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Alhóndiga. Lourdes Fernández posa ante una de las entradas del edificio. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ
«Espacios para la formación artística son imprescindibles en la sociedad actual»
Lourdes Fernández, Directora artística de la Alhóndiga de Bilbao

«Espacios para la formación artística son imprescindibles en la sociedad actual»

La donostiarra ha sido contratada para dotar al equipamiento bilbaíno de «personalidad»

TERESA FLAÑO

Lunes, 5 de marzo 2012, 08:45

Lourdes Fernández (San Sebastián, 1961) comienza hoy a desempeñar oficialmente su trabajo como directora artística de la Alhóndiga de Bilbao, aunque después de varias reuniones, ya se ha hecho una idea de cómo está este equipamiento. La donostiarra, que hace un año había fichado por el Ayuntamiento de la capital vizcaína para radiografiar la actualidad artística de la urbe y plantear posibles actuaciones que, por medio del arte, ayuden a promocionar Bilbao en todo el mundo, es una buena conocedora del mundo artístico. También habla de su nuevo proyecto y de otros temas como Tabakalera o Arteleku.

-¿Cuál va a ser su papel en la Alhóndiga bilbaína?

-Creo que, fundamentalmente, me han llamado para darle una personalidad que se enmarque dentro del arte, la tecnología y el conocimiento. El ayuntamiento de Bilbao, a raíz de su candidatura a la capitalidad mundial del diseño, estaba trabajando en tres ámbitos muy definidos: la gastronomía y el turismo, las soluciones urbanas con la nueva arquitectura, y otro el arte, tecnología y diseño. Si se hubiera conseguido la capitalidad, la Alhóndiga hubiera sido una de las sedes. Esos tres ámbitos se mantienen como estrategia para el desarrollo de la ciudad. Además, en otoño estuvimos haciendo un interesante trabajo sobre la internacionalización de este equipamiento, las posibilidades que tiene dentro de una red europea. Ahora hay que poner todo eso en marcha y en eso va a consistir mi trabajo.

-Da la sensación de que se ha rehabilitado el edificio sin tener un proyecto concreto para él, que se han empezado la casa por el tejado.

-Bueno. Por lo menos está la casa hecha, que en otros casos no está. Las obras han sido muy largas y complejas porque había que preservar la fachada, el Gobierno Vasco declaró el edificio en 1999 bien de interés cultural, y era complejo sacar los 43.000 metros cuadrados. Es verdad que le faltan los contenidos. Tiene mucha actividad, pero le falta personalidad y un contenido profundo.

-Está claro que cuando habla de que en otros casos no hay ni casa se refiere a nuestra Tabakalera. ¿Cómo ve la polémica sobre este proyecto que conoce desde sus inicios? ¿Cree que tiene solución?

-Solución siempre tiene, pero es una cuestión de voluntad. Tampoco que nadie me diga que es un problema del gobierno actual porque el tema lleva mucho tiempo dando vueltas. La primera vez que Román Sudupe como diputado general, Odón Elorza como alcalde de San Sebastián y Mari Carmen Garmendia, entonces consejera de Cultura del Gobierno Vasco, nos llamaron a varias personas para mantener unas reuniones con el objetivo de crear un Centro Internacional de Cultura Contemporánea, yo estaba en la Galería DV. Hicieron una presentación el 10 de mayo de 2001. A mí me interesa mucho que se mantenga esa memoria, que la gente no se olvide que ha pasado gente de la talla de Bartomeu Marí, la consultora Bearing Point y Joxean Muñoz, que tiene un proyecto magnífico, que lo ha trabajado con profundidad y seriedad. Y volvemos a estar como entonces. El proyecto arquitectónico está hecho y el proyecto de Muñoz se podría poner en marcha en cualquier momento. Pero como voluntad. volvemos a estar fatal. Me parece que todos los ciudadanos estamos deseando contar con ese espacio, y es que San Sebastián lo necesita. Es evidente que ha llegado la crisis y hay que replantearlo, pero son once años de trabajo que no se deben tirar a la basura. Además, creo que las generaciones de nuestros hijos deben tener aquí recursos dentro del ámbito de la cultura que les anime a quedarse en Donostia y no marcharse. Estos centros deben formar a las personas y tener un discurso.

