas esgrimidas por la Agencia del Agua para demoler el puente de San Isidro. Pero sí constataba que desde su construcción hace más de 200 años «nunca ha ocasionado inundaciones ni ha originado problemas» en situaciones de grandes avenidas de agua. Para Barrutiabengoa se trata de un elemento arquitectónico de «indudable valor y por cuya conservación hay que pelear». En este sentido, el investigador mondragonés lamentaba profundamente la «nula involucración del ayuntamiento en la defensa de bienes patrimoniales como el referido puente, o el ya desaparecido de Mendiazpi, o del molino de Barrenatxo, abocado también a desaparecer abandonado por la administración».
El puente de San Isidro, explicaba Barrutiabengoa, se levantó con ocasión de la construcción del 'nuevo' Camino Real trazado entre los años 1763-65. Hasta entonces la vieja calzada real discurría por entre la casa de Zubiondo y la actual sociedad San Isidro. Pasado el lavadero de Musakola (también inexplicablemente demolido), sorteaba el río Deba mediante un antiguo puente de piedra que existió junto al caserío Kaskonategi (Arruena), aproximadamente donde ahora se localiza el puente peatonal de madera. Barrutiabengoa apuntaba que la cimentación de los pilares del aquel antiguo puente aún se aprecia en el lecho fluvial cuando el caudal es bajo.
El trazado del Camino Real se modificó en el siglo XVIII con la construcción de una serie de nuevos puentes entre los que se halla el ahora condenado de San Isidro.
Y para tratar de salvarlo, José Ángel Barrutiabengoa, Arantza Otaduy y otros mondragoneses preocupados por la preservación del patrimonio histórico-arquitectónico tienen intención de «formular cuantas alegaciones hagan falta». Para canalizar ese activismo en defensa del patrimonio histórico-arquitectónico han reactivado Arrasate Zientzi Elkartea, una asociación que permanecía aletargada desde hace más de diez años.
El molino de Barrenatxo
Una caso clamoroso es del molino de Barrenatxo, una de las últimas aceñas -junto con la de Barrenazar, en Musakola- que aún perduran en Arrasate. Pero su suerte está echada. La Diputación Foral no permite su restauración debido a que se halla a pie de carretera. Con esta decisión se echan por tierra años de reivindicaciones y luchas para preservar el molino por parte de los vecinos de Uribarri. Estos pedían que se desmontara la vieja aceña para reedificarla, con fines didácticos, en el Polo Garaia.
El viejo molino estuvo a punto de salvarse en el marco de la operación urbanística para trasladar la fábrica de Polmetasa de San Andrés a Uribarri. El Ayuntamiento impuso al promotor de esta operación la carga de restaurar el histórico molino. El dinero destinado a esta restauración le fue entregado al consistorio, pero sus responsables consideraron que había «otras prioridades» a las que destinar parte ese montante económico. Y Barrenatxo se quedó como estaba: con el tejado hundido y con parte de la fachada posterior derruida como consecuencia del accidente protagonizado por unas de las máquinas excavadoras que trabajaron en la construcción del nuevo pabellón de Polmetasa en Uribarri. Ahora, la parte restante de la fianza depositada en su día por la promotora se destinará previsiblemente a demoler el histórico molino, para borrarlo de al lado de la carretera. En su lugar planean dejar unos vestigios a modo de testimonio histórico con la reseña de que 'aquí estuvo el molino de Barrenatxo, del siglo XVIII', el último de su clase que existió en Mondragón.
La aceña de Barrenatxo atesora una larga historia como instalación hidráulica empleada para multitud de labores. Desde tiempos inmemoriales, este ingenio fue centro de lavado de mineral de hierro, seguramente con destino a las fundiciones que existieron en la zona de Ibarreta (desde 1450 está documentada la herrería, molino y casería de Ibarreta); con el declive de la industria ferrona, se reconvirtió en molino y durante el siglo XX fue fábrica de pintura (ocres), fregaderos de mármol comprimido, de piensos y hasta serrería. Los cinco siglos de aprovechamiento hidráulico se vieron interrumpidos a mediados del siglo XX. La destrucción del canal de agua, en el marco de sucesivas obras en la zona, hicieron del todo imposible que la vieja aceña pudiera volver a funcionar. A falta del canal, el viejo molino conserva al menos los arcos de antepera, situados a ambos lados del edificio, por donde entraba y salía el agua que movía el molino. Su existencia y su valor no pasaron desapercibidos para los expertos de patrimonio de la Diputación que, a petición de los vecinos, visitaron en su día Barrenatxo.
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