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Desde la distancia. Bartomeu Marí, durante su presentación como nuevo director del Macba barcelonés. :: LLUIS SERRAT
«Tabakalera debe aprovechar 2016, pero un festival no es una institución»
Bartomeu Marí, Director del Macba y exresponsable de Tabakalera

«Tabakalera debe aprovechar 2016, pero un festival no es una institución»

El actual director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) considera que la Capitalidad Cultural 2016 debe beneficiar al centro donostiarra

ALBERTO MOYANO

Viernes, 3 de febrero 2012, 09:37

Si hablamos de Tabakalera, en el principio fue Bartomeu Marí (Ibiza, 1966). Autor del informe embrionario sobre la creación de un Centro Internacional de Cultura Contemporánea en la antigua fábrica de tabacos, el actual director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) considera que la Capitalidad Cultural 2016 debe beneficiar al centro donostiarra, defiende su unión si la primera ayuda al segundo a consolidarse, pero advierte que un festival no es una institución. Marí, que observa «a distancia» las vicisitudes de Tabakalera, defiende la pertinencia del proyecto, siempre que se adecúe a las actuales circunstancias de forma que se garantice su sostenibilidad en el futuro.

-¿Qué le parecía la idea de fusionar el centro y Donostia 2016?

-Tabakalera es un proyecto a muy largo plazo para que transforme la cultura en el País Vasco, mientras que el 2016 es un festival. Si el evento puede ayudar a que la institución se consolide me parece muy bien. No son incompatibles. Tabakalera se tiene que beneficiar de la Capitalidad Cultural y aprovechar ese tirón para consolidarse. Pero insisto, no hay que confundir un festival con una institución que debe existir más allá de las fechas del festival. Una institución no es un edificio.

-Se habla de optimizar recursos.

-Bien. Estamos todos en ese proceso. Si es así, adelante, pero es muy importante no confundir un festival con una institución.

-¿Cree que en caso de unión existiría el riesgo de que el proyecto cultural del centro se diluyera en la programación de la Capitalidad Cultural?

-Por lo que yo sé, no hay consenso sobre el contenido del proyecto cultural de Tabakalera.

-De hecho, no lo hay ni sobre su propia existencia.

-Exacto. A partir de ahí, todo es bueno. Si la Capitalidad Cultural ayuda a que el futuro de Tabakalera sea mejor, a que la centralidad de la cultura en la vida de los donostiarras y de los vascos sea mayor y a internacionalizar la cultura vasca me parece una buena idea.

-Cuando hace diez años trabajó en el proyecto, ¿pensaba que se iba a dilatar tanto en el tiempo?

-En ese momento, en 2002, todos éramos ingenuamente optimistas. Sobre el papel, había un consenso interinstitucional que nos invitaba a pensar que aquello iba a tener una evolución lógica. Después, la realidad nos demostró que el papel no tenía gran valor. Mari Carmen Garmendia, por aquel entonces consejera de Cultura, firmó ese acuerdo y ya no lo era cuando empecé a trabajar y poco después de que empezara a implicarme en el proyecto, Román Sudupe dejó de ser diputado general de Gipuzkoa. En ese contexto, pudimos constatar que lo que sobre el papel era un acuerdo de base para desarrollar un proyecto había dejado de existir.

-¿Cree que Tabakalera nos viene grande, dadas las dimensiones del centro y las del territorio?

-Uno de los problemas fundamentales del desarrollo del proyecto fue que se confundió siempre el proyecto institucional con el edificio. Hay que desligarlos. Para algunos de los actores que tomaban las decisiones en 2002, el problema era rellenar el edificio, pero la verdadera cuestión es qué añade este proyecto a la ciudad, al País Vasco y a Europa sobre lo que ya existe. A partir de ahí, puedes ponerle lo que quieras porque el proyecto se desarrolla basándose en el ensayo y el error. La apuesta tiene que ser por algo muy sencillo, pero muy nuevo, que no esté ya en el mapa. Algo parecido con lo que sucedió con el Kursaal. Los donostiarras recordaréis mejor que nadie del pollo que se armó cuando se propuso ese edificio. ¿Alguien lo cuestiona hoy en día? Tabakalera es exactamente lo mismo. Hay que ir de lo sencillo a lo complicado y no al revés porque nunca se evolucionará. En el fondo, las cosas son mucho más sencillas de lo parecen.

-¿Es posible elaborar un proyecto cultural para un centro sin nombrar antes a un director?

