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Joan Fuster.
«La democracia se inventó para que gente que piensa distinto pueda vivir junta»
Joan Fuster, Director del proyecto Diálogos

«La democracia se inventó para que gente que piensa distinto pueda vivir junta»

«La política no tiene por qué ser de trincheras, ya que sería poco razonable, moderno y práctico»

ANTTON IPARRAGUIRRE aiparraguirre@diariovasco.com

Martes, 17 de enero 2012, 03:52

«La democracia se inventó para que gente que piensa distinto pueda vivir junta», afirma Joan Fuster (Barcelona, 1955), licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona y doctor en Historia por la Universidad Pompeu Fabra. Ha dirigido el proyecto Diálogos, impulsado por la Fundación Ernest Lluch, y que será presentado hoy en la Casa de la Paz y los Derechos Humanos, en el barrio donostiarra de Aiete, organizado por el Instituto de Gobernanza Democrática.

-¿Qué es el proyecto Diálogos?

-Surgió en un momento en el que teníamos la sensación de que el clima general en España tendía hacia un enfrentamiento estéril. Queríamos generar espacios de lo que consideramos que es la base de la auténtica democracia, que no es otra cosa que la posibilidad de dialogar. Es decir, convivir con personas que no piensan exactamente lo mismo que tú, y que estás obligado, por razones cívicas, a escuchar y a tomar en cuenta. El proyecto ha sido presentado en Barcelona, Madrid, Valencia y Zaragoza, y llega ahora a San Sebastián.

-Afirma que la iniciativa se inspira en el concepto de 'las Españas posibles', que empleaba Ernest Lluch, el político socialista catalán asesinado por ETA en 2000.

-Sí. Bueno. 'Las españas posibles' serán las que decidan los ciudadanos. La Fundación Ernest Lluch no tiene como función difundir un ideario ni un proyecto político, sino una idea que estaba en los planteamientos básicos de Lluch en favor de una auténtica democracia, en la que los unos seamos capaces de escuchar las razones de los otros.

-¿Se refiere a un debate entre la derecha y la izquierda?

-No sólo eso. Ésa puede ser una de las posibles fracturas, pero también hay de carácter territorial, nacional, cultural, lingüístico, humano... Por suerte, el mundo es muy complejo y solo poniendo en diálogo nuestra identidad con la de los otros es posible construir sociedades plurales, completas y de futuro.

-¿Qué destacaría del trabajo?

-Sobre todo su formato. Se trata de diez diálogos para la calidad democrática a cargo de otras tantas parejas realizados a lo largo del pasado año. Han participado Luis de Guindos, Francisco Pérez, Joan Manuel Tresserras, José Antonio Zarzalejos, Emilio Ontiveros, Guillem López Casasnovas, Joan Romero, Josefina Cruz, Juan Pablo Fusi, Borja de Riquer, Joaquín Arango, Javier Elzo, Joan Majó, Enrique Barón, Daniel Innerarity, José María Lassalle, Salvador Giner, Juan Luis Cebrian, Gabriel Elorriaga y Miquel Roca. Conversaron en torno a temas como la Constitución de 1978, competitividad, el Estado del bienestar, las infraestructuras, las lenguas, las nacionalidades y los medios de comunicación, entre otros. También sobre cuestiones más de futuro, como las nuevas identidades plurales o la Europa que queremos los europeistas. El objetivo no era que cada uno competiera o entrará en un conflicto con el otro, sino que dialogarán, y sin interferencias o árbitros.

-¿Cuál es la tesis del proyecto?

-La tesis de fondo de esta iniciativa es que la calidad democrática depende de que no se establezcan fronteras muy rígidas entre unos y otros, sino que estemos más atentos a escuchar a los que piensen distinto que a los que reafirman nuestras propias posiciones. La democracia se inventó para que gente que piensa distinto pueda vivir junta.

-¿El objetivo final del diálogo es sobre todo llegar a acuerdos?

-No siempre. Lo importante es tomar en consideración el punto de vista del otro. En ocasiones hay quien tiene una posición mayoritaria y quien tiene una posición minoritaria, y lo esencial en democracia es que el primero no olvide las razones del segundo. Para dialogar, además de voluntad y tolerancia hace falta sobre todo que exista una cultura democrática.

-¿Falta diálogo en la llamada 'España de las autonomías'?

-Sí. Hay una realidad, que es que en España existe gente que tiene identidades y culturas diversas. Y eso solo se resuelve escuchando cada cual a los otros, y luego encontrando una ingeniería político-social que se verifique democráticamente. El primer paso debe ser el reconocimiento de esa diversidad. También hay que establecer el diálogo con los que creen que solo hay una identidad nacional. No ha sido fácil en la historia de España escucharse.

-¿Existe un déficit de comunicación entre los partidos políticos?

-También, evidentemente. La política no tiene por qué ser de trincheras, ya que sería poco razonable, moderno y práctico. Debería ser un lugar más permeable, donde las opiniones fueran más transversales y hubiera asuntos en los que se pudieran producir alineamientos que no fueran forzosamente partidarios. Y si no se llegan a acuerdos, que por lo menos se consideren legítimas las razones del otro. Por eso digo que la Fundación Ernest Lluch trabaja para abrir o provocar espacios de entendimiento.

-¿El diálogo entre partidos también puede servir para acercar más la política a los ciudadanos?

-Sí. Por supuesto. Hacen falta partidos más permeables, que escuchen más las razones de los ciudadanos, que hablen más de los problemas reales, que estén más dispuestos al acuerdo y a no tener posiciones partidistas o partidarios. Los ciudadanos se reconocerían mejor en esa realidad y les parecería la política un instrumento más útil y moderno. La sociedad se ha vuelto, asimismo, mucho más plural y heterogénea. Antes era más homogénea tanto social como culturalmente. Por eso hacen falta nuevas soluciones.

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