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Padres y madres que se convierten en 'hooligans'
ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Padres y madres que se convierten en 'hooligans'

¿Por qué pierden el control cuando acuden como espectadores a las competiciones deportivas infantiles o escolares donde juegan sus hijos?

TEXTO MARIO GARCÍA ILUSTRACIÓN IVÁN MATA

Domingo, 4 de marzo 2012, 10:18

Este debate pretende analizar el comportamiento de algunos padres y madres, no todos ni la mayoría, como espectadores en las competiciones deportivas en las que juegan sus hijos, principalmente en las infantiles y las de deporte escolar. Son los tristemente conocidos como padres y madres 'hooligans', que en vez de animar a su hijo y al equipo de su hijo, se dedican a increpar al árbitro, a insultar a los jugadores del equipo contrario -menores-, y a veces a vociferar al entrenador de su vástago porque le mantiene en el banquillo más tiempo del que consideran necesario. No entienden la distancia que existe entre el deporte escolar y el profesional y son en gran medida causantes de la violencia en estas categorías infantiles. Lo son. Lo ha demostrado y cuantificado el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno Vasco. En su informe de noviembre referido al deporte escolar destaca que la agresividad de los padres es la segunda causa de la violencia en estas competiciones (ver en la siguiente página). Este comportamiento poco ejemplar es cada vez más visible, tiene connotaciones psicológicas, educativas y sociales, y la solución no es fácil.

EL CONTROL DE LA AGRESIVIDAD

- ¿Advierten ese aumento de la agresividad en el deporte escolar, o infantil, promovido o incentivado por los padres?

- Emilio Navas. Por mi experiencia como árbitro, ahora como presidente del Comité de Árbitros, y viendo cada fin de semana muchísimos partidos en todas la categorías, sí que observo una evolución a peor en ese aspecto. En las categorías menores en general no hay violencia física, salvo alguna excepción aislada, pero sí que va a más la actitud por la que un partido infantil tenga igual o más tensión que un encuentro de regional. Porque hay más gente en las gradas, porque van los padres, los familiares, los amigos y demás. Y están durante todo el partido protestando, pidiendo faltas, pidiendo sancionar al adversario, y eso al final condiciona a que haya un ambiente desagradable. Pero, además de la actitud de los padres, también habría que hablar de los entrenadores y delegados, cuyas conductas tienen mucha influencia sobre los chavales.

- Patxi Izagirre. Sí hay un problema de agresividad dentro del contexto competitivo. Aunque muchas veces este contexto favorece la virtud del coraje, la ambición o la nobleza, lo que ocurre es que existe un plus de agresividad que se sublima y que nada tiene que ver con el deporte, sino con la propia frustración vital. Hoy en día, el deporte viene a ser como una canalización de pequeñas o grandes frustraciones. Lo que se pone de manifiesto ahí es un problema claro en nuestra sociedad del manejo de la agresividad. Cuando pienso en ese problema, me planteo la vergüenza que tiene que sentir un chaval al ver a sus padres y a los padres de sus compañeros descontrolados.

- Víctor Urrutia. Yo he asistido a partidos de chavales y efectivamente he comprobado que los que más gritan en el sentido negativo son los padres. Es cierto que hay un desenfoque en la idea de lo que es la competición como un 'fair play' que se convierte en una canalización de la agresividad. Y también puede ocurrir que se quiera hacer de los hijos unas máquinas, incluso pensando que el deporte se convierta en la solución económica de los padres. Eso, claro, es una perversión del valor de la competición. Pero es el reflejo de lo que tenemos en la sociedad y en el sistema educativo. La competencia es un valor extraordinario, pero cuando pierde el sentido del esfuerzo y la disciplina y se transforma en agresividad se convierte en un contravalor.

- Juan Luis Larrea. Mi visión es como presidente de la Federación y como padre, porque tengo dos hijos, uno de 25 años y otro de 19, que han pasado por esas categorías. Recuerdo que un directivo decía que todo eso está ocurriendo desde que los padres han dejado de trabajar los sábados. Cuando el padre está libre va a ver al chaval y se cree, en esas edades tempranas, que su hijo es lo que no es. Pero todo eso no tiene nada que ver con la competitividad, que debidamente entendida es buena. Afortunadamente a esas edades no hay violencia física entre los chavales que compiten. Pero sí que a veces vemos broncas entre padres, incluso enfrentamientos entre padres de chavales del mismo equipo. Se quejan del tiempo que su hijo está en el banquillo, estableciendo comparaciones e ignorando que hay normas que obligan a competir a todos, a los buenos y a los que no lo son tanto. Pero también es verdad que el entrenador tiene mucha influencia en que se produzca o no violencia. Incluso puede incitar a los padres que están en las gradas.