-Retomando el tema de la Alhóndiga. ¿Hacia dónde le gustaría orientarla?

-Sobre todo es un punto de encuentro y hay que dinamizarlo. Creo que es muy interesante todo lo que tiene que ver con el conocimiento. Es decir, conferencias, debates, másters. Cuando hablo de conocimiento me referiero a la formación porque es un tema que me parece fundamental. Esa es la gran aportación que podemos hacer. Podemos tener un programa de mucho nivel, pero siempre se recibirá mejor si hay una base, si se dispone de las herramientas para comprenderlo. También es muy importante dentro del mundo del arte contemporáneo todo lo que es producción. En Bilbao en concreto hay colectivos que están trabajando de una manera excelente y no tienen la voz suficiente. Pero no nos tenemos que quedar solo en el arte contemporáneo, sino todo tipo de creación que tenga que ver también con esa relación entre arte y tecnología. Tampoco podemos olvidar el apartado de la difusión. Ahí entran, por supuesto, las exposiciones y eventos, pero siempre con la formación y la producción muy presentes.

-Están el Guggenheim y el Bellas Artes. ¿Va a ser complicado encontrar un espacio propio?

-Mi perfil está muy ligado al mundo del arte, pero sobre todo desde el ámbito de la gestión. Nadie tiene ninguna intención de sustituir o igualar a nada que ya se esté haciendo y, además, muy bien. Por supuesto que debe ser un complemento y estar en ese circuito también. El arte y la tecnología son dos áreas que esos museos no tratan así que tenemos un espacio muy amplio por el que movernos.

-La Alhóndiga viene acompañada de unos cines, una piscina y un gimnasio. ¿Estas infraestructuras complican el proyecto?

-Lo complementan. En 43.000 metros cuadrados hay sitio para muchas cosas. Hoy, con la que está cayendo, es difícil mantener edificios dedicados íntegramente al arte. Gracias a esas instalaciones hay un trasiego mayor de personas que pueden acceder a otros programas.

-Habla sobre que la formación es una de sus obsesiones. En Gipuzkoa está Arteleku ,uno de los espacios donde los jóvenes artistas han podido seguir desarrollándose después de acabar Bellas Artes. En estos momentos también está en una situación de indefinición. ¿Cómo ve su futuro?

-También me preocupa, sobre todo porque son decisiones políticas. Arteleku ha sido un referente en todo el Estado. Fue fantástico durante mucho tiempo, no fue algo esporádico. De ahí salió una de las mejores generaciones de artistas post Txomin Badiola y Peio Irazu. Estamos hablando de gente como Maider López o Manu Muniategiandikoetxea. Han visto lo que ha sido y lo que es ahora, así que tienen fácil hacia dónde mirar para recuperar el espíritu de Arteleku. Siempre, y especialmente en momentos de crisis, hace falta lugares donde la cultura se pueda aprender.

-Antes ha comentado que su perfil es más de gestión. ¿Echa en falta ahora el mundo de las galerías y del contacto directo con los artistas?

-Incluso cuando estaba en Arco decía que echaba en falta el día a día con los artistas. En las galerías, tanto en Marlborough como en DV, el 70% del tiempo de trabajo lo dedicaba a estar con ellos, ir a sus estudios, hasta tener una relación muy próxima. Me pasó por ejemplo con Amondarain, Muniategiandikoetxea o Gracenea. Lo sigo haciendo, pero en menor medida. Sigo muy en contacto con Amondarain y también con Cristina Iglesias. En Arco la relación era distinta, aunque también aprendí mucho. En los comités de selección veías el trabajo de 400 galerías cada año, tenías toda la información del mundo, acudías a otras ferias...

-En mayo de 2010 presentó su dimisión como directora de Arco después de cuatro ediciones al frente, por discrepancias con los gestores de la feria. Fue una polémica muy aireada en los medios de comunicación. ¿Ha estado este tiempo 'desintoxicándose'?

-La experiencia de Arco, con todo lo que conllevó, fue muy enriquecedora. Es cierto que estabas en primera línea y eso agota. Estos dos años si han sido una especie de desintoxicación que me ha venido muy bien para tomar distancia.

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