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:: ILUSTRACIÓN IVÁN MATA
Un líder sin estridencias
RENOVACIÓN DEL PNV

Un líder sin estridencias

Urkullu dice sin sentenciar, hace sin imponer y lidera sin revoluciones un PNV a su medida. El presidente jeltzale encara cuatro años con el reto de volver al Gobierno Vasco y ser decisorio en la gestión de la paz

AMAIA CHICO

Domingo, 15 de enero 2012, 04:31

La discreción de la que Iñigo Urkullu es practicante activo le ha reportado el fruto más jugoso que se ha dedicado a madurar durante años: consolidar su liderato al frente de un PNV retraído en la oposición que sale de este congreso con el mandato de preservar la unidad sobre todas las cosas para recuperar el terreno institucional perdido. Urkullu, defensor de esa estrategia unitaria, volverá a ser el encargado de comandar la nave jeltzale durante otros cuatro años y lo hará rodeado de una dirección hecha a su medida pero que no deberá, ni podrá olvidar, la también asentada sensibilidad, mayoritaria en Gipuzkoa, que se ha visto resentida en este proceso de renovación interna.

El presidente de consenso que emergió de la pugna entre Josu Jon Imaz y Joseba Egibar por el control del EBB sale reforzado de la VI asamblea general por la unanimidad de los votos, aunque no tanto por un clima interno igual de sosegado que hace cuatro años. Urkullu se ha granjeado, gracias a un carácter perfeccionista, meticuloso y que le lleva a actuar con decisión y medida distancia en los diferentes foros, el reconocimiento de la mayoría de la militancia jeltzale y de buena parte de otras, las de sus adversarios políticos con los que -con la salvedad del lehendakari con quien no mantiene una relación excesivamente fluida- ha sabido entenderse.

El presidente del PNV -correcto, serio, reflexivo y meticuloso en lo profesional, pero distendido en la distancia corta- emprende desde hoy una nueva legislatura en la centenaria historia jeltzale con el objetivo a medio-corto plazo de restituir su época de máximo esplendor. Es decir, con el reto de expandir la marca PNV como líder en Euskadi y desarrollarla al frente otra vez del Gobierno Vasco, la mayor espina que PSE y PP clavaron a los nacionalistas hace tres años.

Volver a Ajuria Enea es uno de los debes que Urkullu tiene apuntado en los primeros puestos de su agenda de quehaceres. Pero a pesar de la rumorología, ha perdido fuerza la hipótesis de que será él quien habite, en el caso de que la mayoría parlamentaria así lo permita, la residencia oficial del lehendakari. Su opción como candidato cae en este momento enteros -o así intenta hacerlo ver él-, aunque se desconoce cuál es el nombre que ascendería en el otro lado de la balanza.

El presidente jeltzale tiene otras muchas tareas que acometer en el repartido juego político que han dejado sobre el tablero vasco las últimas citas electorales. El PP en Madrid, el PSE en Euskadi, el PNV en Bizkaia, Bildu en Gipuzkoa... Las posibilidades de juego son múltiples dependiendo de la institución y del asunto a tratar, y el PNV no desecha a priori ninguna, tal y como ha venido demostrando.

Urkullu es proclive a promover acuerdos, bien sea por colaboración activa desde las 'ingratas' tareas de oposición bien por necesidad o conveniencia política en las instituciones donde gobierna. Y así se lo ha hecho saber al Ejecutivo del PSOE desbancado por Mariano Rajoy, al actual presidente del Gobierno central, al PP vasco -caso Kutxabank- o a Bildu -caso cuentas forales guipuzcoanas-, por poner algunos ejemplos.

Con Rajoy, el reelegido presidente jeltzale se lleva bien. Aunque todavía no tanto como con «su amigo» José Luis Rodríguez Zapatero, como el expresidente le define junto a estas líneas. Con el líder del PP ha mantenido varias conversaciones telefónicas desde el 20 de noviembre pero no será hasta dentro de unas semanas cuando se encuentren cara a cara en la primera reunión oficial desde que el líder popular es jefe del Ejecutivo. Con discreción, como le gusta trabajar al jeltzale y según parece también a Rajoy -apenas ha aparecido públicamente en los dos últimos meses-, Urkullu abordará con el presidente la política económica, o la gestión tras el final de la violencia de ETA, asunto de cabecera para los jeltzales. En este último asunto, en el que huye de estridencias y tiene muy marcados sus límites, el líder jeltzale preconiza una labor prudente pero activa en la consolidación de la paz y el avance hacia la normalización, siempre de la mano de los partidos implicados en las tareas de gobierno.

Relaciones

La nueva mayoría absoluta del PP no intimida al líder jeltzale, que quiere encontrar su hueco, a sabiendas de la competencia que representa CiU. Los réditos en materia de transferencias a Euskadi o inversiones que logró de su relación preferencial con el PSOE son difíciles de repetir con un gobierno que, pese a tender la mano, no necesita de nadie para sacar adelante sus políticas. Pero Urkullu es perseverante en sus objetivos, y el acercamiento paulatino hacia los populares vascos -una postura recíproca- puede ser una antesala de la relación en Madrid, además de servir para otro objetivo en Euskadi: socavar la fuerza del Ejecutivo de Patxi López, aunque los nacionalistas siempre se la hayan negado.

Urkullu, obstinado en sus planteamientos, se ha ido abriendo hueco hasta lo más alto del partido con mano izquierda pero férrea. Desde los despachos, donde se siente más cómodo que frente a las cámaras, ha ido escalando posiciones sin hacer demasiado ruido. En 1984 entró a formar parte de la ejecutiva vizcaína, que pasó a encabezar en 2000. Sus diez años como parlamentario vasco le bregaron en la política vinculada a la gestión administrativa, capacidad de la que los jeltzales se vanaglorian; y le convirtieron, pese a no ser el dirigente más conocido ni el favorito del insigne Xabier Arzalluz, en el hombre encomendado para aunar en un momento de batalla abierta las dos sensibilidades más marcadas en el seno del PNV.

El partido, en aquella asamblea de 2007, decidió tomar el camino de en medio para evitar daños irreparables por la pugna entre partidarios de Josu Jon Imaz, que se retiró de la política, y de Joseba Egibar. Urkullu consiguió el objetivo de calmar las aguas, favorecido después por la dolorosa salida de Ajuria Enea. Aunque ahora los hechos, la pérdida de poder institucional y los presuntos casos de corrupción que han dañado la imagen del partido en Araba durante los últimos dos años, hayan desatado de nuevo los nervios internos y remarcado el perfil de los dos sectores.

El desgaste de esa paz interna no obstante no puede llegar a fractura en un momento tan delicado como el actual. Y Urkullu, que ha jugado sus cartas con habilidad, lo sabe. Por eso, el presidente del Euzkadi Buru Batzar dice sin sentenciar, hace sin imponer y ha conseguido sin revolucionar llevar al partido hacia la estrategia abierta y sin estridencias soberanistas que él defiende, pese a que la línea diferenciada de Gipuzkoa y parte de Araba sigue teniendo un peso relevante.

En ese equilibrio descompensado y difícil de sostener, el único presidente vizcaíno que ha tenido el EBB intentará estos cuatro años recolocar al PNV en el lugar central -en este caso principal- de la política vasca que cree que le corresponde, y avanzar hacia esa Euskadi de 2015 que idea. La que contemple el derecho a decidir, una de las banderas del partido, en más que una reclamación, en un hecho consagrado sobre el consenso institucional correspondiente. Es el 'modelo PNV'.

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