- Navas. El entrenador-educador no abunda precisamente. Hay entrenadores y entrenadores. Existe el típico preparador que está todo el tiempo levantado, no respetando las líneas del campo, que hace aspavientos, que da gritos y pronuncia las palabrotas más fuertes. Y que se preocupa más de enseñar la trampa que la norma.

- Urrutia. En los niveles que nos estamos moviendo, padres, entrenador, etc. estamos hablando del propio tejido educativo, que prolonga la labor de la escuela o de la familia. Lo que hagan los entrenadores es fundamental para la transmisión de los valores.

- Izagirre. La construcción de la identidad de la persona fundamentalmente se da desde la observación y la imitación. Por eso es importante que el entrenador se plantee como unas de las primeras tareas que los chavales aprendan a perder; antes de que aprendan a ganar.

- Navas. Es que el deporte es una clave del sistema educativo, no es algo accesorio. A través del deporte se inculcan unos valores que no se pueden inculcar de ninguna otra manera. Por ejemplo, la solidaridad, la colaboración, el saber perder, disfrutar con el juego o que el liderazgo no sea autoritario, sino de grupo. Y efectivamente, todo eso tienen que desarrollarlo personas que, además de enseñar formación física, sean educadores. Se está trabajando con valores. Encajar bien el uso del deporte en el sistema educativo es fundamental. Los chavales se fijan en el deporte de élite, donde hay actuaciones poco ejemplares, que captan muy rápidamente y hay que tener cuidado con eso.

AFECTIVIDAD, AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA

- ¿Cuáles creen que son las causas? ¿Por qué los padres se transforman en 'hooligans'?

- Larrea. Ciertamente, algunos sufren una transformación cuando están presenciando un partido. No hay más que ir a Anoeta, en los partidos de la Real, y observar el comportamiento de algunos que incluso acuden acompañados de sus hijos menores.

- Izagirre. Es un mecanismo de defensa que se llama sublimación. Todas las frustraciones acumuladas en otros ámbitos de la vida se canalizan por ese medio. Necesidad acumuladamente no satisfecha genera frustración, que a su vez genera agresividad. Quien no sabe canalizar esa agresividad, lo vuelca en violencia.

- Urrutia. Hay una traslación del modelo de los mayores, del deporte de élite, que es una comunidad deportiva que se convierte en una comunidad afectiva y si esos afectos no se saben controlar se convierten en una comunidad agresiva. Ese es el modelo de lo que vemos en los mayores. Hay quien cree que cuando está viendo un partido de chavales está en la final del Campeonato de Europa. Si se desmadra la afectividad es muy fácil caer en la agresividad. La frontera es muy tenue.

- Navas. Hay gente que piensa que por el mero hecho de entrar en un estadio adquiere impunidad para insultar. Además, en cualquier categoría parece que todo es ganar por ganar, que no cuenta más que eso, y por ello todo se llena de tensión, y no solo contra el árbitro, sino que hay padres que chillan a sus propios hijos cuando cometen un fallo. Gesticulan, se llevan las manos a la cabeza. Y esto ocurre incluso sin que nada esté en juego.

TARJETA ROJA PARA LOS PADRES

- ¿Qué soluciones hay, cómo moderar las pasiones encendidas y devolver el control y la racionalidad en las gradas?

- Izagirre. La pregunta del millón. Yo me planteo lo siguiente: ¿por qué cuando se aplica una medida de castigo se hace solo dentro del terreno de juego? No sé hasta qué punto habría que crear mecanismos de control durante el partido también fuera del campo o de la cancha. Y para eso quizás hubiera que dotar al árbitro de la potestad de poder parar el partido, por ejemplo.

- Navas. Hay un árbitro andaluz que para los partidos en cuando se produce un brote de agresividad.

- Larrea. Durará poco. Al final le llamarán la atención porque no hay una regulación al respecto.