-No, es imposible que esto vaya a algún sitio sin una persona que tire del carro. Además, debo añadir que esa persona debe contar con un mínimo de confianza porque, como todo en la vida, este tipo de proyectos no funcionan si no nos los creemos. Es muy importante que haya un grado de osadía razonable y razonada por parte de las instituciones, dentro del carácter prudente. Tienen que tener una pizca de espíritu de riesgo. Sin eso, nada va a cambiar.

-¿Qué opina del requisito de exigir un perfil lingüístico de euskera al nuevo director?

-Lo que sería interesante es que se dé un plazo para que los candidatos que no sepan euskera lo aprendan. Es lógico que se pida el conocimiento de las dos lenguas oficiales del territorio, pero yo fui elegido director del centro Witte de With de Rotterdam sin hablar holandés y en un año daba conferencias en ese idioma.

-Pues no es una lengua fácil...

-... el euskera, tampoco (risas). A ver, quiero decir que en el concurso para elegir al director del Museo Nacional de Arte de Cataluña se exige el conocimiento del catalán. Me parece lógico, pero prudencialmente, se puede dar un plazo para que lo aprendan los candidatos que no lo hablen.

-¿Es optimista respecto al futuro de los centros de cultura en este contexto de crisis?

-Los proyectos que están sucumbiando ahora lo hacen porque se construyeron sin una previsión de sostenibilidad, más allá del momento de bonanza en el que fueron creados. Venimos de un ciclo de crecimiento en el que todo el mundo, incluidos los bancos, creyó que nos íbamos a quedar en la riqueza perpetua. Por otra parte, aprendí en Holanda que las culturas minoritarias o se internacionalizan o sucumben. El País Vasco tienen una cultura muy rica y potente, pero es muy importante que se dote de instituciones que la hagan existir no sólo en el exterior, sino también en el centro de la vida cotidiana de sus ciudadanos. Dediqué dos años a Tabakalera y quiero creer que tiene un futuro muy bonito, pero que hay que pensarlo muy bien en el contexto actual y, sobre todo, no invertir en aquellas estructuras que no van a ser sostenibles en la actual situación.

-Entiende que Tabakalera sí lo podría ser.

-Claro que podría. Si se hace bien, sí.

-Sin embargo, la dirección del centro ha sido una especie de silla eléctrica.

-No es raro que proyectos de esta envergadura sean pilotados por diversas personas. Lo que es no es habitual, y sin embargo también pasa en Donostia 2016, es que quien lo empiece no lo inaugure. Yo he vivido una Capital Cultural Europea, la de Rotterdam en 2001, y conozco muy bien cómo funciona. En el Macba pasó lo mismo, el director del proyecto cuando se gestó casi ni llegó a la inauguración. Las instituciones van mucho más allá de las personas y es muy importante entender que no responden a criterios personalistas.

-¿Qué le parece que las obras del edificio sigan adelante sin un proyecto cultural terminado?

-La lógica dice que no se puede avanzar en las obras sin tener definidos los contenidos. Es una maniobra altamente arriesgada, pero si es la única manera de que funcionen las cosas, bienvenida sea.

-Diez años después, ¿cree que los centros de cultura contemporánea en general y Tabakalera en particular se han convertido en proyectos anacrónicos?

-No, al contrario. Ayer mismo (por el miércoles) le expliqué a un colega estadounidense el proyecto de Tabakalera que intenté impulsar y todavía me entusiasmaba y también se entusiasmó mi interlocutor. Y eso me parece un indicador de que no engañamos a nadie en aquel momento, ni le mareamos innecesariamente. Desarrollé un documento que en su tiempo firmaron las tres instituciones -Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Vasco-. No me inventé nada. En el contexto actual, lo que hay que hacer es plantearse la sostenibilidad de la cultura de otra manera.

-¿Debe servir la cultura como imagen de marca de un país?

-Claro, en eso estamos todos. En Europa somos un spa y un museo. Europa se define por los servicios y la cultura. Manufacturando productos, los chinos y muchos otros nos ganan en todo. Y eso lo digo sabiendo que el País Vasco es una de las zonas más industrializadas y eficaces de Europa. La cultura no sólo es algo que nos define, sino también algo que nos da de comer. Donostia es una ciudad fundamentalmente residencial. La apuesta es ver si va a ser una capital cultural o va a seguir siendo una ciudad residencial.

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