- Izagirre. El problema es que la medida se toma a posteriori. Todos tenemos en la retina las imágenes de la tragedia de Egipto y cuando todo esto ocurre es cuando comenzamos a pensar que algo habrá que hacer. Pero la cuestión es ver si se pueden aplicar medidas de control, reparadoras y no tanto coercitivas, durante el partido. Y tener en cuenta lo que está pasando fuera del campo como parte del partido. Por ello, en relación con los padres, creo que si en la grada hay una persona que no se sitúa, habrá que expulsarla. Es como en una taberna: si montas una bronca el tabernero te saca a la calle.

- ¡Tarjeta roja al padre 'hooligan!'

- Navas. Sería lo ideal.

- Larrea. Sin llegar a esto, sí es posible dejar en evidencia al que ha perdido el control. Por los otros padres o incluso el mismo árbitro. Yo he visto en un playero que un árbitro se acercó a un grupo de padres y les dijo: «¡ya vale!». Les dejó en evidencia y comenzaron a comportarse debidamente.

- Navas. Esto ocurre cuando el árbitro es veterano; no con los jóvenes.

- Izagirre. Estaría bien que se pudiera mandar al vestuario al padre o la madre. Respecto al refuerzo positivo, creo que los medios de comunicación pueden jugar un papel importante. ¿Cómo? No hay más que ver el tipo de imágenes y de comportamientos que se están mostrando. Lo que observen los menores, lo que observemos los padres, es lo que vamos a tender a imitar.

- Urrutia. Es complicado. El deporte escolar no es una burbuja, está dentro de un contexto en el que la competitividad y los falsos modelos están ahí. Aplicar un mecanismo que pudiera interrumpir los partidos por el comportamiento de las gradas es complicado. Quizá se podría implantar un mecanismo de evaluación, es decir, que lo mismo que hace el árbitro en su acta lo hiciera otro estamento, otras personas. Eso reforzaría la labor arbitral. Si alguien ve reflejado su comportamiento en un vídeo, por ejemplo, posiblemente estemos ante un mecanismo de autocorrección. Yo creo que muchos de los que gritan ni siquiera son conscientes de lo que están haciendo.

- Navas. Afear la conducta de los padres en el momento en que pierden el control sería lo ideal. Aquí tenemos el reto de educar a los padres. Pero es verdad que estamos en un contexto y lo que ocurre en el fútbol profesional también influye en las pequeñas categorías. Y, por ejemplo, si la Prensa una semana ha cargado contra un árbitro, porque también hay que decir que existe el periodista 'hooligan', eso se traslada al fútbol de abajo. Lo hemos comprobado.

- Larrea. Educar a los padres es muy difícil. Pero los entrenadores, incluso los centros escolares, deberían insistir a los padres que el objetivo no es ganar, sino que todos los chavales jueguen y que se diviertan jugando.

- Urrutia. Una solución es que se considere al deporte dentro del sistema escolar como una materia fundamental, que no es una cuestión baladí. Y solo cuando se considera materia importante se puede entrar a analizar otras cosas, como el papel de cada cual. El deporte debería de tener la misma consideración que las matemáticas. Porque a través del deporte se adquieren valores. O se pierden.

- Izagirre. Ahí tropezamos con la formación del entrenador como educador.

- Urrutia. Y también está detrás de todo ello el modelo de escuela. Las High School americanas forman parte del tejido cívico y las actividades no se acaban en las clases. Se forma un foco de dinamismo centrado en los deportes y eso se cuida. Los deportes no los lleva cualquiera. Eso no está metido en el chip de nuestro sistema educativo. El deporte es fundamental para nuestra juventud. No es únicamente dar patadas a un balón, es mucho más.

- Larrea. Las nuevas generaciones están más formadas y son más deportistas y esto supondrá una evolución positiva en el comportamiento.

- Navas. Quizás los chavales hagan cambiar a los mayores. En el 98% de los partidos en estas categorías no pasaría absolutamente nada si no intervinieran los de fuera. Me quedo con la actitud de ese chaval que se pone delante de su padre en el campo y le dice: ¡cállate ya!

- Izagirre. Lo que pasa en los críos es un reflejo de lo que ocurre en los adultos y cada vez hay más psicopatología con respecto a la agresividad.

- Urrutia. La agresividad latente salta por algún lado. Pero sí tenemos una generación de jóvenes que, a pesar de las dificultades y de los fallos del sistema, están mejor preparados que nuestra generación. Pero era importante ahora que nos diéramos cuenta de que el fenómeno está ahí y debe ser atajado.

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